“Es el número de libros que habíamos leído y comentado en el momento en que grabamos la película. Ahora ya llevamos bastantes más. Leer es nuestra pasión”, introduce la directora y guionista Marga Melià (Palma de Mallorca, 1982) cuando se le pregunta por el título de su nuevo documental, 100 libros juntas.
Sin embargo, pronto advierte que en la cinta no se recogen solo momentos de la tertulia vinculados al club de lectura que ella misma coordina, sino que se narra el fin de semana que las cinco protagonistas pasan en una hospedería en las montañas [en en el santuario de Lluc, en la Serra de Tramuntana de Mallorca] con motivo del décimo aniversario del club. “Allí pasean, hacen excursiones, van a cenar, a tomar unos vinos… Y en ese contexto tan especial, rodeadas de una naturaleza absolutamente espectacular, surgen también muchas conversaciones íntimas y apasionantes”, ahonda la también directora de la película Bittersweet Days (2016).
“Además, he tenido la inmensa suerte de que la película la protagonicen Mabel, Asun, Patri, Celia y Evelyne, cinco mujeres increíbles, divertidas, cultas, curiosas y carismáticas, que se meten enseguida al público en el bolsillo con su naturalidad y su sentido del humor”, comenta Melià invitando al visionado –disponible desde el 17 de octubre en Filmin, Movistar Plus+ y Prime Video–.
¿Cómo surge la idea –muy original, por otro lado– de realizar este documental?
Llevo dinamizando el club de lectura que sale en la película desde 2012. Durante estos más de 10 años he aprendido y he disfrutado tanto escuchando las reflexiones de estas mujeres y sus historias de vida, que era inevitable que yo, que me dedico al cine, acabara haciendo una peli sobre ellas.
Un fotograma del documental ‘100 libros juntas’.Cortesía
¿Dónde crees que reside el capital cinematográfico de un club de lectura?
Un club de lectura es uno de esos pocos espacios que quedan hoy en día donde se da importancia a la escucha, al intercambio de ideas, de testimonios y de maneras de ver el mundo. Así, cualquier persona que vea la película se siente interpelada o identificada con alguno de los muchísimos temas que surgen a partir de las lecturas. Temas universales y cercanos que invitan al espectador a reflexionar sobre sus propias experiencias.
A priori podría parecer que este tipo de reuniones de carácter más reflexivo no tienen el ritmo que a veces necesita la narrativa visual, ¿cómo has hecho que esta textura reposada de las conversaciones juegue a tu favor?
A mí siempre me ha gustado hacer –y ver– películas en las que los diálogos son importantes, en las que las palabras ayudan a crear un puente entre la tan habitual incomunicación entre las personas. La mayoría de las conversaciones que salen en la película, además, son apasionadas, tienen ritmo y tocan tantos temas interesantes y diversos que no se hacen nunca largas ni aburridas. De hecho, los espectadores siempre nos dicen que la película se les ha hecho muy corta, que se hubieran quedado escuchando hablar a las protagonistas durante horas y horas. Además, yo también soy la montadora del documental, así que obviamente he hecho que el montaje juegue a nuestro favor de tal manera que, en contra de lo que uno quizá pudiera esperar debido a su temática, es una película que tiene bastante ritmo, hay muchísimas localizaciones y escenas diferentes, es muy dinámica.