La Dra. Jane Goodall tenía solo 10 años cuando leyó Tarzán de los Monos, momento en el que decidió que quería «ir a África, vivir con animales salvajes y escribir libros sobre ellos». Su sueño se hizo realidad cuando conoció al paleontólogo Dr. Louis Leakey durante un viaje a Kenia, quien la contrató en 1960, a la edad de 26 años, para estudiar a los chimpancés en Gombe, Tanzania.
Tras descubrir que estos animales estaban amenazados por la destrucción de su hábitat y el tráfico ilegal, Goodall fundó en 1977 el Instituto Jane Goodall, una organización por la conservación que hoy cuenta con 25 sedes en todo el mundo. «No solo formamos parte de la naturaleza, sino que dependemos de ella», explicó en entrevista con Vogue el año pasado con motivo de su 90 cumpleaños, desde la casa de su infancia en Bournemouth, donde residía. «Y a medida que una especie tras otra desaparece del ecosistema por nuestra culpa, el ecosistema se debilita y acaba colapsándose. Eso está ocurriendo en todo el mundo: da miedo».
Hasta hace muy poco, la primatóloga siguió viajando por el mundo «300 días al año» para difundir su mensaje con el programa Roots & Shoots de su organización, una iniciativa diseñada para inspirar a los jóvenes de todo el mundo. «Estamos dando a los jóvenes la energía y el compromiso necesarios para marcar la diferencia», afirmaba. «Es mi mayor esperanza para el futuro. Y así seguiré mientras viva, intentando que crezcan raíces y brotes en más y más lugares».
A continuación, nueve lecciones de vida que Jane Goodall aprendió en sus 91 años de vida en este planeta.
Trabajar duro
«Mi madre decía que si quieres hacer algo, tienes que trabajar muy duro. Aprovecha todas las oportunidades y, si no te rindes, con suerte encontrarás el camino; ese mensaje lo he llevado por todo el mundo».
Encontrar puntos en común
«Si hablas con alguien que no está de acuerdo –pienso en gente como los negacionistas del cambio climático–, no discutas. Tienes que hacerte una idea de quién es; intenta encontrar algo que compartáis. Quizá os gusten los perros o los libros. Luego busca una anécdota que contarle, porque tienes que llegarle al corazón; no sirve de nada discutir con la cabeza porque no te escuchan».
Tener empatía
«Cuando llegué a la Universidad de Cambridge, me dijeron que no se podía ser un buen científico y empatizar con tus sujetos de estudio. Afortunadamente, tuve un profesor maravilloso que me enseñó que esos científicos estaban absolutamente equivocados».
Comprende a tus hijos
«Apoya los sueños de tus hijos, aunque sea bastante obvio que no va a seguir por ese camino. Eso les hará sentirse bien; sentirte bien cuando eres joven es muy, muy importante».
No temas cambiar de opinión
«Puede que estés a mitad de tu carrera universitaria y cambies de opinión [sobre lo que quieres hacer]. No tiene nada de malo. Por el amor de Dios, no sigas haciendo algo si crees que te has equivocado».
Todo el mundo influye
«[Ojalá] todo el mundo entendiera que cada día que vive en el planeta, ejerce algún impacto. Y pueden elegir sobre ese impacto, pensando en lo que compran, lo que visten, la forma en que interactúan con la gente y con los animales».
Ser fiel a uno mismo
“Nunca me he considerado una líder: no se trata de querer liderar, sino de que la gente quiera seguirte. Creo que lo importante es ser honesta: cuando la gente ve que crees en cada palabra que dices, cuando ve lo que estás haciendo de verdad, ahó es donde sientes que estas cambiando la mentalidad de la gente”.
Todo sucede por una razón
«No creo en las coincidencias en esta vida: creo que las cosas pasan por una razón. Tenemos la opción de escuchar o no».
Si te sientes impotente, haz algo
“Para mí, lo que hay que hacer es pasar la acción, hacer algo. Y, por supuesto, cuando viajo, conozco a muchísimas personas increíbles que no paran de hacer mil cosas. Eso me da mucha energía”.