El hábito minimalista para dejar de procrastinar
Procrastinar implica aplazar o retrasar tareas que generalmente suelen darnos pereza (o nervios o miedo) con el consiguiente aumento de carga mental que ocasiona saber que tienes que hacer algo y nunca lo empiezas. En el fondo cuando procrastinas entras en un peligroso círculo vicioso: aplazas algo pensando que te va a dar paz mental pero en el fondo es un espejismo y una paz transitoria, porque al final se convierte en un runrún mental del que es difícil deshacerse.
La procrastinación es algo habitual pero las personas organizadas suelen mantener a raya esta querencia precisamente porque son capaces de establecer prioridades. Porque he ahí unas de las claves para evitar la procrastinación: fijarse objetivos muy claros, concisos y plausibles para no irse por las ramas. Así lo explica Liv Lindgren en su libro Minimalismo: consejos y estrategias para crear un hogar libre de estrés, despejar la mente y dejar espacio para la alegría y la felicidad. La autora habla de los objetivos SMART que, si bien podría pensarse que significa objetivos inteligentes (un poco también), en el fondo es un acrónimo en inglés que hace referencia a específico, medible, alcanzable, relevante y limitado en el tiempo. Y al final se trata de eso: si el objetivo es demasiado amplio y poco preciso es fácil perderse en el camino para conseguirlo. Pero si se concreta y se empieza a acotar el terreno, las probabilidades de éxito aumentan. Como dice Liv Lindgren, muchos empresarios suelen empezar el día escribiendo listas con cinco cosas que quieren conseguir en ese día. Sencillas pero con suficiente entidad para motivar y no perderse en el camino.
Empezar por 10 minutos al día
Establecer una escala de tiempo también ayuda a mantener el foco y conseguir objetivos y dejar de procrastinar. De hecho, la psicóloga Anna Fargas ya nos lo explicó cuando hablamos con ella de minimalismo emocional: “Si tiendes a procrastinar, podrías empezar por establecer metas pequeñas y manejables. Dedicar solo diez minutos al día a una tarea que has estado postergando puede ser increíblemente efectivo. Este enfoque no solo reduce la sensación de abrumo, sino que también crea un impulso positivo que te motiva a continuar”, afirma.
¿Qué cosas solemos procrastinar?
Hay ciertas tareas que se procrastinan –como pedir una cita médica, por ejemplo– que se pueden realizar con la regla de los dos minutos, es decir, para solventarlas no se necesita más de ese tiempo. Y la paz mental que aporta ‘tenerlo hecho’ es superior al esfuerzo que requieren. Sin embargo, hay otras que no se pueden solucionar con esa regla, pero sí teniendo presente convertir esas tareas que procrastinamos en objetivos SMART realizables. He aquí algunos ejemplos de actividades que solemos procrastinar y que se pueden solucionar con este hábito:
- Ordenar la casa puede ser una tarea abrumadora, pero es mucho más asequible ponerse como objetivo ordenar un cajón concreto, una estancia de la casa o un armario.
- A la hora de hacer ejercicio, querer estar en forma es un deseo demasiado amplio que se puede procrastinar, pero si cerramos el círculo y nos fijamos la meta de moverse 30 minutos al día (ya sea caminando o haciendo una clase de yoga, por ejemplo), la cosa cambia.
- Al organizar un viaje, hay personas que disfrutan con las previas pero otras acaban postergando hasta el último día la planificación de la agenda del viaje. Para evitarlo resulta efectivo ir poco a poco y cada día (desde que se reserva ese viaje) dedicar unos minutos a organizar una temática concreta: un día comidas, otro cenas, al siguiente posibles visitas, rutas de compras…
- Si tienes un proyecto grande entre manos es fácil que por miedo al fracaso, o por desconocimiento, se acabe postergando. En este caso es fundamental dividirlo en tareas pequeñas y tangibles y priorizar las importantes. Dar el primer paso es fundamental para evitar la procrastinación.