Luego está Fanning, siempre una presencia magnética, que hace de Rachel mucho más que el estereotipo de una ingenua estrella emergente. El equipo que la acompaña, todos excesivamente entusiastas y siempre pendientes del teléfono, son parodias andantes que provocaron risitas cómplices en Cannes, pero ella, con su espíritu libre, inteligente, curioso y empático, se acerca a la propia Nora y se niega a ser su rival –hay una escena especialmente emotiva que me dejó totalmente en shock–. En la próxima temporada de premios, bien podría colarse en las candidaturas a mejor actriz de reparto.
Pero, honestamente, la película es de Reinsve. Desde la ansiedad que siente antes de salir a escena hasta el desencanto con su padre, su angustia, su incertidumbre, su insatisfacción, necesidad de afirmación y la depresión que la atrapa poco a poco, cada emoción suya está tan perfectamente calibrada que resulta totalmente natural. En los últimos años, la Academia de Hollywood, ahora con vocación mucho más internacional, ha adquirido la costumbre de nominar al menos a una intérprete internacional en la categoría de Mejor Actriz, como hizo con Fernanda Torres, por Aún estoy aquí; Sandra Hüller, por Anatomía de una caída; Yalitza Aparicio, por Roma; o Isabelle Huppert, por Elle. Este año, ese puesto debería ser para Reinsve.
Teniendo en cuenta que La peor persona del mundo también fue nominada al Oscar al mejor guion original y a la mejor película internacional, Sentimental Value también debería obtener buenos resultados y es, sin lugar a dudas, la primera aspirante seria a la mejor película de este año.
Y no podría merecerlo más. Son muchos los placeres que se pueden encontrar en ella: la belleza deslumbrante de su metraje, su esmerado diseño, su estética y vestuario escandinavos, relajados, discretos y eternamente aspiracionales. Pero, al final, nada de eso importa, porque, emocionalmente, la película te atropella como un camión. Como la vida, es a la vez triste e inesperadamente graciosa, extraña e imperfecta (un interludio onírico que combina las caras de Nora, Agnes y Gustav, por ejemplo, no convence del todo, pero el intento se agradece igualmente). En su precisa comprensión de la vida moderna y su insistente cuestionamiento de la misma, es todo lo que el cine contemporáneo debería ser. Así que, jurado de Cannes: denle ya la Palma y a otra cosa.