Autoconocimiento: cómo conocerte demasiado hace que te quedes estancada
Para muchos, acudir a una terapia psicológica ha supuesto un antes y un después en sus vidas. Ha sido gracias a una honesta exploración propia, a la toma de conciencia de cómo el pasado ha podido influirles en su manera de ser y de reaccionar, y de poner en práctica las herramientas necesarias para mejorar esos comportamientos que han podido superar traumas, cerrar heridas o, simplemente, comprender mejor algunas situaciones dolorosas.
El autoconocimiento se presenta como esa condición necesaria para quienes buscan una transformación profunda y verdadera. Según la psicóloga y coach Olga Albaladejo, saber quién eres, cómo funcionas y por qué reaccionas como reaccionas te permite vivir con más libertad, más conciencia y menos culpa. “Te da herramientas para entender tu historia y decidir cómo quieres vivir hoy”. Afortunadamente, la salud mental va dejando de ser un tabú y los terapeutas, profesionales a los que acudir en momentos de crisis y más allá. Las visitas al psicólogo forman parte de la rutina de muchos, que quieren una vida más plena y en paz.
Violeta Alcocer es psicóloga y autora de ‘Auténticas impostoras’ (Roca Editorial), y explica que tener buen conocimiento de nosotras mismas nos permite adaptarnos mejor al entorno, escoger mejor nuestras relaciones, comprender y validar nuestras emociones, pensamientos y conductas, así como darle sentido a nuestro proyecto vital. “Un autoconcepto amplio y compasivo da lugar a una sana autoestima”. Aunque resalta que descubrir cómo somos no debería ser un trabajo obligado, ya que muchas personas llegan a ello sin haber invertido un tiempo específico, sino como resultado de los aprendizajes normales de la vida.
¿Se puede tener un exceso de autoconocimiento?
Pese a lo positivo que resulta este proceso, muchos hablan de que alargar los periodos de introspección e idealizar el proceso terapéutico puede dar lugar a una pérdida de identidad. Una incapacidad para reconocer nuestros propios pensamientos y emociones. “Hay un punto en el que la reflexión, en lugar de liberarte, te atrapa. Has hecho terapia, cursos, leído libros, sabes explicarte perfectamente… Pero tu vida no cambia. Eso es lo que algunos llaman saciedad de identidad: cuando ya te conoces tanto que puedes justificar todo, pero no te mueves”, explica Albaladejo, quien señala al exceso de análisis como una forma de control. “Seguimos preguntándonos ‘por qué soy así’ para no tener que decidir qué hacer ahora. Es una trampa de la mente: si sigo entendiendo, no tengo que elegir. Pero sin acción, no hay transformación”.
Alcocer, por su parte, plantea el trabajo de autoconocimiento en aquellos casos en los que se tienen dificultades para encontrarle sentido a las experiencias, cuando hay una duda constante, falta de aceptación, aparecen dificultades importantes en ámbitos específicos (social, laboral, de pareja), o síntomas que puedan estar relacionados con el autoconcepto. “Cuando por algún motivo no se ha podido construir una idea coherente y funcional de una misma y del entorno”, y reflexiona sobre que podemos acercarnos a este desde la curiosidad, pero no desde la idea de inversión, que es mercantilista y redunda en la exigencia de perfección que tanto daño nos hace.
¿Cómo saber si estás atrapado en ese bucle del análisis sin acción?
Pasar a la acción es la prueba fehaciente de que la terapia está dando resultados, de lo contrario podemos estar estancadas. “Cualquier proceso terapéutico conlleva momentos de toma de conciencia (a veces dolorosa, pero no necesariamente) y de afrontamiento, que después dan lugar a una sensación de alivio y transformación que se notan en el día a día. Por lo general, sabemos que estamos avanzando en el trabajo terapéutico cuando ante una misma situación, nos damos cuenta de que podemos responder de maneras distintas a como lo hacíamos en el pasado” arguye Violeta Alcocer.
Para poder identificar mejor en qué punto estamos, Albaladejo aporta algunas señales a las que estar atentas:
- Estás en terapia desde hace tiempo pero tu vida práctica sigue igual.
- Sabes perfectamente de dónde vienen tus patrones, pero no los has cambiado.
- Postergas decisiones porque “todavía no estás preparada”, “aún te falta sanar más”.
- Cada descubrimiento te lleva a más preguntas, nunca a una decisión.
- Te sientes agotada de tanto analizarte y frustrada porque no ves cambios reales.
- Sigues señalando fuera: a tu pasado, a tus circunstancias, a otras personas como responsables de tu infelicidad presente.