En esos procesos lentos, cuidados y llevados hasta el final con mimo ha estado el director durante la producción de Sirat, pero también después. Involucrado hasta límites pocas veces vistos para alguien que ha vencido en un festival de clase A (los más importantes), por delante tiene coloquios, presentaciones y casi cualquier cosa que se le proponga. “Vivimos en un momento tan especial de la historia que han cambiado las preguntas que se hace el artista. El artista se tiene que bajar de su caballo y ayudar al espectador a subir a lomos para llevarlo a donde él quiere”, comenta haciendo el uso de ese símil. “He pasado por muchas etapas. Afortunadamente, tengo éxito desde los 26 años en Cannes, me he equivocado y a veces esa neurosis de sentirme especial ha pegado alto, pero he podido trabajarlo de alguna manera y la dimensión de servicio se ha vuelto más importante en mi obra”, apunta. “Hay cuidado y una misión en lo que hago. Tiene algo de ego salvador, pero me he cuidado de que no sea paternalista, sino genuino y noble. Lo tengo vigilado y lo asumo. Creo que por eso me va bien, porque hay una verdad. La gente siente la verdad. Por muy narcotizados o dormidos que estemos, el espectador sabe y saborea, aunque esté acostumbrado a la comida basura”.
Podría, en todo este tiempo, haber aceptado proyectos de encargo o haberse puesto a los mandos de producciones de consumo rápido, pero Oliver Laxe se ha mantenido fiel a sus principios. Eso no le hace, a sus ojos, un outsider. “Soy hegemónico y tengo que serlo. Voy a Cannes. Pero todo lo hago a mi manera, sin engañarme. Tiene mérito y estoy contento porque he sido perseverante”, comparte. “Domingo Corral confía en mí por eso. No conectaba del todo con mi cine, pero veía imágenes poderosas. Sabía que yo tenía algo con la imagen. Vino a mi casa, me conoció y ahí sintió que iba en serio”.
Es Corral, hasta principios de mayo director de ficción de Movistar Plus+, productor de Sirat, pero también lo son Agustín y Pedro Almodóvar, y Esther García, entre otros. Las tres cabezas de El Deseo figuran con nombres y apellidos en los créditos del largometraje. “Cuando O que arde llega a los Goya lo hace también Dolor y gloria. Yo sé que a Pedro le ha gustado mi película y tenemos feeling. Fuimos a El País, a El Mundo y percibí un respeto, que era mutuo. Cuando tuve el guion listo, El Deseo fue el primer lugar al que fui”, rememora. “Lo hice porque son una familia. Son la familia Almodóvar, pero también la familia García. Es sorprendente que estando donde están no se hayan perdido. Siguen teniendo algo terrenal y me han cuidado. Yo tengo una manera de entender el cine que es muy diferente a como lo hacen ellos, soy un autor muy diferente a Pedro, pero ellos me han respetado mi forma de trabajar”, reconoce. “Pedro es como todos los autores: una mezcla de ego y esencia. Hay más proporción de uno que de otro, pero la dimensión de servicio en él es algo fuerte. Es un buen compañero y quiere lo mejor para nosotros, eso le ennoblece. Le estoy muy agradecido”, admite antes de apostillar: “Yo soy muy productor. Soy aries ascendente virgo. Artista ascendente productor. Mis películas siempre piden una producción ad hoc. No filmo en pisos o en ciudades, siempre hay una aventura o un desafío detrás de la cámara. Eso implica que el autor se moje y convenza a los productores de que vamos a caernos al abismo, a un camino inesperado, pero no tenemos nada que perder”.