Cómo la ropa puede ayudarte en una mala racha laboral
Seguro que has escuchado cientos de consejos que te invitan a identificar el problema y ponerle solución lo antes posible cuando estás pasando una mala racha laboral, aunque puede que lo que ahora mismo estés necesitando es alguna herramienta que te ayude a lidiar con el trance y te dé un chute de energía. La ciencia ha demostrado cómo el ejercicio físico, el contacto social, la música o dar paseos por la naturaleza, producen un cóctel de hormonas tan positivo que incide de manera significativa en cómo te sientes. Pero, ¿y si te dijera que hay un gesto cotidiano que puede renovarte, mejorar tu autoestima e influir en quienes te rodean?
Hablamos del poder que tiene la ropa y los colores que eliges en tu estado de ánimo. Aunque existen sendos estudios al respecto, uno de los más interesantes es el de Hajo Adam y Adam Galinsky de la Universidad de Northwestern, en el que acuñaron el término enclothed cognition (cognición atávica) para hacer referencia al hecho de que la ropa que llevas afecta tu rendimiento cognitivo, provocando cambios en tu manera de pensar y de percibir el entorno. La psicóloga Olga Albaladejo afirma que desde la psicología se sabe que los colores actúan como estímulos sensoriales que pueden generar respuestas emocionales y fisiológicas en nuestro cuerpo. “Hay estudios que señalan cómo los colores cálidos (rojo, naranja, amarillo) estimulan el sistema nervioso autónomo, elevando frecuencia cardíaca y presión arterial; mientras que los fríos (azul, verde) relajan esos mismos indicadores”, y nos remite a investigaciones en entornos reales que han demostrado que el azul facilita la atención, o el rojo puede influir tanto en la fuerza física como en el rendimiento deportivo.
Aunque estos efectos varían según la cultura, las experiencias personales y el contexto, lo cierto es que el color tiene un impacto directo en cómo nos sentimos y en cómo nos perciben los demás, de ahí que sea una herramienta muy eficaz y fácil de aplicar cuando pasamos por un mal momento. Romina Brunelli es diseñadora de alta costura y experta en la psicología del color aplicada en la moda, y su trabajo incide en el poder transformador de vestir con intención. “No es solo una elección estética, es una manera de habitar una energía. Al elegir determinado color, nos conectamos con un estado emocional y esa vibración comienza a acompañarnos, influyendo en nuestro ánimo, en cómo transitamos el día, y también en cómo nos vinculamos con el entorno”.
Según su filosofía, cuando nos vestimos en piloto automático, sin conciencia o por “deber ser”, perdemos una conexión valiosa y lo convertimos en una rutina más. Pero cuando elegimos conscientemente qué ponernos, enviamos un mensaje poderoso tanto al mundo como a nosotras mismas. “Vestir es un lenguaje silencioso. A través de la ropa, los colores y los símbolos que elegimos expresamos quiénes somos y cómo queremos sentirnos. Poner intención nos conecta con nuestra energía verdadera y nos permite proyectar esa presencia con autenticidad”.
La imagen no es un acto superficial
Elegir la ropa que vestimos, el maquillaje o el peinado no es baladí, es un mensaje en el que nos recordamos cuánto de importantes somos para nosotras mismas. “Cuando atravesamos una crisis laboral —desmotivación, inseguridad, estrés o incluso desgaste emocional—, la elección de colores puede convertirse en una herramienta de regulación emocional. No va a cambiarlo todo, pero sí puede darnos ese pequeño impulso que nos hace falta para recuperar la confianza y salir al mundo con otra actitud”, explica la psicóloga, quien intenta transmitir la importancia de llevar una prenda significativa a una entrevista de trabajo, que nos ayudará a recordar quienes somos y lo que merecemos. “Cuando visito a mis pacientes en el hospital, animo a las mujeres a darse un pequeño toque de color —un labial, un pañuelo, un esmalte—, no para disimular su dolor, sino para que ese gesto simbólico les devuelva una pizca de poder y dignidad”.