Tu piel está pidiendo ayuda: señales de estrés cutáneo y cómo revertirlas

Piel estresada: cómo cuidarla para que salga del modo de supervivencia

Sabemos que el estrés está detrás de la mayoría de nuestros problemas. Yo misma repito al menos 5 veces al día la dichosa palabra, mientras siento los efectos del cóctel de hormonas en todo mi cuerpo. De hecho, después de mi último pico de cortisol, mis defensas bajaron tanto, que me tiré en cama un par de días a causa de un supuesto virus de esos que te diagnostica el médico de cabecera mientras asiente escuchado tus dolencias.

Sistema inmune, digestivo, cardiovascular, por no hablar del descontrol emocional que provoca este ritmo acelerado que nos empeñamos en llevar; algo que también he empezado a notar en piel, que parece más seca, apagada y diría que envejecida. Arkaitz Felices, cosmetólogo y director de Reviderm en España, me explica que el estado de ánimo incide más de lo que pensamos en la salud de la piel.

Me recuerda que es nuestra carta de presentación al mundo y parte clave de la comunicación no verbal. “El sistema nervioso, la piel y su sistema de pigmentación, están estrechamente interconectados. Durante la tercera semana del desarrollo embrionario humano se forma el ectodermo, una de las tres capas germinales primarias, junto al mesodermo y al endodermo. A partir del ectodermo se desarrollan el sistema nervioso, la piel y su sistema de pigmentación”. Es por ello que estas estructuras pueden afectarse mutuamente. “Un tacto suave y delicado puede calmar nuestros nervios, un episodio de presión mental negativa puede originar un brote de dermatitis, y el estrés continuado puede provocar manchas en la piel”.

¿Cómo afecta el estrés a tu piel?

Felices habla de la compleja interacción entre el conocido eje neuroendocrino-cutáneo de cómo el cortisol inhibe a los fibroblastos, las células responsables de la firmeza de la piel, disminuyendo drásticamente la producción de colágeno y elastina, favoreciendo flacidez y arrugas. Si nuestros niveles son altos, se reducirá la capacidad regenerativa, debilitando la función protectora epidérmica y generando deshidratación, sensibilidad e inflamación, algo que he ido notando en los últimos meses. Aunque ojo, que la cosa se complica con niveles elevados, ya que pueden modificar producción de melanina y su distribución, generando manchas y tono irregular.

La sobreproducción de radicales libres es otra de las consecuencias de que nuestro cortisol se dispare, y es de sobra conocida su capacidad para acelerar el envejecimiento prematuro. “Estos, dañan no solo la matriz extracelular, donde se encuentra el colágeno y la elastina, sino también las membranas celulares y el ADN, afectando la capacidad natural de la piel para repararse”, arguye Esther Moreno, facialista y cosmetóloga, quien recuerda otro efecto: la glicación. “Es un proceso en el que los azúcares se adhieren a proteínas como el colágeno, volviéndolas rígidas y quebradizas. Esto se traduce en pérdida de firmeza, arrugas más profundas y una textura menos uniforme”.

Señales de que tu piel ha estado en ‘modo supervivencia’

Cuando la piel ralentiza sus funciones entra en ahorro energético, y para Arkaitz Felices los motivos van desde el estrés prolongado, la exposición continua a factores ambientales dañinos como la contaminación, el abuso o mala protección frente al sol, una dieta desequilibrada con deficiencias en nutrientes esenciales, o la falta de descanso adecuado. Advierte que cuando esto sucede, la piel envía señales muy visibles:

  • Pierde luminosidad y vitalidad, adoptando un aspecto apagado y desvitalizado.
  • Deshidratación, mostrando tirantez y descamación.
  • Se acentúan arrugas y líneas de expresión.
  • Aumenta su fragilidad, lo que incrementa el riesgo de sensibilidad, irritaciones, enrojecimientos y alteraciones en la textura cutánea.

Cómo reparar la barrera cutánea desde dentro

La buena noticia es que la solución para que mi piel salga de su letargo, pasa por dedicarme tiempo y seguir una buena rutina facial estructurada y adecuada a mis necesidades. Tanto Moreno como Felices están de acuerdo en que no solo mejora el estado visible de la piel, sino que también puede convertirse en una valiosa herramienta de regulación emocional. “Los rituales de autocuidado generan efectos positivos en la autoestima y reducen los niveles de estrés, fomentando sensaciones de bienestar y calma mediante la conexión mente-piel”, apunta el director de Reviderm, fan absoluto del ‘mindful skincare’. “Se combinan prácticas de atención plena con acciones concretas de cuidado cosmético. A través del contacto consciente con la piel y la percepción sensorial de las texturas y aromas, se facilita la reducción del estrés, promoviendo un estado emocional más equilibrado”.

Ingredientes clave contra el estrés

Uno de sus ingredientes favoritos es el índigo salvaje (Tephrosia purpurea), un extracto botánico científicamente reconocido por su capacidad para estimular la liberación de betaendorfinas en la piel. Estas “moléculas del bienestar”, ayudan a reducir el estrés cutáneo, favorecen una sensación de confort, además de mejorar el aspecto de la piel gracias a su acción antiinflamatoria y calmante. “Este es el motivo por el cual Reviderm lo incorpora en su suero para la rosácea llamado Couperose Therapy Serum 2”.

Por su parte, Esther Moreno destaca el papel de activos como niacinamida, pantenol, ácido hialurónico o extractos botánicos con propiedades adaptógenas, como grandes aliados a la hora de calmar la piel estresada y ayudar a regular los efectos visibles del estrés.”Masajear el rostro estimula puntos clave del sistema linfático y nervioso, lo que mejora la circulación y genera una sensación de calma, liberación de tensiones y bienestar general. Esto tiene un impacto directo sobre el cuerpo entero, porque la piel y el sistema nervioso están conectados”.

Skincare consciente: cómo calmar la mente y la piel al mismo tiempo

Las texturas, los aromas o los rituales de aplicación en esa reparación, también son fundamentales, ya que, según explica Felices, desde una perspectiva científica actúan mediante mecanismos sensoriales que estimulan el sistema nervioso central, influyendo en la producción de neurotransmisores como la serotonina, dopamina y betaendorfinas, responsables del bienestar emocional y la reducción del estrés. “Las texturas suaves o sedosas reducen el estrés táctilmente, mientras que los aromas, como el neroli (relajante) o romero (activador), actúan directamente sobre el sistema límbico del cerebro regulando las emociones”.

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