Impulsividad y baja tolerancia a la frustración: Personas que necesitan gratificación inmediata y sienten ansiedad ante la espera o la carencia.
Búsqueda de validación externa: Gastar como forma de ‘ser visto’ o valorado, para encajar o destacar.
Perfil complaciente o evitativo: Quienes gastan para evitar conflictos con la pareja, no frustrar a los hijos o mantener una imagen que no pueden sostener.
Autoexigencia desbordada: Personas que lo dan todo en su entorno, pero se desconectan de sí mismas. Gastar se convierte en una vía rápida de ‘autocuidado reactivo’.
“Comprar genera una recompensa inmediata. Se activa el sistema dopaminérgico del cerebro, el mismo que responde al placer, la novedad o la comida. Por eso, tras una compra, muchas personas sienten alivio, entusiasmo o control. Es un alivio que, paradójicamente, puede generar adicción”, explica la Albaladejo y añade que el problema llega después, cuando la emoción positiva se diluye y en su lugar aparecen culpa, ansiedad, miedo a no poder cubrir otras necesidades o sensación de haber perdido el control.
La psicóloga recuerda que este ciclo puede cronificarse. “El acto de comprar se convierte en una forma de autorregulación emocional, y como toda estrategia que alivia, pero no resuelve, acaba desgastando más de lo que sostiene”, y nos remite a estudios en los que se ha documentado que los comportamientos de gasto impulsivo se asocian con mayores niveles de ansiedad y síntomas depresivos posteriores.
Olga Albaladejo marca como algunas señales de alerta que pueden indicar que esa dismorfia financiera está afectando nuestra salud financiera a la preocupación constante por el dinero, sin traducirse en acciones concretas; la evitación activa, como no mirar las cuentas, no revisar gastos, no abrir correos del banco; un uso del consumo como regulador emocional, comprar para calmarse, premiarse o evitar el vacío; sentimientos de culpa incluso al cubrir necesidades básicas: dificultades para dormir, concentrarse o disfrutar de la vida diaria; y conflictos de pareja por temas económicos.
Para Flores, las consecuencias de este endeudamiento van mucho más allá del tema económico, aunque recuerda que puede llevarnos a la ruina financiera. “Cada vez vemos más casos de gente que tiene que acogerse a la Ley de Segunda Oportunidad para liberarse de deudas que no pueden pagar”. Reflexiona acerca del impacto emocional y social. “Esta presión constante por mantener un nivel de vida que no puedes permitirte genera un alto nivel de estrés. La gente vive con miedo a que se descubra su verdadera situación financiera y a no llegar a fin de mes”. Recomienda tomar conciencia para poder poner solución.