Un rival puede impulsar tu carrera
¿Habría sido tan excepcional Rafael Nadal si no hubiese existido Roger Federer? ¿Se habría convertido John McEnroe en un icono sin Björn Borg? ¿Habría pasado a la historia Andre Agassi sin Pete Sampras? Nunca lo sabremos pero lo cierto es que las rivalidades en las pistas de tenis han servido a los jugadores como catalizador para impulsar su rendimiento. “Muchos han respondido que gracias a tener un adversario han sacado su mejor versión y han visto al rival como una palanca para impulsar su carrera. Otra cosa es que lo pasen bien o que lo pasen mal. Por ejemplo, la teoría del efecto de la facilitación social dice que el mero hecho de que haya alguien observándote modifica tu conducta. Pero es que además, si a esa persona la tienes como rival, puede servir como un potenciador de tus cualidades internas”, explica Miguel Santolaya, psicólogo deportivo y profesor de Psicología en la UAM.
Ahora bien, no todos somos iguales. Agassi y Sampras representaban dos formas diferentes de entender el juego y dos personalidades opuestas: mientras Sampras era precisión y compostura, Agassi era rebeldía y fuerza emocional. Y ambos evolucionaron gracias a la intensidad de su rivalidad: Agassi llegó a confesar que Sampras le produjo mucho estrés y muchas noches sin dormir, pero que también sacó lo mejor de él. La clave está en saber manejarlo. Porque tener un rival que nos desafíe nos ofrece la posibilidad de crecer.
“Lo que trabajamos mucho en la psicología del deporte es que si tú te expones a esa situación de rivalidad sin tener herramientas para afrontar una situación que produce estrés, y no las has trabajado previamente, seguramente lo que te van a salir son conductas de ataque. Conductas con las que, a lo mejor, quieres ganar al rival y no piensas tanto en lo que te hace mejor a ti como persona o en lo que puede mejorar tu rendimiento, sino en estar más enfocado en el resultado, en conseguir ganar. Pero claro, todo esto no depende de ti, depende de quién tienes enfrente”, explica Santolaya.
El entrenamiento psicológico al que se someten los deportistas de élite para manejar el estrés en las competiciones no es tan diferente al que deberíamos practicar en la oficina. “Lo interesante de todo lo que tiene que ver con la psicología del deporte, que se aplica también en recursos humanos, es que tú lo que quieres mejorar es la capacidad del rendimiento, en el área que sea, puede ser en el deporte o el entorno laboral”.
Atiende a lo que puedes controlar
Cuando Santolaya matiza en que todo depende del que tienes enfrente, se refiere a que es muy importante saber diferenciar en qué merece la pena poner toda nuestra energía y qué es mejor dejar pasar. “Tú solo puedes cambiar lo que depende de ti. No puedes cambiar el pensamiento de la otra persona, pero sí que lo puedes modificar a través de tus actos. Eso es lo que tiene que ver con el locus de control interno”. Es decir, cuando estudias para un examen o te preparas para una entrevista o una reunión.
Aprende a manejar lo que está fuera de tu control
Pero aunque te hayas preparado muchísimo, el resultado no solo depende del locus de control interno del que habla el psicólogo, sino también del externo. “Lo de fuera no lo podemos controlar —que tengas enfrente a una persona muy agresiva o a alguien que hable cuatro idiomas y que venga muy preparado…— pero tú puedes controlar tu respuesta”. Porque la clave es no hacerlo nunca desde la improvisación.
Entrena para sentirte realizada
“Usamos muchísimo la teoría de la autodeterminación de Deci y Ryan. Lo que dicen estos autores es que para sentirte realizado tienes que tener en cuenta tres cosas. La autonomía: nosotros elegimos nuestras propias acciones (preparar esa reunión, decidir lo que vamos a hablar…) y somos autónomos en esa elección. Luego está la competencia: ¿me siento eficaz ante este desafío? ¿soy capaz de ser competente ante una situación demandante? Y, por último, la relación: si nos sentimos conectados con la entidad y con los valores que promulga esa empresa o el equipo”.
Establece unos objetivos
“Esos objetivos pueden ser de rendimiento (quiero llegar a esto en tres meses, quiero hacer este número de ventas en cuatro meses…), y los enfocamos en las tareas: qué puedo hacer para conseguir mi objetivo y no estar pensando si enfrente tengo a un tío que es mejor que yo”. Así, si estableces bien tus objetivos “conseguirás autoconfianza, y si te sientes mejor, te enfrentarás mejor a las situaciones”.
Entrena en fatiga
Los tenistas saben que pueden necesitar sacar lo mejor de sí mismos cuando apenas les quedan fuerzas, y eso también puede extrapolarse a un entorno laboral: “Puedes estar 12 horas trabajando y a última hora de la noche tienes una reunión con Estados Unidos. En fatiga trabajamos peor, hay un enlentecimiento del procesamiento de la información —nuestras habilidades comunicativas y nuestra velocidad de reacción decaen—, pero si sabemos que eso pasa y entrenamos en fatiga, responderás mejor”. Porque en situaciones límite cuando no hay tiempo para pensar qué es lo que el psicólogo me dijo que hiciera, la respuesta interiorizada será la primera en aparecer. “Y si has aprendido a estresarte, lo que va a salir es que te estreses”.
Háblate bien
Santolaya pone el ejemplo de Carlos Alcaraz: “Habla mucho consigo mismo y esto es lo que nosotros llamamos el autohabla, el diálogo interno. Las cosas que te dicen y que te dices a ti mismo van a influir mucho en tus acciones porque el cerebro interpreta los inputs que le estás dando”. Existen dos tipos de auto habla: “El motivacional, que tiene que ver con darte ánimos: venga, que sí que puedes, que vas muy bien, sigue así. Y el instruccional, que son las instrucciones que nos damos: no te olvides de hablar de esto, saca este tema que es importante… o, en tenis: haz una volea o intenta el saque al lado contrario”.
Siéntate correctamente
Acompaña el auto habla con una postura corporal adecuada y serás imparable. “No es lo mismo si estás encorvado, que si tienes una postura correcta, miras a los ojos, comunicas bien… y en esos momentos es cuando te sientes tenso y dices: venga, que sí que puedo”.
Resetea
No siempre va a ir todo bien. Incluso cuando te has esforzado al máximo. En esos momentos no te hundas y vuelve a empezar: “Si algo ha salido mal, si te has expresado mal, si has respondido mal a una pregunta, si has tenido un mal saque, un mal set, o has perdido un punto que era muy fácil… resetea y parte de cero. Tienes que saber que la siguiente es una nueva oportunidad y no lo veas como una amenaza”. Y para eso necesitamos entrenar nuestra tolerancia a la frustración.
No te distraigas
Hay que saber a qué cosas debemos prestar atención. “Es una teoría de Nideffer sobre los focos atencionales. Normalmente desde lo externo, en un partido te puede llegar a molestar el árbitro o el público, y en esos momentos tienes que centrarte en algo interno, por ejemplo, en tu postura corporal, para dejar de escuchar. En una reunión es exactamente igual: fíjate en lo que es realmente importante y fija tu atención en tus acciones”. Para eso, Santolaya recomienda también ayudarse de alguien de confianza. En el caso del tenis es el entrenador, en la oficina podría ser un compañero.
Asóciate con tu rival
A veces necesitas a tu oponente para conseguir tu fin: “Yo puedo ser tu rival, pero si conseguimos el objetivo final, estamos haciendo lo que nos pide el jefe, y esto es bueno para ti y es bueno para mí”. Pero, ¿cómo podemos prepararnos para conseguir esta alianza? “Es importantísimo trabajar muchísimo las habilidades de comunicación, los egos y los roles, y la inteligencia emocional: en qué estará pensando el otro”. Aunque gran parte del éxito dependerá del ambiente que te rodea: “Si no hay un buen clima, centrado en la mejora y con un sistema de incentivos (más dinero, más reconocimiento…), este no va a favorecer al desarrollo”.
Atención a las red flags
Utilizar una rivalidad para crecer o aliarte con tu competidor para conseguir un objetivo no siempre va a salir bien. ¿Cuándo deberías retirarte? El psicólogo deportivo avisa: “Si tú analizas la situación del equipo y ves que empieza a haber faltas de cohesión grupal, que el líder no es respetado como líder y que empieza a haber confrontaciones internas, o que el clima motivacional está muy enrarecido y hace que no se consigan los objetivos, ya empieza a haber una alarma”. Además, añade, que una red flag que podemos identificar rápidamente de forma individual es el burnout: “Si empiezas a ver que estás quemado —incluso si presentas rasgos psicofisiológicos como la caída del pelo o pérdida de peso—, ya hay un signo de que va a haber problemas en las variables anteriores”.