Ser el más rico del Reino Unido es una cuestión de cifras. Ser un oligarca ruso, en cambio, es más resbaladizo. Depende de a quién le preguntes. Leonard Blavatnik (Ucrania, 68 años), que un día fue el británico más rico y es Sir por gracia de Isabel II, ha invertido años —y millones— en destilar su vinculación al Kremlin. Su última jugada, comprar los derechos globales del Mundial de Clubes a través de DAZN, puede ser el golpe de efecto definitivo en su proyecto de occidentalización. ¿Quién puede negar el pasaporte al responsable de que este verano echen el fútbol gratis?
El acuerdo se cerró en una cifra que ronda los 1.000 millones de dólares. La operación refleja la ambición de Blavatnik por posicionar a DAZN como actor global. Le permite llegar a 100 millones de espectadores y asociar su marca al mayor evento internacional de clubes justo antes del Mundial de 2026. Además, el torneo actúa como puerta de entrada al mercado estadounidense, donde DAZN aún no ha logrado consolidarse. A todo ello se suma un componente estratégico de mayor alcance: el inicio de una alianza con la FIFA. DAZN no solo ha adquirido los derechos del torneo, sino que también ha asumido la gestión de FIFA+, la plataforma de streaming del organismo.
No obstante, la jugada no está exenta de riesgos: DAZN viene acumulando pérdidas millonarias (solo en 2022 perdió 1.000 millones de euros por el elevado coste de derechos deportivos), y su modelo de streaming todavía no está completamente implantado. De hecho, la compañía ha buscado nuevas inyecciones de capital y ha despertado el interés de inversores externos como el fondo soberano saudí (PIF), que llegó a estudiar la compra de un 10% de la plataforma en medio de la ola de inversiones saudíes en el deporte.
Blavatnik nació en Odesa, cuando la ciudad aún formaba parte de la Ucrania soviética, en una familia judía que más tarde se trasladó a Yaroslavl, al norte de Moscú. Con apenas 21 años, emigró con su familia a Estados Unidos en busca de nuevas oportunidades lejos del régimen comunista. Ya en suelo estadounidense, encadenó dos títulos de prestigio: un máster en Ciencias de la Computación por la Universidad de Columbia (1981) y un MBA en Harvard Business School (1989). En 1984 obtuvo la nacionalidad estadounidense, a la que más tarde sumaría la británica.
Con 30 años fundó Access Industries, la firma de inversión con la que empezó a construir un imperio empresarial. Empezó centrada en sectores industriales tradicionales, pero pronto amplió su radio de acción. Hoy es un holding global con intereses repartidos en recursos naturales, petroquímica, medios de comunicación, telecomunicaciones, tecnología y bienes raíces. Actualmente, sus activos principales están estimados en torno a los 35.000 millones.
El gran salto en la fortuna de Blavatnik llegó tras la caída del Telón de Acero, cuando supo leer las oportunidades que ofrecía la transición al capitalismo en la Rusia de los años noventa. De la mano de su antiguo compañero de escuela, Víktor Vekselberg, se adentró en el proceso de privatizaciones impulsado durante el mandato de Borís Yeltsin.
Ambos formaron el consorcio Access/Renova, con el que adquirieron activos clave en los sectores del aluminio y el petróleo, antes propiedad del Estado soviético. Uno de sus movimientos más rentables fue la creación de la petrolera TNK, que en 2003 se fusionó con British Petroleum para formar TNK-BP. El negocio resultó un trampolín económico que consolidó su fortuna.
Aunque técnicamente podía ser clasificado como “oligarca ruso” por haberse enriquecido en la caótica Rusia postsoviética, Blavatnik siempre optó por un perfil bajo. Dejó en manos de Vekselberg el trato con el Kremlin y los contactos políticos, mientras él cultivaba relaciones en Occidente y se mantenía alejado de la vida pública rusa.
Con la llegada de Vladímir Putin al poder, Blavatnik intuyó que era momento de dar un paso atrás. En 2013 vendió sus últimas participaciones en el país. Cerrado el capítulo ruso, puso rumbo definitivo a Occidente y amplió su campo de acción con una estrategia de diversificación que ha sido la tónica de su imperio en las últimas dos décadas.
Warner Music
Su mayor golpe de efecto llegó en 2011, cuando compró Warner Music Group por 3.300 millones de dólares, en una operación que devolvió la discográfica al ámbito privado. Su ambición no se detuvo ahí. Ha invertido en productoras de cine y televisión y también ha tenido incursiones en la moda y en el mercado inmobiliario de alto standing.
Su estilo de vida da cuenta de esta expansión global. Blavatnik, casado con Emily Appelson Blavatnik y padre de cuatro hijos, reparte su tiempo entre Nueva York y Londres, donde posee algunas de las propiedades más exclusivas del mercado. En 2004 adquirió una mansión en Kensington Palace Gardens, que tras años de reformas se valora hoy en más de 300 millones de dólares. En Manhattan, compró un ático por 75 millones.
En 2016, impulsó la creación de DAZN, con la ambición de convertirse en el ‘Netflix del deporte’. La apuesta ha requerido una financiación constante. Solo en 2022, Blavatnik inyectó 4.300 millones de dólares para sostener las cuentas tras los estragos de la pandemia. Gracias a ese respaldo, DAZN ha seguido operando pese a los números rojos. Ahora, el empresario redobla su jugada: con la compra de los derechos globales del Mundial de Clubes 2025, busca un punto de inflexión.
El desafío es mayúsculo: transformar una plataforma que arrastra pérdidas en un negocio rentable, conquistando a una audiencia global con el fútbol como anzuelo. El Mundial de Clubes será el ensayo general. Si la apuesta sale bien, Blavatnik podría consolidarse como el gran transformador del streaming deportivo.