Tal y como cuentan los novios, la velada fue de lo más divertida. A mitad de la noche, un espectáculo de flamenco clásico, interpretado por un cuarteto de artistas de la escuela de Christine Hereen. amenizó la velada. La novia estaba pletórica e incluso se animó a bailar una bulería. Más tarde, un DJ del equipo de SonLive group tomó el relevo con una cuidada selección de temas franceses, Frank Sinatra y bossa nova, en perfecta sintonía con la atmósfera íntima y sofisticada que inundó el palacio.
La decoración de la boda: la elegancia y lo clásico se dan la mano
Volviendo al día de la boda, los novios, que tienen una amplia trayectoria en organización de eventos exclusivos, se encargaron del diseño, la producción y la supervisión de cada detalle. La decoración corrió a cargo de la firma à toi fleurs, fundada por la novia, y se concibió bajo una estética clásica y elegante. Sin recurrir a una temática explícita, se buscó preservar la solemnidad del entorno y crear una atmósfera atemporal.
La paleta de colores se articuló en torno al blanco, el negro y el burdeos. El anthurium, en sus versiones blanca y burdeos, se erigió como flor protagonista, acompañado por orquídeas, hortensias, musgo liofilizado blanco y amaranthus preservado, componiendo una selección floral rica en texturas y matices.
Tal y como nos explican los novios, la cena, que tuvo lugar en los jardines escalonados de Forrestier, estaba estructurada en tres largas mesas imperiales. La mesa central, decorada en blanco y negro, evocaba el diseño del vestido de la novia, mientras que las dos mesas laterales se vistieron de burdeos, logrando un sutil juego de equilibrio cromático. La vajilla también formó parte de este diálogo minucioso entre tradición y sofisticación. En las mesas burdeos, se utilizaron platos de porcelana en tonos coordinados, procedentes de dos casas emblemáticas: Vista Alegre y Mason’s England, completándolas con cubertería vermeille, cuya calidez dorada sumaba un sutil toque de lujo. En la mesa presidencial, se utilizó una vajilla de Limoges en blanco con delicados motivos dorados, acompañadas de cubertería de plata maciza, evocando el espíritu de las grandes cenas de gala.
Como elementos unificadores, las tres mesas compartían una composición escénica de alto impacto: antiguos candelabros de plata labrada, caminos de espejos rectangulares, cajas de cristal vintage, jarrones tallados de cristal de Murano y más de setenta kilos de uva rosada-burdeos, dispuestos como si de un bodegón infinito se tratase. Los mástiles de la carpa fueron revestidos con telas abullonadas en tonos crudos, en armonía con la mantelería de lino en la misma gama, acentuando el carácter escénico y envolvente del espacio.
El Objetivo de Sara
El objetivo de Sara
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