Olivia Rodrigo, en modo superestella, enamora a Mad Cool

Más de 50.000 personas pasaron por Mad Cool 2025 en cada uno de sus tres días. Todo un éxito, ya que, pese a los fallos de sonido del primer día, el festival celebró la que es su mejor edición hasta la fecha en cuanto a experiencia festivalera se refiere. Una gran organización hizo que el recinto resultara comodísimo para ver cualquier concierto, y haciendo que la vuelta a casa (o al menos, al centro de la ciudad) no fuese una gran odisea como suele ser habitual en este tipo de eventos.

El gran concierto de la jornada del sábado, fue sin lugar a duda el de Olivia Rodrigo. Una enorme marea de asistentes (sobre todo adolescentes, y particularmente chicas) cubría el recinto a ambos lados del escenario. Antes de empezar ya se palpaba el nerviosismo. Varios asistentes tuvieron que ser atendidos por mareos, mientras que a otros se les entregaron botellas de agua para evitar desfallecimientos. Estábamos ante el gran fenómeno fan del festival.

La pantalla central proyectaba a Olivia Rodrigo caminando sobre una cuerda. Tras unos segundos, perdía el equilibrio y se precipitaba lentamente hacia el vacío. El escenario rugía cuando salían las integrantes de su banda formada completamente por mujeres, y cuando lo hizo Olivia, parecía que se fuese a caer. La artista comienza con ‘Obsessed’, una “bonus track” de la versión deluxe de ‘Guts’, que se celebró como si fuese su canción más popular. En realidad, todas lo parecían. La versión en directo de ‘Vampire’ consolidó su posición en la parte alta de su discografía. Su estribillo parece estar diseñado para desgañitarse hasta quedarse sin voz, y hay algo muy satisfactorio en gritar junto a miles de personas “bloodsucker, fame-fucker, bleeding me dry like a goddamn vampire!!!!”.

Tras ella, la cantante se dirige al público y saluda con un enérgico “¿Qué pasa, Madrid?”. Agradece el amor incondicional de sus fans y se ríe con las pancartas que muchos levantan. La respuesta de ellos no es otra que un coreado “Y guapa y guapa y guapa, y reina y reina”… La artista se empapa de todo ese cariño mientras se sienta al piano para interpretar ‘drivers license’, el que fue su primer gran éxito, y que sigue coronándose como un enorme himno sobre el final del primer amor adolescente. En consecuencia, las cámaras enfocaron a las primeras filas, repletas de chicas jovencísimas llorando mientras cantaban cada palabra a pleno pulmón.

Ainhoa Laucirica

La artista no solo va sobrada de voz, sino que su carisma en el escenario es arrollador. Pese a su corta carrera, es ya toda una superestella, con una presencia que recuerda a grandes iconos de otros tiempos. En parte se debe a que en tan solo dos discos ha recopilado un arsenal de temazos que resuenan en todo tipo de público. Sus letras son muy adolescentes, pero están llenas de verdad, de sentimientos tan sinceros que por muy lejos que te encuentres de esas primeras experiencias amorosas, te recuerdan vívidamente lo que sentiste en aquellos momentos. Baladas despechadas como ’traitor’, ‘enough for you’ o ‘happier’ (acompañada de linternas arriba y brazos zarandeándose en el aire) funcionan mejor en directo que en la grabación de estudio. Y si lo hacen es precisamente porque sus versos tienen una capacidad para conectar con la audiencia que transciende de las experiencias de la propia artista.

Aunque Olivia encadenó quizá demasiadas baladas, la fuerza y pasión con la que las interpretaba (y con la que la gente respondía a ellas) hizo que el espectáculo nunca llegase a decaer. Una de ellas fue ‘All I Want’, una canción de su época en High School Musical que no había cantado hasta ahora en su gira por festivales.

‘Deja Vu’ fue la última que sonó antes de irse del escenario. Poco después, regresaba para la parte final, que comenzaba con la intro de ‘brutal’ y con una proyección de la cantante rodeada de un círculo de fuego. Para el final de ‘all american bitch’, pedía al público que pensasen en alguien a quien odiaran para gritar con ella. En esa misma línea de teen-angst llegaba ‘good 4 u’, ya convertida en todo un himno y en una de las mejores canciones del revival pop-punk contemporáneo. Como era de esperar, no quedó ni un alma que no la cantase con ella a viva voz. Para rematar, Olivia se subió a un andamio, cogió un megáfono e interpretó ‘get him back!’, cerrando su gran show con confeti y luces doradas.

Ainhoa Laucirica

Mucho antes, a las 19:35, Finneas salía a uno de los escenarios principales con una camisa de leopardo y luciendo una media melena. Rodeado de una banda formada por teclado, batería y guitarra (la misma con la que grabó su último disco ‘For Cryin’ Out Loud’), ofreció un concierto, a menudo con cierto aire setentero, muy disfrutable. El sonido era impecable y su voz siempre estuvo a la altura, tanto en canciones más animadas como ‘Sweet Cherries’, como en las baladas. En este segundo grupo, sonó especialmente conmovedora ‘Angel’, que el artista interpretó sentado al teclado mientras la gente levantaba los brazos y los zarandeaba de un lado a otro.

Otro gran momento vino de la mano de ‘What’s It Gonna Take to Break Your Heart’, donde le acompañó la voz femenina de la teclista haciendo los coros. Finneas sacó el móvil para grabarse con el público durante ‘2001’, y señaló estar muy contento con estar de vuelta en Madrid, ciudad a la que no volvía desde la gira de su hermana Billie Eillish en 2019.

Ainhoa Laucirica

En el escenario Ouigo, St. Vincent apareció moviéndose con extrañeza, interpretando un papel de mujer misteriosa ideado para esta gira. ‘Broken Men’ hizo los honores inaugurando el set, donde la artista cantaba retorciendo su cuerpo con cada golpe de batería. A las 20:15h el sol todavía no había caído y le deslumbraba al cantar. «¡Odio el sol! ¡Deberíamos ser todos vampiros!», exclamó. Poco después alguien de su equipo le dio una gorra, que posteriormente cambiaría por unas gafas de sol.

La mayoría del set estuvo dedicado a su último disco, ‘All Born Screaming’ (nos olvidamos de su versión en español, de la que solo canta algún verso suelto en alguna canción), pero no se olvidó de éxitos de la era de ‘Masseduction’ como ‘Los Ageless’ o ‘New York’. Esta última la describía como «una canción sobre una canción sobre una ciudad sobre un amor». Fue uno de los grandes momentos del concierto. Annie Clark, sin salirse del todo de su personaje, se bajó a interactuar con el público, hablando con ellos, llamándoles «my love» y cosas similares mientras la interpretaba.

Su show fue totalmente de menos a más, y no porque empezase mal, sino porque terminó por todo lo alto. Clark dio toda una lección de presencia y experiencia sobre los escenarios. Lo suyo es profesionalidad máxima sin olvidarse nunca del puro espectáculo.

Al ver el set completo de St. Vincent, hubo que sacrificar parte del de 30 Seconds to Mars, aunque llegamos para las últimas cinco canciones. El concierto, al parecer, comenzó unos veinte minutos tarde. Cuenta la banda que para ir desde Barcelona a Madrid les cancelaron tres vuelos diferentes debido a fuertes tormentas. Tras ello, fueron a la estación a coger un tren que también acabaron cancelando. Volvieron al aeropuerto y su nuevo vuelo iba con retraso, así que llegaron con el tiempo justo para hacer acto de presencia en el festival y no decepcionar del todo a sus fans.

Cuando llegamos al escenario principal, los de Jared Leto lanzaban globos negros y llamaradas por doquier dando paso a ‘This Is War’. El líder de la banda dejaba que el público cantase la mitad del estribillo y parecía bastante cansado a nivel vocal en ese punto del show. Los temas más antiguos como ese han envejecido mal, o seguramente nunca fueron demasiado buenos, pero respondían a la moda emo de su tiempo. Aun así, son mucho mejores que otros más recientes como esa horterada histórica llamada ‘Stuck’, cuya presencia en el set es difícil comprender (o más bien su mera existencia). Cerraron su espectáculo como siempre lo hacen, invitando a sus fans a subir al escenario con ellos mientras tocaban ‘Closer to the Edge’.

Ainhoa Laucirica

Por otro lado, los ingleses Glass Animals se vieron algo perjudicados por el sonido deficiente del escenario (a la altura de la torre de sonido, donde nos encontrábamos, se escuchaba bajo y enmarañado), pero supieron aportar ligereza a la jornada con su música festiva. Abrieron con la simpática ‘Life Itself’, con la que pronto se metieron al público en el bolsillo. La banda llevaba dos sintetizadores, guitarra eléctrica y percusión, y su líder se movía con gracia sobre el escenario. Canciones como ‘The Other Side of Paradise’ o ‘Space Ghost Coast to Coast’ aportaron frescura a un set entretenido que culminó, como no podía ser de otra manera, con el gran éxito del grupo: ‘Heat Waves’.

Cerraron el festival el dúo francés Justice, muy asiduos a los festivales de nuestro país. Esta vez presentaban su más reciente álbum de estudio, ‘Hyperdrama’. Como siempre, el sonido de sus beats y sus sintetizadores futuristas se te meten dentro la piel, como si te estuvieran poseyendo. Ocultos en su habitual oscuridad, relegados a simples siluetas, ofrecieron un espectáculo de luces y láseres que acompañaban satisfactoriamente a sus ritmos dance y electro. Nada particularmente nuevo, pero no puede negarse que los parisinos han encontrado una fórmula efectiva que no deja nunca a nadie sin bailar.

Ainhoa Laucirica

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