Si tuviésemos que imaginar el vestidor de alguien a quien consideramos pijo, vendrían a nuestra cabeza prendas como un cárdigan, una camisa de estilo Oxford, unos pantalones de pinzas –seguramente de color beis– y unos mocasines lustrosos. Sería una primera aproximación a lo que antes se entendía como una identidad y ahora se lee como una tendencia. Porque si a finales del pasado siglo la indumentaria hacía al pijo; en la actualidad, lo único que garantiza esta vestimenta es una predisposición –a veces, momentánea– hacia una manera concreta de engalanarse. En las colecciones de primavera-verano 2024 de firmas como Prada, Gucci o Dries Van Noten, las piezas de ropa y los complementos más esnobs se llevan sin su significancia simbólica de antaño.
Aunque ha sido en la propuesta artística de la otra enseña que dirige Miuccia Prada en donde se ha materializado con más solidez esta relectura, solo posible en un mundo posmoderno. “Miu Miu ha sido pionera a la hora de proponer un enfoque lúdico y audaz de la moda; jugando a contrastar estilos e incorporando referencias culturales de maneras inesperadas”, apunta la prescriptora de moda Mafalda Patrício, conocida por incorporar diseños clásicos a su armario. Por eso, si los polos, las gabardinas y las chaquetas de estilo college conforman el uniforme propuesto por la casa de moda italiana para esta temporada, estos se llevan de manera despreocupada –los cuellos de las camisas mal colocados, los peinados deshechos, los bolsos repletos– y se combinan con otros elementos de carácter estival y, por tanto, relajados, como son las bermudas, los bañadores o las sandalias de cuerda deportiva.
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