Natalia Ferviú llevó dos vestidos de novia diseñados por Madrid Manso
Hay algo profundamente especial en las bodas íntimas –y lo digo con conocimiento de causa–: ese aire de complicidad, de emoción sin filtros, donde cada gesto cuenta y cada mirada tiene un testigo cercano y muy familiar. Así fue precisamente la boda de Natalia Ferviú, quien eligió la calidez de su familia más cercana para casarse con el músico Carlos Pereiro –Carlangas–, padre de su hijo Marcelo. “Elegimos una boda íntima porque la otra opción era hacer un macrofestival”, cuenta entre risas la experta en moda. “Carlos y yo conocemos a mucha gente. Afortunadamente tenemos muchos amigos, pero también muchos compromisos. Además, mi familia es enorme. Nos costaba muchísimo acotar. Sólo de pensarlo nos daba pena y fatiga”, añade.
Así pues, la pareja decidió darse el ‘sí, quiero’ en Galicia, tierra natal de Carlos. “Tengo que decir que también barajamos casarnos en Tenerife, mi tierra, pero lo descartamos porque iba a ser mucha paliza para los bisabuelos gallegos andar pillando aviones. Mis padres tenían más fácil moverse”, comenta Natalia. Finalmente decidieron casarse en el norte, concretamente en una celebración que duró tres días y se festejó en Monterroso (Lugo), A Coruña y Santiago de Compostela. “Quisimos que coincidiera con el cumpleaños de Marcelo, que es el 23 de junio, ya que celebrándole a él estábamos celebrando nuestro amor. Pero es que además Carlos cumple al día siguiente, y en medio ¡la noche de San Juan!, que es una fecha muy especial para mí. Siempre la he vivido muy intensamente, saltando hogueras, manifestando a través de todo tipo de rituales… Me parece increíble que todo haya cuadrado así”, confiesa.
El mejor recuerdo que atesora Natalia Ferviú de su boda es la complicidad que sintió con su ahora marido. “Su carita al verme llegar vestida de novia hecha un manojo de nervios, las risas cuando atravesamos la aldea en furgoneta y nos cruzamos con un montón de vacas… Y, sobre todo, la conversación que tuvimos al despertar la mañana siguiente, comentando lo bonita que es la sensación de estar casados”, dice.
Desde pequeña, Natalia Ferviú es una fan confesa de los vestidos de novias, que han estado muy presentes en su vida –aunque nunca antes para pasar por el altar–. “Aunque era una boda pequeña, no quería quedarme con las ganas de hacerme unos lookazos para la ocasión. Además, la idea de que los vestidos me los hiciese uno de mis mejores amigos tenía todo el sentido”, cuenta Ferviú. Para ello, confió en su amigo Raúl, de Madrid Manso.
“Para arrancar preparé un moodboard con inspiración, que le fui rebotando a mi amigo Raúl de Madrid Manso, con imágenes de mangas abullonadas, cuellos isabelinos, aunque finalmente me relajé con esto último”, explica entre risas Natalia. “Hubo mucha referencia victoriana y de estilo imperio… Pero siempre con la idea de darle un twist más contemporáneo para escapar del disfraz, y que el resultado fuese algo atemporal. Todo surgió a partir de estas referencias y de un tocado que encontré en un mercadillo hace como 15 años. Lo compré con la idea de que si algún día me casaba me lo pondría, por esto de que la novia debe llevar algo viejo… Finalmente no lo combiné con los vestidos porque marcaba demasiado los looks, les restaba frescura, quedaba como muy historiado todo. Así que lo dejé para la noche de boda con un outfit más erótico-festivo”, desvela Natalia. La novia tenía claro que quería vestir de blanco “Elegí el blanco roto, que me sienta mejor, a pesar de que de adolescente fantaseaba casarme vestida de negro”, reconoce.