Las sandalias que protagonizaron mi último viaje a Italia
El único propósito de mi última escapada era en un principio descubrir Venecia, esa isla artificial que misteriosamente se mantiene en pie desde hace siglos, que alberga cientos de museos y rincones históricos en su interior y en la que, como por arte de magia, parece haberse detenido el tiempo. Pero entre gondoleros con camisetas a rayas, paseos en barco a las islitas más cercanas y muchos helados, no pude evitar fijarme en cómo vestían los locales y turistas que pululaban junto a mí por sus estrechas callejuelas.
Además de la ligereza de las prendas para sobrellevar el calor húmedo, lo que más llamó mi atención fue que, ante todo, en la capital de la región del Véneto prima la comodidad en el calzado (y no, nadie llevaba venecianas, llamadas allí friulane, en pleno verano). “Lógico”, pensé. Son necesarias ciertas elecciones si te encuentras en una zona en la que los vaporetti son (casi) el único medio de transporte y lo más normal es ir bajando y subiendo de muelle en muelle; algo que sucede por igual cuando te dispones a cruzar sus famosos puentes –y sus no tan amigables escaleras– . Y entre esta legión de zapatos cómodos, hubo dos estilos de sandalias que, desde luego, no pasaron desapercibidos ante esta amante de la moda.
Sandalias ‘palas’
Si hay algo que nos pueden enseñar las italianas es que la comodidad y lo clásico no tienen por qué estar reñidos. Veamos, por ejemplo, estas sandalias. Comúnmente conocidas como ‘palas’, este diseño trotamundos es ideal para afrontar altas temperaturas y recorrerte hasta el último rincón de tu destino vacacional sin perder sofisticación. No son en absoluto una tendencia pasajera, sino más bien un eterno fondo de armario, y son también las favoritas de otras mediterráneas: las francesas. Las usarás hasta que no den más de sí (y después intentarás hacerte con otras nuevas). Prometido.
Sandalias de dedo
Poco queda por decir a estas alturas de las sandalias de dedo y no me sorprendió en absoluto verlas por todas partes en Venecia. Eso sí, estas en concreto tenían algo especial. Más allá de la típica estructura de las chanclas, estos modelos se cerraban mediante una tira trasera, haciéndolas perfectas para un mayor amarre al caminar. De hecho, aparte de los diseños con cuerda marinera (que también vi unos cuantos) estas tenían un aire romano (quizá mimetizarme con el ambiente me afectara, pero si lo piensas tiene todo el sentido del mundo), ya que muchas de ellas poseían una tira extra prolongada hasta sujetar la zona del tobillo. Otro imprescindible más que pienso tomarles prestado a las italianas y a sus visitantes, y que sí o sí meteré en mi próxima maleta.
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