Es razonable pensar que Pedro Sánchez ha declarado la comisaría de Via Laietana como Lugar de Memoria Histórica porque es más fácil que aprobar la reducción de la jornada laboral. Es un gesto hacia la izquierda con poco riesgo y un efecto estético nada desdeñable. Una batalla cultural en tiempos de regresión creciente que le da visibilidad progresista e irrita a sus rivales, lo que también le beneficia.
Pero, a la inversa, también tenemos razones para imaginar que los contrarios a la decisión la atacan porque les permite dejar de lado otros asuntos más engorrosos. Hablo del Partido Popular, que el martes no arremetió con fuerza contra Salvador Illa por la presunta corrupción socialista, tal vez para evitar alusiones a Cristóbal Montoro y su supuesto servicio de leyes a la carta. La disposición para que se recuerde públicamente que en Via Laietana la policía de Franco torturó durante décadas ha sido el clavo ardiente al que se ha agarrado este miércoles el portavoz del PP, Alejandro Fernández, para enhebrar una de sus intervenciones habituales. Uno se lo podía imaginar el martes noche, viendo el telediario y diciéndose: “Bien, tengo tema para mañana”.
Con tono encendido, ha acusado al socialismo de señalar “a servidores públicos honrados, tratándolos como si fueran fuerzas de ocupación. Exactamente la retórica que les exige el separatismo”. Según Fernández, la policía actual puede sentirse aludida por la referencia a sus antecesores de la dictadura. Teatralmente indignado por esa hipotética ofensa, ha rematado con pasión: “quisiera aprovechar estos segundos finales para trasladar, en nombre del Partido Popular de Catalunya, nuestro apoyo a Mossos, Guardia Civil, Policía Nacional y policías locales”. Un idílico momento kiss cam sin los riesgos de un concierto de Coldplay. Salvador Illa no ha utilizado ni la mitad de su tiempo disponible para responderle que “se está haciendo un lío usted mismo. Descanse en verano”.
En cambio, David Cid, portavoz de los Comuns, ha cogido el tema al vuelo para escenificar un enfado con Fernández, insistir en las torturas policiales, y meter un poco con calzador al PSUC, el partido que más torturados aportó, para su desgracia, en aquellos años negros.
Lo cierto es que Illa estaba mucho más distendido, una vez superado el trago de la corrupción, y consciente de que, sin tener a nadie especialmente contento, tampoco hay alternativas que le puedan poner en más aprietos que una petición retórica para que dimita la consejera de Educación por el desaguisado de las adjudicaciones de plazas de profesor.
El mismo asunto de la comisaría de policía es un ejemplo claro: el acuerdo del Gobierno central va demasiado lejos para el PP, ya lo hemos visto; en cambio, Comuns, Sumar o Esquerra creen que se queda corto, porque el edificio se sigue usando para labores policiales. La conclusión es que los socialistas se quedan en medio, con el cartel de razonables y juiciosos, defendiendo a la vez la denuncia antifranquista y la pureza democrática de las fuerzas y cuerpos de seguridad.