Vigalondo explota al máximo la unicidad de Tamara/Yurena

En los 2000, una generación de espectadores se quedaba todos los días hasta las tantas de la madrugada viendo un late-night llamado ‘Crónicas Marcianas’. Xavier Sardá tomaba el relevo de Pepe Navarro en Telecinco comentando la actualidad, muy especialmente Gran Hermano, y presentando ante el gran público a un ejército de personajes tan singulares como Pozí, la Bruja Lola o Carmen de Mairena. Llamarlos «friquis» no es cosa mía, sino impertinencias de la época: llegó a estrenarse en 2004 una película llamada ‘FBI: Frikis Buscan Incordiar‘, en la que participaron Paco Porras y Arlequín.

En el grupo de estos últimos conocimos a una extraña y cuestionada cantante que más que de Santurce, parecía salida de otro mundo. Su look alienígena recibía comparaciones con David Bowie, si bien tenía sobre todo influencias más comerciales como Mecano, Alaska o Culture Club. Era Tamara hasta que perdió un juicio contra una cantante de boleros con el mismo nombre artístico, pasó a llamarse Ámbar, y finalmente Yurena.

Tamara nunca desarrolló una carrera musical demasiado prolífica. Apenas un disco que tuvo ser retirado del mercado por el pleito con la otra Tamara, y unos cuantos singles sueltos conforman toda su discografía. Algunos valen un potosí en Discogs y urge reeditarlos como se ha hecho de manera digital con algunos de sus sencillos, que han presentado nuevas portadas en las que puede leerse «Yurena, la cantante anteriormente conocida como Tamara». En cualquier caso, el personaje ha permanecido en el imaginario colectivo a través de las tertulias del corazón, y Netflix ha estrenado este verano un documental y una miniserie producida por Los Javis. Nacho Vigalondo ha dirigido la mayoría de episodios de la serie llamada ‘Superestar’, como el álbum descatalogado. Y la serie es única como el personaje era único, y el disco era único, también.

Vigalondo no se ha centrado solo en el personaje de Tamara. No aparece su intento de suicidio, ni mucho menos su trabajo con Le Mans, Spunky o Dinarama. Ha construido 6 episodios corales, que empiezan y terminan con ella (el primero es sobre su madre, el último sobre ella misma), pero presentando también las peculiaridades de los demás. Es tristísimo el relato de Leonardo Dantés, en su lucha por convertirse en un compositor reconocido tras haber trabajado con estrellas de primer nivel. La serie ha conseguido que le coja cariño al ‘No cambié’, después de 25 años defendiendo que no era una de las mejores canciones de Tamara.

El dedicado a Loly Álvarez y Arlequín deambula entre el humor de la primera y lo siniestro del segundo. ‘Quiero la cabeza de Paco Porras’ se adentra en el surrealismo cual gorrino en una charca (no dejaba de ser una persona que veía el futuro en fruterías de Vallecas), y ‘Tony Genil y las losers de Bohemia’ ya no sabes si es un capítulo de ‘Twin Peaks‘ o de ‘Muchachada Nuí’, a cuyos actores en definitiva ha recurrido el formato.

De verdad que influida por David Lynch, también por discípulos cañís como Chema García Ibarra, y obviamente por la singular filmografía de Vigalondo, ‘Superestar’ es una propuesta atrevida y osada, de lo más valiente que se recuerda en la televisión española. No es apta para todos los públicos, ni supera todos sus retos formales (hay altibajos), pero cuando logra venirse arriba, es que llega muy alto. El accidente de coche en la Cibeles sigue funcionando de manera narrativa como el primer día, y la presentación momificada de Loly Álvarez en ‘Crónicas marcianas’ es historia de España, pero el director y co-guionista no se ha quedado en la recreación de episodios por todos vistos en Youtube. Se ha puesto creativo.

La «aparición» de Michael Jackson con aquel plato de macarrones que hace poco inspiró una canción de Ladilla Rusa no es nada comparado con esos tuppers llenos de mierda que nos han retrotraído a los tiempos de Piero Manzoni. O mejor, a John Waters. Después, la serie está llena de cameos de la cultura pop. Entre los de Carolina Durante, Luna Ki, Samantha Hudson e Hidrogenesse, me quedo con uno que solo oímos: Vigalondo ha tenido los huevazos de pedir los derechos, y además conseguirlos, de un tema de la otra Tamara, la de los boleros, ‘Si nos dejan’.

Y es que la serie funciona incluso en el plano sentimental. La escena en la que Margarita Seisdedos cierra los ojos y promete que dejará de ver a su hija como a una niña, me la llevo para siempre. La defensa que Yurena hace de su madre muerta, frente a sí misma, también (Ingrid García-Jonsson está de premio, es que ES TAMARA). Y el sublime final de ‘Superestar’ es la viva puesta en escena de alguien que siempre soñó con ser cantante, pero tuvo más fantasía que disciplina. Era lo suyo que esta historia «fantástica» tuviera, efectivamente, trazos de realismo mágico.

Por si no hubiera suficiente con todo esto, el documental ‘Sigo siendo la misma’ de Marc Pujolar presenta la versión familiar de esta historia, con testimonios de periodistas como Juan Sanguino, Agustín Cascales o Mario Vaquerizo, y la colaboración de la propia Yurena, a quien, como comprobamos, aún llaman Tamara por la calle. Ahí Vigalondo también parece haber metido mano, cuando se ha decidido poner a Yurena a tomar chupitos con la actriz que interpretaba a su madre en la serie, una espléndida Rocío Ibáñez. El encuentro entre ambas, como todo esto, hay que verlo para creerlo.

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Farándula y Moda

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