Nuestro modus operandi cuando nos lavamos el pelo parece una obviedad, un procedimiento rutinario que muy difícilmente podría hacerse mal: nos metemos en la ducha, nos mojamos toda la melena, aplicamos bien de champú por todo el cabello y procedemos a su consecuente aclarado. Luego, acondicionador, mascarilla o lo que proceda ese día en cuestión. The end. Sin misterios, sin complicaciones, y sin exotismos. Pues, ¿qué pasaría si nos dijesen que esta no es ni de lejos la forma correcta de lavarnos el pelo y que, además, seguramente no estemos utilizando el champú adecuado? Nos lo explica Lena de Pons, farmacéutica, experta en dermofarmacia y divulgadora de belleza en redes sociales (@lenadepons), que advierte sobre la importancia de saber cómo y con qué lavarnos el pelo si ansiamos una melena sana y brillante. Más concretamente, nos revela el secreto del ‘glow capilar’: utilizar un champú con pH ácido que cierre la cutícula y refleje la luz.
¿Por qué usar un champú con un pH ácido ayudará a cerrar la cutícula capilar?
“La cutícula capilar está constituida mayoritariamente por queratina; es la capa más externa del cabello, y por tanto la que protege las estructuras internas del pelo —el cortex y la médula— de las inclemencias físicas y químicas. Si la observamos en el microscopio veremos que está formada por un conjunto de células planas que, por su disposición, recuerdan mucho a las tejas de un tejado«, comienza contando de Pons. Una analogía visual que explica el funcionamiento del pH de nuestro pelo. “El pH del ambiente en el que estemos puede modificar la estructura de nuestro cabello completamente. Si nos situamos en un gradiente de pH de ácido a alcalino, veremos que en un pH completamente alcalino —es decir, lo contrario a ácido— la cutícula del pelo está completamente abierta. Hablábamos de la similitud que tiene la estructura de una cutícula sana con un tejado, ¿verdad? Pues en este otro caso, las tejas estarían completamente perpendiculares, asemejándose más bien a las ramas un abeto proyectándose desde el tronco. Es lo que ocurre, por ejemplo, con las decoloraciones, donde se somete al pelo a tratamientos muy alcalinos”, observa la experta.
“Siempre se habla del amoníaco en peluquería para abrir la cutícula y así poder acceder al cortex con productos para decolorarlo químicamente y modificar el color. Si, en cambio, el pelo se encuentra en un ambiente ácido, ya sea por la aplicación de champús, acondicionadores, mascarillas y demás tratamientos, las ‘escamas’ de la cutícula se contraen. Entonces, lo que logramos es que las tejas estén muy apiladas unas con otras; tanto, que se vuelven casi imperceptibles, y ahí es cuando conseguiremos que nuestro pelo brille. Al final, al igual que ocurre con la piel, un pelo brillante es aquel que refleja la luz”, Ahí, según Lena, es donde radica el secreto del glow. Pero, ¿cómo se logra este reflejo? “Teniendo la piel y/o la fibra capilar como un espejo. Es decir, lisos. Si en tu pelo no se diferencian las escamas de lo contraídas que están porque las has sometido a un pH ácido, la fibra se volverá lisa: ahí tienes tu glow capilar”.
El modus operandi correcto (y poco común) para aplicar el champú
“Cuando un formulador formula (valga la redundancia) un champú, lo hace pensando en la correcta aplicación de este. Como usuaria debes utilizar esa fórmula como se ha pensado, como se ha diseñado y está previsto que se utilice. Es decir, el champú se formula para limpiar el cuero cabelludo y por tanto se debe aplicar en este, y nada más. Ciertos spots publicitarios han hecho muchísimo daño en este sentido, porque tendemos a imitar ese gesto tan requetevisto en televisión y hacer de nuestro cabello un totum revolutum cuando lo lavamos, lo que es completamente incorrecto», revela de Pons. Una técnica aunque común, sin sentido, y que la experta explica de la siguiente forma: «Fisiológicamente, la raíz del pelo no tiene nada que ver con el resto de este. El pH es distinto en un lado que en otro, y la cantidad de sebo es también completamente diferente. Por tanto, el correcto modus operandi sería esmerarnos mucho en que antes de aplicar el champú el pelo esté completamente mojado, y a partir de ahí usar una cantidad no demasiado exagerada de producto, a poder ser emulsionándolo antes de aplicarlo —es decir, frotándolo con agua para crear una espuma— para luego masajear con las yemas de los dedos y limpiar el cuero cabelludo el tiempo que sea necesario. Un minuto, dos minutos… El resto de la melena, al aclarar el propio champú este se deslizará de forma natural limpiando la fibra capilar en su recorrido hacia el desagüe. Tu pelo no dejará de estar limpio por hacerlo esta forma, es más, en pocos usos correctos notarás que el aspecto de tu melena mejora notablemente”, concluye.
¿Cómo saber qué champú es el adecuado para nuestro pelo?
La pregunta del millón tiene una respuesta tan sencilla y lógica como cabría esperar. “Esta es la misma cuestión que nos debemos plantear a la hora de formar nuestra rutina de skincare, y para la cual debemos tener claras nuestras necesidades y objetivos. Así, escogeremos el champú según las necesidades del cuero cabelludo, y escogeremos el acondicionador y la mascarilla según las necesidades de la fibra capilar. Es muy importante también complementar el champú con tratamientos, ya sean exfoliantes semanales o bien aceites pre-lavado”, aconseja la farmacéutica.
Y sobre los champús con parabenos y siliconas… ¿A qué se debe su mala fama?
¿Son realmente dañinos para nuestro cabello los archiconocidos parabenos? La experta lo tiene claro. “Rotundamente no. Básicamente, los parabenos (en las concentraciones permitidas) posiblemente sean el ingrediente más seguro con el que se formule en Europa. Existe un Comité Científico Multidisciplinar Europeo (SCCS) que se dedica únicamente a investigar las preocupaciones del consumidor de cosmética en Europa. ¿Y cuál es, desde hace años, la principal preocupación de este consumidor? Los parabenos. Este comité año tras año emite opiniones, hacen pruebas, estudios… Y todavía no les han encontrado nada malo. Es por eso que a día de hoy, en Europa, es una de las regulaciones más estrictas que existen para formular y traer al mercado cosmética extranjera. Así que no, no son nada malo, están permanentemente probados y estudiados”.
Duda solucionada, pero falta conocer si ocurre lo mismo con las acompañantes incondicionales de estos denostados viejos conocidos, las siliconas. “Las siliconas son un tema aparte. La moda de demonizar las siliconas empezó, pienso, con el método curly. En este método no se aconseja su uso, por lo que algunos laboratorios encontraron oportuno que, para vender más entre el público curly, no solo no formularían con siliconas si no que también lo reivindicarían muy notablemente en los packagings. Esa tendencia de mercado acabó creando un sesgo en la población, que terminó creyendo que pueden ser dañinas o perjudiciales”.
Entonces, ¿qué es lo que ocurre realmente con las siliconas? “Bien, primero debemos entender que existen dos tipos: las volátiles y las que no lo son. Las siliconas volátiles, como su propio nombre indica, se volatilizan rápidamente tras su aplicación; se esfuman, no permanecen en el pelo. Sin embargo, dejan una sensación de hidratación e incluso frescor, ligereza… En cambio, las siliconas no volátiles son las que sí permanecen en el pelo, y las que las chicas curly evitan. ¿Por qué? Porque dan peso al rizo, lo que hace que este pierda definición y se alise. Una gran usuaria de siliconas sería, por ejemplo, aquella chica con un pelo lacio, porque aportarán peso a su melena y la mantendrán lisa y brillante. Esto se debe a que se depositarán encima de la cutícula —no cerrándola ni dejándola lisa de manera fisiológica— creando una película que también reflectará la luz, y por tanto aportará brillo al cabello”.