Hayley Williams ha explicado que el motivo por el que ha lanzado 17 singles sueltos en lugar de un álbum es porque no se «propuso escribir un disco» y simplemente «necesitaba componer» y acabó «escribiendo todas estas canciones». Curiosamente, asegura que no percibe una «perspectiva» que una todas las pistas y reconoce no saber «exactamente cuál es la experiencia del disco». Eso no le impedirá lanzar estas 17 canciones en formato físico, en un único álbum, pero pide a sus fans que le envíen sus playlists personales y le ayuden a secuenciarlas.
Que este disco -provisionalmente titulado ‘EGO’- carece de perspectiva puede entenderse desde diferentes ángulos. A lo largo de esta casi veintena de cortes, Williams explora temas como la salud mental, la fe, las relaciones románticas o de amistad, la fama o su relación con la industria musical, y lo hace con una franqueza que desarma cuando, en ‘Glum’, canta sobre «tener 37 años y no tener ni idea de nada».
La perspectiva de Williams, en esta colección de canciones, es la de una persona adulta que llega a esa edad algo desilusionada, pero no completamente desesperanzada. Williams retrata su sentencia a autosabotearse emocionalmente en ‘Whim’, critica la hipocresía de Estados Unidos en ‘True Believer’, un país donde los «cristianos posan con armas más grandes que sus hijos», ataca a los «hombres» de la industria a los que «hizo ricos» en ‘Ice On My OJ’, dedica una canción de amor a los antidepresivos en ‘Mirtazapine’, o contempla ciertas relaciones masculinas en ‘Disappearing Man’ o ‘Brotherly Hate’, esta última, muy probablemente inspirada en los hermanos de Paramore, Josh y Zac Farro.
«Seré la mayor estrella en este país racista» es una de las sonoras frases incluidas en ‘Ego Death at the Bacholerette’, mientras ‘Kill Me’ atraviesa temas como la maternidad y el trauma generacional («yo soy donde acaba el linaje») y ‘Hard’ expone su coraza emocional: «Pégame, porque no me ablando, estoy demasiado dura, y mis costillas con barras de metal, que protegen mi corazón».
¿Será que el «disco» carece de visión artística? En absoluto. Williams entrega una colección de canciones unificadas por las guitarras alternativas, el pop-rock y el grunge de los noventa, donde caben homenajes al shoegaze (‘Mirtazapine’), al dream-pop (‘Blood Bros’) o ciertos dejes country (‘Whim’) o tropicales (‘Love Me Different’). Eso sí, las melodías son siempre calmas y sosegadas, y es cierto que no está muy claro qué podría ser un single y qué no, aunque ‘Glum’ es un digno candidato, ha sido el focus track y además es el tema del «disco» que sus fans más están oyendo.
La cohesión de esta colección de canciones, sin embargo, no impide que las composiciones, escuchadas juntas, construyan un repertorio lineal y demasiado uniforme, en el que ninguna canción sobresale. Las guitarras rugirán más (‘Ice On My OJ’) o menos (‘Whim’), las baladas emocionarán más (‘I Won’t Quit On You’) o menos (‘Dream Girl in Shibuya’), las producciones serán más (‘Disappearing Man’) o menos experimentales (‘Kill Me’), pero todas las pistas se suceden de forma correcta, sin sobresaltos y de forma ligeramente monótona. Quizá cuando Williams habla de perspectiva, se refiere a una meta, a un lugar. Quizá estas 17 canciones buscaban una meta o destino, pero realmente no lo han encontrado.
Esto no significa que ciertas pistas de este álbum supuestamente titulado ‘EGO’ no destaquen a su manera: la melodía de ‘Love Me Different’ es alegre y pizpireta, ‘Zissou’ cita una canción de Seu Jorge -al que acabamos de ver en Cruïlla– y ‘Discovery Channel’ habla de sexualidad y conexión sampleando de forma original ‘The Bad Touch’ de Bloodhound Gang. Aunque, al final, queda la habilidad de Williams para escribir buenas canciones de pop-rock confesionales que reflejan su sentir de forma cruda y sincera, y desde su única perspectiva.