Sin abandonar su característica línea de realismo social, la directora Andrea Arnold presentó durante la 77 edición del Festival de Cannes Bird, un emotivo drama fantástico protagonizado por Barry Keoghan (Saltburn) y Franz Rogowski. Un evento cinematográfico gracias a la presencia de una de las nuevas estrellas del Hollywood más joven y a su encuentro con quien ya es una leyenda del cine británico con vocación más punk.
“Teatralmente, me gusta la oscuridad, me gusta el conflicto, pero no veo el mundo definido por ellos”. La intención de Andrea Arnold nunca ha sido la de hacer cine para amenizar grandes salas. Como ella misma afirma, le atraen las historias complejas y ricas en esencia, proyectos que destacan constantemente por una voluntad propia de contribuir al debate social. Su carrera despegó con Wasp (2003), el primer cortometraje que dirigió, y que filmó por completo en su pueblo natal, Hartford, Reino Unido. Cargado de honestidad y empatía, Arnold nos presenta un crudo relato sobre la maternidad lejos de la vida en la ciudad, en parajes quizá un poco más desconocidos para el público. La cineasta británica captura a través de su cámara la vida olvidada y mucho más humilde que existe en los suburbios rurales que bordean las grandes metrópolis. Por esta propuesta acabaría llevándose el Oscar a Mejor cortometraje en el año 2004, lo que la situó en el punto de mira como directora. Un par de años después, en 2006, se alzaba en la 59º edición del festival de Cannes con el Premio del Jurado por Red Road, un thriller psicológico que se llevó elogios tanto por su dirección como por el guion. Arnold parece haberse convertido en una asidua del certamen, acumulando dos premios más del jurado, en 2009 por Fish Tank y en 2016 por American Honey.
Es una de las pocas cineastas que cuentan con múltiples reconocimientos en el festival. A sus 63 años y lejos de apagarse, sigue consolidando su reputación como directora y reafirmando la relevancia de sus trabajos con propuestas tan audaces como acertadas. Este año, firma con Bird su primera película fantástica para narrar otra historia sobre precariedad marcada por los cambios de la adolescencia y de un futuro sin expectativas. El trasfondo y la crudeza de esta película se han llevado hasta ahora una de las ovaciones más largas del festival. Arnold podría conseguir unirse al selecto grupo de ganadoras de la Palma de Oro, en un festival, que desde su fundación en 1946 solo ha otorgado el máximo galardón a un total de dos mujeres. Lo cierto es que el escenario del festival ha sido sitio ajeno para las cineastas femeninas, hasta la llegada en su 50 edición, de Jane Campion. La directora de origen neozelandés abría tímidamente la puerta de la victoria en 1993 con El Piano, compartiendo el premio con el director Chen Kaige por Adiós mi concubina. Campion repite patrón, y como Arnold sigue haciendo resonar su nombre en los grandes teatros con sus nuevos proyectos. En 2022, hacía historia convirtiéndose en la primera mujer nominada dos veces al Oscar a Mejor dirección, ganándolo con su segunda nominación por El poder del perro. Las cifras ponen de manifiesto las barreras que enfrentan las realizadoras en la industria cinematográfica, y el Festival de Cannes no está exento de ellas. La segunda en recibir el galardón, Julia Ducournau, se llevó el premio por Titane hace tan sólo 3 años, un atisbo de cambio para el certamen que no termina de germinar.
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