Este ejercicio de introspección supone evaluar qué tipo de trabajos aportan satisfacción y cuáles generan desgaste, qué tareas conectan con la motivación intrínseca y cuáles resultan incompatibles con los valores personales. Esto evita el autoengaño y permite construir estrategias alineadas con lo que de verdad importa. Sin esa claridad, es habitual caer en proyectos que prometen éxito, pero erosionan la salud mental o la vida personal.
3. Navegando en ti: conocer tus recursos
La tercera fase introduce un matiz esencial: no se trata de cambiar de empresa o de sector por inercia, sino de valorar primero cómo estamos gestionando nuestros propios recursos. Marta Freire diferencia entre los internos –aptitudes, motivaciones, preferencias– y los externos –tiempo, dinero, contactos–. “Cuando intentamos seguir un plan que no está adaptado a nosotros, aumentan las posibilidades de abandonar sin conseguir el objetivo”, explica.
La experta recomienda también aplicar el sistema DISC, una herramienta de análisis de la conducta diseñada para comprender cómo interactúan las personas en distintos contextos. Clasifica los estilos en cuatro categorías: D de Directo, I de Influyente, S de Seguro y C de cumplidor, y los asocia con cuatro colores: D-rojo, I-amarillo, S-verde y C-azul. “Todos tenemos de los cuatro colores en distinto orden, grado o intensidad”, aclara. Este enfoque, cada vez más extendido en el ámbito laboral, permite identificar patrones de comportamiento, mejorar la comunicación en los equipos y potenciar el liderazgo.
4. PAP: incomodar para avanzar
El cuarto paso es el PAP, el Plan de Acción Personal, y Marta Freire no lo endulza: “Este capítulo es difícil. Te lo adelanto para que no haya sorpresas”. La incomodidad es deliberada: obliga a dejar atrás la ilusión de la planificación mental y a pasar a un esquema concreto, escrito y medible.
Aquí el discurso se convierte en una batería de preguntas directas: ¿qué te gusta hacer?, ¿qué te interesa? ¿qué aportas?, ¿qué sabes hacer muy bien?… Responderlas no es sencillo porque fuerza a eliminar ambigüedades. Pero es precisamente esa concreción la que activa el cambio. La finalidad, según la psicóloga, es definir tu valor diferencial: “Aquello que perciben las personas como algo único en ti que te diferencia del resto. Tu huella, tu sello, tu marca”.
5. Tu escaparate: comunicar con autenticidad
Tener talento no basta: hay que mostrarlo. Freire dedica el quinto paso a lo que ella llama “el escaparate”, la forma en la que nos presentamos al mundo. Puede sonar obvio, pero muchas profesionales descuidan esta dimensión y esperan que el trabajo hable por sí solo. De poco sirve ser excelente en algo si nadie sabe que existes.