La ‘Bestia’ Vingegaard despierta en la Vuelta a España | Ciclismo | Deportes

Y despertó la Bestia. Después de una semana haciéndose el remolón, más calculador que protagonista, más perezoso que agitador —por más que ganara una etapa al sprint, Jonas Vingegaard, el gran favorito, atacó por primera vez en la Vuelta. Fue un garrotazo inesperado porque lo hizo a las faldas del último puerto, un órdago de 12 kilómetros para explicar que no es un ciclista aburrido, que él es quien tiene siempre la última palabra, que por algo es la ley en esta ronda. Y con una ascensión de las que quitan el hipo, escalada al galope a lo Killian Jornet, subida que nadie pudo aguantar bajo un aguacero y en solitario, el danés venció la etapa y por poco no recuperó el maillot rojo. Tanto le da. Habrá más subidas y más Vingegaard.

Se entregó Alfaro, tierra riojana, a la fiesta y fanfarria de la Vuelta, miles de aficionados que querían ver de cerca a los ciclistas, también a los equipos para pedir algún bidón o gorra, quizá un maillot con suerte. Otros, sin embargo, se contentaban con examinar las bicicletas y soltar silbidos de sorpresa, herramientas que valen casi como un coche. Y los más despistados todavía preguntaban que dónde estaba Pogacar, que no lo veían. Pero todos sonreían por el ajetreo y color de la ciudad, por dar el pistoletazo de salida a una etapa que, se presumía, podía agitar el avispero. Así fue.

Sucedió que, por una vez, costó que se fraguara la fuga, intentonas baldías de inicio, muchos pretendientes y pocos conquistadores, casi una hora de amagos. Hasta que cinco, los más persistentes, se dieron la mano para abrir brecha: Vermaeke (PostNL), Hessmann (Movistar), Kwiatkowksi (Ineos), Ryan (EF) y Slock (Lotto). Era, se decía entre los autocares de los equipos, una etapa propicia para la fuga, como en las dos jornadas anteriores, que no hay dos sin tres. Y por Visma no había problema (o eso hicieron entender), renuente a los esfuerzos gratis y equipo en la sombra desde que Vingegaard perdió el liderato. Tampoco tenía inconveniente alguno Bahrain, que no está preparado para guiar al pelotón, por más que Tréen mantenga el maillot rojo. Pero sí hubo quien levantó la mano y se puso a tirar con denuedo, sobre todo Lidl-Trek y Q36.5, que veían con ilusión el final en alto, que cruzaban los dedos para que Ciccone y Pidcock encontraran sus mejores piernas. Su empuje, aunado con dos diluvios, bastó para controlar a los fugados, engullidos antes de la última ascensión.

Del calor al frío, del sol al chaparrón, del llano a la montaña, del color árido a una paleta de verdes inacabable, de Alfaro a la estación de esquí de Valdezcaray, donde la afición riojana respondió a lo grande, cientos y cientos de ciclistas que se animaron a ascender a la estación de esquí. Familias, padres con el niño en la sillita de detrás, abuelos, perros y hasta runners que se atrevían a retar al risco, pasión por la bici. No faltaban, claro, los tifosi más fieles. Como ese que va con su caravana y se declara “Supporter for all”, un belga que parece suizo por eso de la neutralidad. O como otros franceses y su furgoneta, también con una pancarta en la que, animando al Intermarché, reclaman que corran “al ataque por Tutatis”, muy de Astérix y Obélix. Incluso esos portugueses que, bandera del país en mano, se desgañitan animando a João Almeida. Hinchas para todos, también para Markel Beloki (EF), el hijo de Joseba, el más joven de la carrera, que pudo apreciar dos lonas con su nombre y su rostro, quizá alas porque se marcó un etapón. Aunque por entonces, los ciclistas ya no miraban alrededor, sino hacia arriba, que lo suyo les quedaba.

Tras pasar Santo Domingo de la Calzada y atravesar Ezcaray, asomaban 13,2 kilómetros cuesta arriba, pendiente media del 5% y rampas de hasta 12%. Fue entonces cuando Lidl-Trek se puso el mono de trabajo, Bernard, Verona y Bagioli al servicio de Ciccone y para castigo del pelotón, que se deshacía poco a poco, la selección natural. Pero no entró al juego Visma, que en un periquete desmontó la carrera. Fue cuando Jorgenson arrancó con Vingegaard a su rueda, un cambio de ritmo que solo aguantó Ciccone. Y, asentado el latigazo, Vingegaard volvió a acelerar. Pretendió Ciccone aguantarle el pulso, pero en segundos se descompuso, sigue tú que yo no puedo. Vitamina para el danés; autopista hasta el cielo. Solo Almeida y Pidcock —que se subraya como ciclista futurible para las grandes— pretendieron discutirle su superioridad. No les alcanzó. La subida y la etapa eran para Vingegaard. “No pensaba en el maillot rojo. Solo quería sacar tiempo a mis rivales más cercanos”, resolvió el danés, que reconoció atacar antes de lo que pensaba porque estaba muy fuerte. “Ha volado”, le felicitó Almeida. Fue el despertar de la Bestia.

Etapas


  • 7

    Andorra la Vella – Cerler


    Juan Ayuso
    UAD

    188 Km

    Vie. 29-Agosto


  • 8

    Monzón Templario – Zaragoza


    Jasper Philipsen
    ADC

    163 Km

    Sáb. 30-Agosto


  • 9

    Alfaro – Estación de Esquí de Valdezcaray


    Jonas Vingegaard
    TVL

    195 Km

    Dom. 31-Agosto

  • 10

    Parque de la Naturaleza Sendaviva – El Ferial Larra Belagua

    175 Km

    Mar. 02-Septiembre

  • 11

    Bilbao – Bilbao

    157 Km

    Mié. 03-Septiembre

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