Blood Orange / Essex Honey – jenesaispop.com

¿Cómo es que se organizó una pre-escucha para prensa y fans del nuevo disco de Blood Orange en una ciudad como Barcelona? ¿Pero tantos seguidores mantiene Dev Hynes tras años desaparecido o dedicado a bandas sonoras, música clásica, escribir para otros? Una vez descubierto el contenido de su quinto disco con su principal alias, es claro que alguien ha entendido en ‘Essex Honey’ una de las obras más relevantes de 2025, por lo que consideró pertinente darle ese tipo de visibilidad. Reunir a un montón de gente para no hacer otra cosa que escuchar el álbum atentamente tenía sentido.

‘Essex Honey’ es uno de los pocos discos que últimamente se ha molestado un mínimo en posicionarse en el lado de la vanguardia. Se acerca al jazz y no con manidos ritmos de contrabajo, líneas de piano o saxos que aparezcan para hacer subrayados. Estos instrumentos pueden emerger cuando menos te lo esperas, cuando piensas que la canción ha acabado, generando melodías áridas pero intrigantes como algunas de las que encontramos hace 50 años en el ambicioso ‘Histoire de Melody Nelson’ de Gainsbourg.

De igual manera, los escasos beats electrónicos, por ejemplo el drum&bass que figura solo en la parte central de ‘The Last of England’, tampoco están cortados por el patrón de las playlists de 2025. Poco después de que Blood Orange haya logrado un par de virales con producciones antiguas (‘Champagne Coast’, ‘Charcoal Baby’), publica el disco más esquivo de su carrera, y a la vez el más estimulante.

Lo que termina de convertir ‘Essex Honey’ en un álbum tan importante es que no es un ejercicio esteta que colgar en la vitrina de un museo. Al contrario, puede ser al mismo tiempo su álbum más pasional y visceral, en tanto que versa sobre el fallecimiento de su madre en 2023. Mirad al chaval de la portada: camina cabizbajo con un uniforme, con una pelota de basket en una mano, y un móvil en la otra. Ninguna de las dos cosas le aporta nada. En gran parte de este álbum, Dev Hynes habla de su deseo de volver atrás, de su negativa a aceptar que el tiempo se nos acaba o de su anhelo por volver a tener 13 años. «La realidad del trauma, el dolor y la pena» son los temas del álbum, como ha explicado en NPR. Una de las composiciones más claras sobre esto, ‘Somewhere in Between’, solo puede remitir a Stevie Wonder cuando incorpora la armónica.

‘The Last of England’ se abre con un audio en el que escuchamos hablar a su madre y a su hermana, antes de que la canción incorpore el piano y la mencionada sección drum&bass. Pero es importante también reseñar que no estamos ante un álbum narrativo o lacrimógeno. Lo que nos ofrece Blood Orange son meras pinceladas impresionistas de su pasado, que el oyente puede terminar de rellenar si así lo desea.

El mayor carácter narrativo que nos ofrece puede ser el musical, cuando los arreglos sorprenden como nos sorprende la vida, a veces para mal, y a veces para bien (ese corazón de tela que le dieron en el hospital al fallecer su madre). En ese sentido, las muchas voces invitadas funcionan como un instrumento más, a menudo en segundo plano, incluso pasando tan desapercibidas como la de Lorde. Su amiga Caroline Polachek es quien se queda el coro más agradecido, pues su agudo timbre siempre ha tenido un punto new age muy apto para la espiritualidad, y es su voz la que lleva temas como ‘The Field‘, con su bonito punteo de guitarra, y ‘Mind Loaded‘, a otro nivel. El mismo efecto que añade Mabe Fratti en castellano en ‘I Can Go’.

No se pueden pasar por alto las colaboraciones voluntarias e involuntarias que ha adoptado Blood Orange para este álbum. Sumar a Lorde y a Caroline Polachek y a gente tan guay como Tirzah (en ‘Life’), Brendan Yates de Turnstile (en ‘Scared of It’) o Ben Watt de Everything But the Girl (también en ‘Scared of It’) puede ser relativamente fácil para alguien con la agenda de Blood Orange, que al fin y al cabo ha producido o remezclado a todo Dios. Pero es que aquí también hay recuerdos a artistas que no están precisamente de actualidad, y que agradecen o habrían agradecido una reivindicación en un disco de estas características.

Cuando en ‘Mind Loaded’ Lorde canta «Everything means nothing to me» lo que se está haciendo es un recuerdo a Elliott Smith, escalofriante con la respuesta de Mustafa, el propio Blood Orange y el chelo. Cuando ‘Westerberg’ dice eso de «I’m in love / What’s that song?», es porque se está recordando ‘Alex Chilton‘ de Replacements: el homenaje en esa línea es doble. Yo La Tengo, New Order o Durutti Column a través de la referencia a ‘Sing to Me’ en ‘The Field’ son otros de los artistas rememorados en un recorrido por la música alternativa muy peculiar, cuando aún muchos siguen asociando a Blood Orange al R&B.

La vida que insufla la batería o el detalle de las flautas de ‘Vivid Light’ -con una frase leída por la escritora Zadie Smith- inclina el disco hacia lo clásico, mientras ‘The Train (King’s Cross)’, con sus guitarras eléctricas, lo hace hacia el indie. No parece que haya seguido ninguna norma Blood Orange, salvo la de seguir su instinto, en un álbum con algunos pasajes bellísimos, sobre el paso del tiempo y el pasado que no podemos cambiar, en el que resuenan frases tan tristes como «ya no quiero estar en este mundo».

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