¿Te asusta empezar con el entrenamiento de fuerza? A mí también

Llegué tarde y acelerada a mi nueva clase de entrenamiento de fuerza. ¿Dónde estaban las pesas y cuántas necesitaba? ¿Me sentía lo bastante envalentonada como para agarrar mancuernas de 5 kilos o debía arriesgarme a la risita entre dientes de las compañeras de Body Sculpt y limitarme a las de dos? “Ese es mi sitio”, me espetó otra alumna, bajita pero impresionantemente musculada. Era mi primera clase: por favor, ayuda. A mis treinta y tantos, quería poner a prueba mi cuerpo con algo distinto y más intenso, pero los nervios me traicionaban.

Por todos lados me había estado asaltando el mensaje de que las mujeres necesitan fortalecerse físicamente. En mayo, la escritora Casey Johnston publicó el relato personal A Physical Education, sobre cambió las constantes dietas por el entrenamiento con pesas y de cómo esta experiencia la llevó, de paso, a redescubrirse a sí misma, casi como una encarnación real de esa narradora ficticia de All Fours de Miranda July que se autoafirma a base de aventuras extramatrimoniales y ejercicios de kettlebell. Este verano, Anne Marie Chaker, la veterana reportera de The Wall Street Journal reconvertida en culturista profesional publicó Lift: How Women Can Reclaim Their Physical Power and Transform Their Lives, donde cuenta cómo el entrenamiento con pesas la sacó de una espiral asfixiante: “Los psicólogos deportivos afirman que la intensidad del levantamiento de pesas realmente es capaz de impulsar una reconfiguración del cerebro”, escribe. Así que, al parecer, mi mente también se vería beneficiada (un estudio ha vinculado el entrenamiento con pesas con un mejor funcionamiento del sistema nervioso y otro apunta a que podría ralentizar el deterioro cognitivo).

Desde los rincones más dispares de la conversación cultural –de los magazines matinales a los pódcast de neurociencia más especializados–, todo el mundo coincide en sus beneficios. Vi un vídeo bastante divertido en el que a un tipo se le borra la sonrisita de condescendencia al ver que una mujer coge unas mancuernas y se pone a hacer sombra de boxeo. Y no es un caso aislado: hay montañas de clips virales en la misma línea. Mientras tanto, casi tres cuartas partes de la población adulta confiesa estar intentando aumentar su consumo de proteínas, con el huevo convertido en el mejor amigo del músculo. Incluso Khloé Kardashian se ha sumado a la fiebre lanzando su propia marca de palomitas con polvo de proteína (clave después del entrenamiento para reparar el músculo y ganar masa muscular).

En cambio yo, como tantas otras mujeres millennial cuya rutina de ejercicio ideal pasa por el pilates y un paseíto por el parque, apenas había empezado a familiarizarme con esos objetos intimidantes –discos, mancuernas, barras y bolas de todo tipo– que esperan arrinconados en las salas donde solía ir a mis clases de bajo impacto. Durante años pensé que el entrenamiento de fuerza no tenía nada que ver conmigo: mi objetivo era ser estilizada y flexible, no musculosa y fuerte. Durante mucho tiempo practiqué running, una afición que solo disfrutaba al terminar, cuando me invadían las endorfinas y cierta sensación de superioridad. Pero no hace tanto lo dejé al darme cuenta de los puntos débiles de mi cuerpo. Quizá sí necesitaba enfrentarme a esas extrañas bolas de hierro. Aunque vivo en Nueva York, estuve una temporada en Londres y allí es donde empecé a entrenar –tal era la sensación de que no tenía ni un minuto que perder–.

Hace ya tiempo que sabemos que, al envejecer, perdemos masa muscular y que esto contribuye a la fragilidad ósea, algo especialmente cierto en el caso de las mujeres. El riesgo de osteoporosis aumenta con la menopausia y el entrenamiento de fuerza se considera una de las formas más efectivas de prevenirlo. Pero lo cierto es que estos temas están ganando cada vez más relevancia: «La mediana edad y la menopausia están más en boga que nunca», señala Maria Luque, experta en fitness y profesora de ciencias de la salud en Trident University International. «De repente, se está hablando de ello».

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