un irregular retrato de la vejez queer

Tras ‘Marco’ (2024), los Moriarti, el prolífico trío creativo formado por Jose Mari Goenaga, Aitor Arregi y Jon Garaño, regresan con ‘Maspalomas’, una película dirigida por los dos primeros que se centra en Vicente (José Ramón Soroiz), un hombre gay de 76 años que acaba de separarse de su pareja desde hacía más de dos décadas y que vive plácidamente en la localidad canaria, llenando sus días de sexo, playa y despreocupaciones.

Todo cambia cuando sufre un accidente que le hace tener que regresar a San Sebastián y ser ingresado en una residencia de ancianos. Allí, sus libertades se limitan hasta el punto de verse obligado a volver al armario y a renunciar a todo por lo que un día luchó.

La cinta comienza con un prólogo atrevido e hipnótico, donde los cineastas filman de forma inquietante esos cuerpos que se desean en medio de las dunas o en la furtividad de un cuarto oscuro. Esa fuerza narrativa consigue dejarte pegado a la butaca desde el primer minuto hasta que aparece el título de la película en pantalla. A partir de ahí, la película deriva en otra cosa muy diferente, trasladándose al frío aséptico de un centro de mayores en el País Vasco.

Goenaga y Arregi exponen a través del personaje de Vicente las dificultades e inseguridades a las que aún se enfrentan las personas mayores LGBTQ+, la exclusión social con la que a menudo tienen que vivir para no ser juzgadas. Al hacerlo, los directores recurren a subtramas que abren muchos frentes narrativos, pero que, en su gran mayoría, no terminan de funcionar.

La discrepancia política entre el protagonista y Xanti (Kandido Uranga), su compañero de habitación, por ejemplo, está retratada de una manera brusca y poco creíble, mediante diálogos poco orgánicos y explicativos. También la relación que se va estableciendo entre ambos a lo largo del metraje deja unas cuantas incongruencias en su desarrollo. Una verdadera lástima, ya que Xanti es un gran personaje sobre el papel, una suerte de antagonista que refleja mucho de lo que Vicente quiere ser y que, por sus propios miedos, es incapaz.

Mejor construida está la subtrama con su hija (Nagore Aramburu), con quien no ha tenido apenas contacto en 25 años. Hay una conversación entre ambos que logra un momento de emoción genuina, no solo gracias a las fantásticas interpretaciones de ambos actores, sino a la mirada sensible de los cineastas, que muestra una verdadera pasión por lo que se está contando. Es por ello por lo que ‘Maspalomas’ resulta tan frustrante, porque pese al evidente cariño de los creadores hacia sus personajes y su plena implicación en su importante temática, está excesivamente recargada de detalles que en lugar de aportar matices, emborronan el foco (la trama del cuidador de la residencia, ambientarla a principios de 2020, los gags humorísticos etc.).

Hay una gran película dentro de ‘Maspalomas’ que nunca llegamos a ver. Son demasiados los cambios estilísticos en su puesta en escena y demasiadas las ideas a medio cocinar para lograr un todo satisfactorio, pero es imposible no ver que también hay mucho corazón detrás de cada uno de sus planos. Es la honestidad con la que los cineastas se acercan a lo queer en la tercera edad, la mirada desprejuiciada a la vida sexual de las personas mayores, lo que eleva un filme que nos deja deslumbrantes destellos de lo que podría haber sido.

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Jue Sep 25 , 2025
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