¿Y si en el verano de 2026 lleváramos el pañuelo como prenda por derecho propio? Al menos, eso es lo que propone Michael Rider en su último desfile para Celine, presentado en el Parque de Saint-Cloud de París. Ya había dejado una pista en la invitación al desfile: una bufanda, elegantemente atada alrededor de la caja de cartón, indicaba el lugar elegido.
Atrás quedaron los códigos clásicos: hoy, los pañuelos se llevan de otra manera
En la pasarela de Celine, el clásico pañuelo se ha adaptado, por no decir declinado, en todas sus formas. El pañuelo ya no se ata al cuello o al pelo, sino que se transforma en un top de seda con mil estampados de colores y deliciosas inflexiones vintage, o en un vestido largo diseñado como si se hubieran cosido varios pañuelos. En resumen, relegado durante mucho tiempo al estatus de accesorio, el pañuelo se libera de los usos tradicionales gracias a la aguda visión de Michael Rider para convertirse en una pieza de moda por derecho propio.
No es la primera vez que se divierte revisitando el pañuelo. En sus primeros pasos al frente de Celine, durante la colección presentada el pasado mes de junio, adornó algunas de sus siluetas con pañuelos embellecidos con el antiguo monograma ‘C’ de la casa francesa. No es de extrañar, dada la afición del diseñador a jugar con las referencias refinadas, a menudo asociadas a este esencial. En la pasarela de hoy, encontramos siluetas como vestidos largos y capas vaporosas, además de polos de rugby satinados (un guiño a su pasado con el gigante de lo preppy, Ralph Lauren). El pañuelo, para Michael Rider, dejó de ser un accesorio secundario para convertirse en el corazón mismo de la colección.
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