Probablemente, en términos de moda 2025 pasará a la posteridad como uno de los años de mayores cambios en el diseño del lujo. Incluso a la gente que se dedica a ello le ha costado coger el pulso al constante juego de las sillas. Pero la contrapartida resulta de lo más interesante: tantas idas y venidas entre las marcas se ha traducido en una de las temporadas con más expectativas de los últimos años. El abrebotellas y el descorchador con los que Jack McCollough y Lazaro Hernandez hablaron de nuevos comienzos en Loewe podría trasladarse al Versace de Dario Vitale, el Balenciaga de Pierpaolo Piccioli o el Dior de Jonathan Anderson. Ahí también está Louise Trotter en Bottega Veneta, como único bastión femenino entre los avances creativos de las grandes firmas de lujo.
A título personal, dedicarse a escribir sobre moda y la prolongada desconexión que provoca una baja de maternidad han llegado a crear la tormenta perfecta: el gusanillo de la novedad, normalmente anestesiado, está especialmente voraz. Pero, ¿qué puede llevar a alguien a pie de calle a fagocitar, foto a foto, cada uno de los detalles que ha ido desgranando en Instagram, por poner un caso, Jonathan Anderson en Dior? “El baile de sillas, despidos, fichajes y adioses en los últimos meses ya se ha detenido y ahora empieza el espectáculo, comienza lo serio”, comenta la periodista Anabel Vázquez para Vogue España. “Además, este torbellino se cruza con un debate inevitable: en tiempos en los que el mundo es un lugar cada vez menos seguro, ¿tiene sentido este hermoso y lucrativo circo?”, cavila. Como también matiza el PR de moda César Andrés, no se trata solamente del número de debuts, la fama de estos creativos o el peso de las marcas en las que debutan: “No hay que perder de vista que lo verdaderamente importante de este baile no son tanto los bailarines ni los pasos de baile, sino que los cambios de direcciones creativos se entienden como la medida estrella que se han sacado de la manga las grandes casas para atajar la crisis del sector del lujo”; opina.
Entre las voces aquí reunidas, las preferencias estaban claras. Vázquez esperaba el desfile de Matthieu Blazy para Chanel como agua de mayo, y confiesa que la deslumbró: “Es muy fácil caer en la caricatura, en la reproducción de códigos y en el dejarse llevar por la comodidad de una casa reconocible hasta por quien no le interesa la moda”, comenta. “Sin embargo, Blazy se ha sacudido su peso y ha viajado a la esencia de la marca, su libertad y sus desafíos y ha creado una colección espectacular en todo. Y sorpresa, piensa que son las mujeres las que van a llevar esas prendas. Va a nuestro favor”, medita. Con ella coincide Madé Lapuerta, fundadora de @databutmakeitfashion: “Me gusta esta nueva ‘mujer Chanel’ que está creando, y me emociona ver hacia dónde la llevará a partir de ahora”, reconoce.
Esta experta en análisis de tendencias también menciona el debut de Pierpaolo Piccioli en Balenciaga: “Soy una gran admiradora tanto de la marca como el diseñador, y tenía curiosidad por ver si haría referencia a los icónicos vestidos de los años 50 y el savoir faire de la alta costura de Cristóbal. Piccioli realizó increíbles colecciones de alta costura durante su etapa en Valentino y estoy segura de que sus posibilidades en Balenciaga son infinitas”, puntualiza. Para César Andrés, con el diseñador italiano sucede como con Jack McCollough y Lázaro Hernández en Loewe: “En ambos casos se enfrentan al gran reto de dirigir la creatividad de unas casas cuyos antecesores, Jonathan Anderson y Demna respectivamente, habían moldeado la imagen de estas a su antojo, dando lugar a unas nuevas Loewe y Balenciaga”, expone.