Llamadas diarias, mil preguntas y “buenas noches” por WhatsApp: ¿cuándo se convierte la relación telefónica con los padres en algo patológico? | ICON

La maternidad y la paternidad están atravesadas por cientos de mitos, modelos culturales, por la tecnología disponible y por la situación económica de cada época. Por ejemplo, que Ignatius Reilly viviera a los 30 años con su madre funcionaba en La conjura de los necios (novela publicada en Estados Unidos en 1980) como la señal definitiva de que el protagonista era alguien disfuncional, mientras que hoy en España esa convivencia sería algo normal y dentro de la media. Pero no es necesario recurrir a la excéntrica familia Reilly para mostrar los problemas de incomunicación que continuamente aparecen entre padres e hijos. Mucho más cerca, la película Cinco lobitos (2022), de Alauda Ruiz de Azúa, contiene varios de los silencios, malentendidos e incomodidades que surgen cuando unos padres en absoluto negligentes y una hija que atraviesa una mala racha se examinan de cerca.

En 2023, la escritora Blanca Lacasa publicó Las hijas horribles (Libros del KO), un ensayo “sobre qué significa ser hija” en el que se puede leer el siguiente párrafo: “En detalles tan tontos como anteponer por obligación las visitas a la madre a cualquier otro acontecimiento y llamar por teléfono diariamente o con una periodicidad que no es la elegida por nosotras sigue operando una culpa que se torna, con facilidad, en ira y explosiones de tristeza. Es curioso cómo las llamadas telefónicas, quizá por ocupar un espacio destacado en todo este asunto, adquieren una insospechada carga simbólica”.

La conversación con un padre o con una madre siempre es importante para cualquier hijo y este es un tema que muchas novelas recientes como Madre de corazón atómico (2024), de Agustín Fernández Mallo, Las maravillas (2020), de Elena Medel o Llévame a casa (2021), de Jesús Carrasco, también abordan. Tal y como describe Lacasa, cuando los hijos son ya independientes, esa conversación se desarrolla en buena medida a distancia: por teléfono, por WhatsApp, a través de redes sociales o mediante videollamadas. Entonces aparecen nuevas inseguridades: ¿cuánto llamar o cuánto contar cuando se puede elegir lo que se oculta? ¿Debemos estar disponibles constantemente? ¿Estamos condenados a mantener una conversación infinita?

La interfaz de las redes y el abaratamiento de las telecomunicaciones no invitan a la contención y hoy, gracias a las tarifas planas de voz y de datos, muchos hijos treintañeros siguen compartiendo todo lo que hacen con sus padres, incluso si viven en otra ciudad o en otro país. ¿Es algo sano o es un caso de dependencia emocional que se prolonga tras la emancipación? Más allá de los chistes en comedias-franquicia como Los padres de él (2004) u Ocho apellidos vascos (2014), ¿cómo afecta algo así al resto de las relaciones?

El dilema de la llamada

“Supongo que en 2025 todo el mundo tiene quitado tanto el tick azul del WhatsApp como la última conexión. Yo tengo las dos cosas y las tengo por mi madre, porque le da seguridad”, confiesa Leonor Cervantes, filósofa malagueña que lleva siete años viviendo en Madrid. “Desde que me mudé, todos los días de mi vida he dado las buenas noches a mi madre. Pero me parece tierno y curioso que ella jamás me pregunte por qué me he acostado a determinada hora o dónde estaba; yo soy muy legal con esto y solo le envío las buenas noches cuando me siento en un sitio seguro. Esto nunca me ha generado culpa ni un problema conmigo ni con terceros. Las dos aceptamos ese buenas noches, aunque se lo envíe a las ocho de la mañana o la avise de que sigo de fiesta”, continúa Cervantes.

Casi todas las personas que se han marchado lejos y ya tenían buena relación con sus familias coinciden: la conversación con sus padres es casi ininterrumpida y se desarrolla a través de varios canales simultáneamente. Es también el caso de la periodista Lorena Maldonado, que reconoce que “nunca podrá devolver a su madre todo lo que le da”. “Si dejara ahora mismo el trabajo, a los amigos, a los amantes, si dejase de contestar correos y me dedicase solamente a ella, aun así, no me daría tiempo a estar a la altura de su amor. Cuando estamos lejos hablamos de forma muy continuada por WhatsApp y nos llamamos varias veces a la semana (son llamadas largas, de una hora, aunque espaciadas)”, comenta. ¿Pero qué pasa cuando existe alguna herida que impide que esa comunicación tan frecuente sea algo fluido y feliz?

En Ordesa (Alfaguara, 2018), un libro en el que Manuel Vilas habla tanto de la relación que mantuvo con sus padres como de su alcoholismo, el escritor se queja de lo pesadas que durante años se le hicieron las frecuentes llamadas de su madre: “Querida madre, con tu perversa y condenada obsesión de llamarme por teléfono a todas horas hundiste o transformaste mi vida”, escribe el barbastrino. Sin llegar a ese extremo, la colaboradora de ICON Marita Alonso admite que a ella tampoco le gustan las llamadas, aunque ha encontrado una manera de evitarlas y sentirse cómoda: “Soy dolorosamente incapaz de cuidar las relaciones familiares: creo que las llamadas telefónicas son el demonio y en mi casa la inteligencia emocional siempre ha brillado por su ausencia. Por todo ello, mi madre y yo hemos encontrado en WhatsApp una forma de comunicarnos sin hablar en realidad jamás de nada personal ni íntimo, pero sí de mantener vínculos que, de otra manera, habrían desaparecido. Lo cierto es que hablamos a lo largo de la semana siguiendo siempre la misma fórmula: le envío una fotografía de mi mascota, ella comenta algo cariñoso sobre la perrita y cada una sigue con su vida”.

La psicóloga Nuria García Fernández cree que no hay nada malo en mantener una distancia así. “La comunicación es excesiva cuando a alguna de las partes empieza a incomodarle”, comenta a ICON la especialista. “Cada uno mide su realidad, así que lo que para uno puede ser excesivo, para otro puede ser insuficiente, como hablar a diario. Eso se mide dependiendo de la comodidad de cada uno, que tendrá que saber poner límites y marcar distancias”. Eso sí, García advierte de que, durante años ejerciendo como terapeuta, ha podido observar que “en muchas ocasiones, una relación entre padres e hijos se convierte en algo patológico. Un exceso de dependencia puede provocar que alguien no se termine de convertir en adulto y no sea capaz de desarrollar una identidad propia porque hace, dice y piensa exactamente igual que sus padres. Pueden surgir muchísimas dificultades. En los casos de trastornos mentales graves suele haber habido mucha negligencia y abuso desde la infancia, pero quienes sí que hemos tenido padres que nos han correspondido y no negligentes, también podemos tener problemas de socialización: la apertura al mundo cuando eres joven está muy determinada por cómo te han enseñado a ser. Hay cosas por las que puede pasar cualquiera, como el abuso de drogas o las relaciones fallidas a nivel amoroso que muchas veces tienen que ver con nuestra familia y con nuestros vínculos más fuertes”, continúa.

La culpa es otro de los combustibles que con más frecuencia alimentan las relaciones entre padres e hijos y no siempre se puede reconocer con claridad, porque aparece mezclada con el verdadero cariño o con la costumbre. Algo así le ocurrió a Carmen, de 36 años, que se dio cuenta del daño que le estaban haciendo cuando acudió a terapia por otros motivos: “Hasta ese momento yo tenía muy idealizados a mis padres, consultaba casi todo con ellos. En terapia se empezó a destapar un poco mi forma de ser y el origen de mis ansiedades: mi infancia y mi relación actual con ellos”. Carmen, que en aquel momento se encontraba opositando, también hablaba constantemente con sus padres, pero siempre sobre ese único tema: “Mi preocupación con los resultados de la oposición dependía exclusivamente de lo que ellos iban a pensar de mí. Hasta que me las saqué, les engañaba y todo con mis tiempos de estudio. Les decía que había ido a la academia cuando en realidad había estado en mi casa durmiendo la siesta. Así con 33 años. Sus caras de desaprobación me mataban, así que hacía lo que llevaba haciendo toda la vida: mentir”, reconoce. “Cuando empecé a percibir todas esas cosas que tenía asumidas en nuestra relación y aceptaba como normales, se creó el efecto rebote. Empecé a sentirme incómoda estando con ellos, algo que todavía no se me ha quitado”.

Dependencia emocional o económica

En febrero de 2025 un medio tan poco sospechoso de heterodoxia como The Economist dedicó su portada al peligro que la creciente importancia de las herencias supone para las sociedades contemporáneas (y para el sistema capitalista, cuyos defensores suelen justificar las desigualdades de renta a través de una presunta diferencia de mérito). “Ahora, que un joven pueda permitirse comprar una casa y vivir en relativo confort está determinado por la riqueza heredada casi tanto como por su propio éxito en el trabajo”, anunciaba este medio especializado en economía. En un contexto así, en el que tantas cosas dependen de la ayuda que los padres puedan prestar, parece que llevarse bien con ellos es más importante que nunca.

“Cuando me compré la casa, mis padres me dejaron bastante dinero y me dio una ansiedad tremenda. No quería depender de ellos para eso, bajo ningún concepto. Y todavía arrastro el tener que estar agradecida incluso cuando hacen cosas con las que no estoy de acuerdo, porque cómo voy a ser una borde o llevarles la contraria si me han dejado tanta pasta”, continúa Carmen. Su caso no es excepcional. Como titulaba hace poco este periódico, en 2025 “las familias donan más dinero que nunca a los hijos para ayudarles a comprar una vivienda”. Recaredo Veredas es abogado y autor de Soberbia, una novela publicada en 2024 por De Conatus que describe los rituales y mecanismos que usan las familias madrileñas de clase alta para mantenerse en el poder. Aunque cuestiones como el prestigio o el acceso a determinados sectores también sean hereditarias (es el caso de los “nepobabies” de los que tanto se ha hablado en las industrias creativas), Veredas cree que la dependencia familiar es hoy “mayor en la clase baja”.

“El dinero se crea siempre del dinero, no del trabajo. Las rentas del trabajo por cuenta ajena pueden provocar cierta prosperidad, pero nunca riqueza y menos en nuestros tiempos. Además, las familias de clase alta suelen repartir herencia en vida. La clase media baja en España depende ahora radicalmente de la familia y su riqueza. La clase política se ha olvidado de los jóvenes para centrarse en los viejos”, opina el abogado y escritor.

¿Significa esto que estamos condenados a ser dóciles con nuestros progenitores si esperamos heredar? Desde el punto de vista del derecho, no tanto: “Hay que tener en cuenta que, según la legislación hereditaria española, tienes que liarla muy gorda para que te deshereden”, responde coloquialmente Veredas. Tampoco si lo valoramos a nivel psicológico. En ocasiones, explica García, “los conflictos ayudan a reconocer que hay un problema y que, a partir de ahí, podemos ponerle solución”. “El aprendizaje te lo dan los conflictos. Y, sí: a veces es necesario tomar distancia de tus padres como puedes tomar distancia de amigos y reevaluar cómo quieres relacionarte con ellos para estar bien contigo mismo”, expone la terapeuta.

Cervantes es una de esas personas que atravesaron todo un proceso hasta llegar a tener una relación satisfactoria con su madre: “Dejó de ser para mí un dios o la mejor persona del mundo para convertirse en alguien a quien detestaba y ahora, por fin, ser una persona a la que quiero mucho, con sus luces y con sus sombras. Yo cada vez menos consensuo todo con ella. Que yo le cuente no significa que ella decida sobre mis cosas cotidianas. Yo creo que hablar mucho con tu madre no significa subordinar tu vida a ella. De hecho, he conocido a personas, sobre todo hombres, que teniendo una relación menos constante, eran, sin embargo, mucho más dependientes y les dolía más decepcionarlas. Yo entiendo la decepción como parte constitutiva de la relación”, concluye la filósofa. Así que, aunque de tanto en tanto la situación se pueda salvar enviando a tu madre una foto de tu mascota o a tu padre alguna noticia relacionada con el Cholo Simeone, tarde o temprano la relación con los padres es algo que todo adulto debe revisar.

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