No todo es colágeno: la recomendación de una científica para que la piel envejezca de forma saludable
En temas de belleza (como en todo) las tendencias son cíclicas y el interés por determinados temas vive momentos de gloria (y de oscuridad) en función precisamente de eso, de tendencias. En cuestiones de piel uno de los grandes focos de actualidad es la importancia de cuidar el colágeno, esa proteína presente en el cuerpo de forma natural que empieza a degradarse a partir de los 25 años. Y es que, cuidándolo con ciertos buenos hábitos, se puede prevenir una pérdida que se acelera con los años y que afecta de forma directa a la flacidez, falta de elasticidad y arrugas. De ahí el gran hype por el colágeno y por todo lo que le rodea. Pero hay otras cosas importantes que podemos hacer para prevenir el envejecimiento que no están vinculadas de forma tan directa con él, pero que son igual de necesarias. Así nos lo explica Annie Black, directora científica de Lancôme y experta en temas de envejecimiento y biología celular, que insiste, no sólo en la importancia de velar por esta proteína, sino también en la de preservar la función barrera de nuestra piel porque si está sana y fuerte evitaremos que los daños y agresiones que la atacan cada día (radiación solar, polución…) afecten a las capas profundas de piel, donde precisamente está el colágeno. Digamos que cuidar el colágeno es importante, pero es necesario no empezar la casa por el tejado y, por tanto, potenciar esa protección que está en la superficie. “Si la función barrera está bien, la piel está más fuerte frente a las agresiones. Cuando está débil es cuando se empieza a tener problemas: granos, rojeces, manchas… todo empieza en la barrera cutánea y por eso es tan importante cuidarla para envejecer de forma saludable. Además, es algo universal, todo el mundo la tiene y tiene que cuidarla”, explica la directora científica de la firma francesa.
La función barrera de la piel y el error diario que la debilita
Teniendo en cuenta que la capacidad de reparación de la función barrera también se debilita con los años, parece que tiene todo el sentido priorizar su cuidado en nuestras rutinas diarias para que siga estando fuerte y sea capaz de hacer esa función de filtro (y no de colador). Hay muchas cosas que se pueden hacer para preservarla (y ese es el otro gran hype del mercado cosmético), pero también hay errores diarios que le pasan factura. Y uno, tal y como nos explica la doctora Black, es el exceso de limpieza a la que solemos someterla. “Uno de los errores más comunes es el la sobrelimpieza. Por supuesto que es importante retirar el maquillaje, pero es clave no excederse. Yo practico la doble limpieza porque me gusta asegurarme que tanto el maquillaje (uso waterproof) como el protector solar se retiran. Además, me encanta la sensación de terminar con agua ese proceso. Pero la solución para que la limpieza no afecte a la barrera cutánea es que el segundo paso se haga con un limpiador suave. En cambio, en ocasiones se practica con agentes limpiadores agresivos, creyendo que así se limpia mejor la piel, lo que agrede al microbioma de la piel y su función barrera”, explica Black.
La limpieza que no agrede a la función barrera
Teniendo en cuenta que la limpieza es un gesto básico también a la hora de prevenir el envejecimiento, Black comparte otra recomendaciones a tener en cuenta para hacerla correctamente:
- “Es importante la temperatura del agua, que esté templada y no excesivamente caliente”, señala.
- Para el primer paso de la doble limpieza se puede usar un aceite o bálsamo, retirando muy bien el maquillaje también en ojos y labios. El segundo paso debe ser con un limpiador suave como una mousse.
- Por la mañana no hay que hacer una doble limpieza. “Todo depende del tipo de piel y de sus necesidades, pero por la mañana la limpieza tiene que ser más ligera y suave. Puede valer con usar una leche limpiadora. A mí me gusta usar la loción hidratante Tonique Confort, empapando un algodón y pasándolo por la piel para refrescarla y seguir con el resto de la rutina”.
- La limpieza (y la rutina de skincare) debe adaptarse también al clima y a la estación. “En verano, por ejemplo, prefiero rutinas más cortas, con menos pasos y productos más ligeros”.