A McLaren ya le debe de haber entrado el tembleque al ver llegar a Max Verstappen, que se hace más grande en los retrovisores de Oscar Piastri y Lando Norris a cada gran premio que pasa y que, él solito, porque Yuki Tsunoda, su compañero de equipo, ni está ni se le espera, se ha ido fabricando las opciones de meterse de lleno en la gresca por el título. A los enamorados que todavía lloran a Ayrton Senna nadie les convencerá de la existencia de un piloto con más magia que él. Quien no vio a Michael Schumacher pasar el rodillo vestido de rojo a principios de los años 2000 (cinco títulos encadenados) se perdió una de las eras más legendarias de la Fórmula 1. Independientemente de cómo acabe este curso, Verstappen se ha ganado a pulso que la gente le siente en la misma mesa en la que coinciden el alemán, el brasileño y pocos más.
Hay mensajes inequívocos que las estadísticas todavía subrayan un poco más. En Austin, el actual campeón se dio un festín que, ahora sí, le etiqueta como candidato a un Mundial que hace menos de dos meses parecía tener completamente perdido. El punto de inflexión se produjo en Monza, donde Red Bull introdujo un nuevo fondo plano en el prototipo del holandés, que extendió las alas a partir de entonces y se puso a volar. Aquel cambio serenó al búfalo rojo y revitalizó a su piloto, que activó el modo Mad Max y salió a la caza de los dos bólidos papaya.
La veda ha quedado definitivamente abierta en Austin, donde Verstappen maximizó su potencial para firmar el primer doblete de esta temporada (triunfo en la prueba corta y en la larga) tras llevarse también la pole. Desde aquella modificación aplicada en Italia, el corredor de Hasselt se ha llevado tres de los cuatro grandes premios disputados, colocando su monoplaza siempre por delante de sus dos oponentes en la contrarreloj. En Holanda, a finales de agosto, la estrella de Red Bull se despidió de su hinchada y casi de todas sus opciones al salir de Zandvoort a más de 100 puntos de Piastri, el líder del certamen. En las cuatro paradas del calendario celebradas desde ese momento, les ha comido 60 puntos a los McLaren para resituarse a 40 puntos del australiano, cuando todavía quedan cinco carreras y dos sprint por bailarse.
Esa tendencia, además, parece jugar cada vez más a su favor si tenemos en cuenta lo ocurrido en Texas, donde la superioridad de Verstappen hizo que apenas se le viera por la televisión, por aquello de rodar completamente solo. El sábado fueron los dos McLaren los que se autoeliminaron en la arrancada. Este domingo fueron los Ferrari quienes se entrometieron entre él, Norris y Piastri, con una estrategia de gomas distinta en el caso de Charles Leclerc.
A la llegada del tetracampeón del mundo a la fiesta por la corona se suman puntualmente invitados que por potencial no pueden medirse en corto por las victorias, pero que molestar, molestan, y mucho. Equipado con los neumáticos blandos en vez de los duros, el monegasco se hizo inmenso delante de Norris, que consiguió superarle in extremis, a cinco vueltas del final y tras tirarle el coche en la primera frenada, para minimizar los daños. Leclerc completó un podio del que Piastri (quinto) se quedó lejos, incapaz el australiano de acercarse siquiera a Lewis Hamilton (cuarto). Fernando Alonso concluyó el décimo, y Carlos Sainz abandonó tras un toque con Kimi Antonelli.