Trump amenaza la principal alianza comercial y de seguridad de Colombia

Colombia enfrenta una inminente imposición de aranceles de parte de Estados Unidos. Así lo ha anticipado este domingo el senador republicano Lindsey Graham, un estrecho aliado de Donald Trump, después de haber conversado con el presidente, quien confirmó en la noche que este lunes hará el anuncio, aclarando cuál será el porcentaje a cobrar a las importaciones. El país andino es especialmente frágil ante esa decisión, dado que es uno de los pocos en América Latina que mantiene a Estados Unidos como su principal socio comercial. Bogotá también enfrenta una nueva amenaza en sus esfuerzos contra el narcotráfico, pues Trump dejó en suspenso este mismo domingo las ayudas para combatir a los grupos dedicados a la producción de drogas ilegales, originalmente tasadas en 413 millones de dólares. El republicano ha acusado a su homólogo colombiano Gustavo Petro de ser un “líder del narcotráfico”, en una nueva crisis que marca el peor momento de un tenso 2025.

Colombia, por mucho el mayor productor de cocaína del mundo, ha sido por décadas aliado de Estados Unidos en distintos frentes. A finales del siglo pasado, un Estado asediado por la guerrilla de las FARC convenció a Washington de financiar su esfuerzo contraguerrillero como parte de la lucha con el narcotráfico que la superpotencia ha impuesto desde hace medio siglo, luego de que ese grupo armado se involucrara de forma creciente en el lucrativo negocio ilegal. Con el llamado Plan Colombia, desde el año 2000 Estados Unidos financió una auténtica revolución de las Fuerzas Armadas colombianas, desde un mayor pie de fuerza hasta más grupos especializados en la lucha contra grupos móviles y pequeños, pasando por reforzar su capacidad aérea hasta una mayor y mejor inteligencia. Todo ello acompañado de una partida para promover y proteger los Derechos Humanos.

Estados Unidos mantuvo el apoyo durante los dos periodos del derechista Álvaro Uribe (2002-2010), quien logró que las FARC se replegaran y a la vez negoció un tratado de libre comercio que acercó más las economías de las dos naciones. Y luego con Juan Manuel Santos (2010-2018), de origen liberal, quien mantuvo la presión a la vez que lograba un histórico acuerdo de paz en 2016. Pero, si el respaldo estadounidense fue fundamental para cambiar el curso del conflicto armado en favor del Estado, no tuvo tanto éxito en reducir el narcotráfico que, según recientes estimaciones, produce el 4,2% del PIB del país.

El anuncio de Trump de suspender el apoyo a esa lucha, y congelar todos los fondos de cooperación internacional, solo profundiza una crisis que inició con su llegada al poder y el desmantelamiento de la agencia de ayuda de Estados Unidos, la USAID. Colombia ya es el país de América Latina que más pierde con esa determinación, pues recibía el 26% de todos los recursos del hemisferio, y se ha visto afectada además con la contracción de los recursos en cooperación europeos, y con el cambio de foco de todo el sistema internacional hacia otras prioridades. La esperanza era que la cooperación estadounidense en asuntos de interés nacional para el país norteamericano, como el narcotráfico, se mantuviera y jalonara otros renglones. Eso es lo que ahora queda en suspenso, algo que no sorprende tras la decisión de la Administración Trump de desertificar a Colombia en la lucha antinarcóticos, anunciada el mes pasado. En un país que ve multiplicarse los conflictos y crecer los grupos armados financiados por esta y otras economías ilegales, y que enfrenta un apretón fiscal, la pérdida de esos fondos representa un enorme desafío.

Más allá de ese impacto puntual, queda en el aire el potencial efecto de una retaliación comercial, como la que estuvo a punto de ocurrir por otro choque entre los mandatarios en enero pasado. Un alza de aranceles es especialmente significativa para la economía colombiana, altamente dependiente del comercio internacional y que tiene a la superpotencia como su principal socio comercial: en 2023 fue el destino del 27% de sus exportaciones, y la fuente del 26% de las importaciones. En contraste, para el comercio exterior estadounidense, Colombia es casi tan solo un accidente. En ese mismo año, representó el 0,55% de las importaciones y el 0,89% de las exportaciones de su poderosa economía, según datos de la Comisión de Comercio de las Naciones Unidas.

En enero, cuando Trump y Petro alcanzaron a declarar una guerra comercial con aranceles bilaterales del 25%, el colombiano señaló esas consecuencias negativas como una oportunidad. “El Ministerio [de Comercio] debe ayudar a dirigir nuestras exportaciones a todo el mundo diferente a los Estados Unidos. Nuestras exportaciones deben ampliarse (…) Los productos norteamericanos cuyos precios subirán dentro de la economía nacional deben ser reemplazados por producción nacional, el Gobierno ayudará en este propósito”, escribió en X. Los aranceles nunca pasaron se materializaron. Cuatro meses después, Colombia se sumó oficialmente al programa de inversiones de China, la Nueva Ruta de la Seda, un paso concreto para marcar distancias con el tradicional alineamiento con Estados Unidos. De hecho, el Departamento de Estado señaló que se opondrá a la financiación de proyectos liderados por empresas chinas en Colombia, como el metro de Bogotá, una prueba de las molestias que creaba ya ese aparente reacomodo incluso antes del choque por los ataques militares norteamericanos contra por lo menos siete embarcaciones en el Caribe.

El anuncio de Graham motivó la respuesta de los principales gremios empresariales de Colombia, instituciones cada vez más distantes del presidente Petro. Bruce MacMaster, presidente de la central patronal ANDI, escribió directamente en X al senador por Carolina del Sur. “Pese a las diferencias notorias entre los presidentes de los dos países, Colombia ha hecho grandes esfuerzos durante años para combatir el narcotráfico. La idea de golpear la economía del país no parece estratégicamente correcta. Si se reduce el flujo del comercio internacional entre los dos países, el único efecto significativo será el impacto en la economía real y, por lo tanto, en la clase económica y el empleo en nuestro país. Es tiempo de activar los mecanismos diplomáticos y estabilizar la relación entre dos países que han sido aliados durante más de 200 años“.

El aliado del presidente Trump no ha contestado hasta el momento, como tampoco se ha pronunciado el mandatario estadounidense, que después de publicar su diatriba contra Petro se ha enfocado en la guerra de Ucrania. Mientras tanto, Colombia se prepara para lo que sería un fuerte golpe a una economía que avanza a ritmo lento, entre buenas noticias en frentes como el empleo, y otras negativas en áreas como la fiscal. Todo esto a un día de conocer la sentencia contra el expresidente Uribe, un férreo opositor de derechas; a menos de una semana de la consulta con la que le petrismo definirá su candidato presidencial y sus aspirantes al Congreso; y cuando la campaña para las elecciones nacionales del primer semestre de 2026 inicia su marcha.



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Lun Oct 20 , 2025
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