En cuanto a estancias concretas, el drenching solemos verlo en salones, dormitorios, pasillos o despachos. La razón, según la interiorista, es que “funciona especialmente bien en espacios donde se busca continuidad visual y sensación de abrigo. Al unificar paredes, techos y carpinterías en un mismo tono, se eliminan los contrastes y el color envuelve el ambiente, creando una atmósfera serena y coherente”. Por el contrario, González desaconseja su uso en espacios con mucha luz natural o una actividad visual intensa –cocinas, talleres o zonas de trabajo– donde la saturación uniforme puede resultar pesada.
Los mejores colores para aplicar el drenching
Cuando hablamos de pintar paredes y techos en la misma tonalidad, lo primero que viene a nuestra mente es un color intenso y profundo. Estos, según Eva González, “suelen funcionar especialmente bien porque aportan carácter y acentúan el efecto envolvente”; colores entre los que se incluyen el verde musco, el azul petróleo, el terracota o el burdeos.
Sin embargo, la decoradora aclara que los tonos suaves también son aptos para esta técnica, ya que ayudan a crear una atmósfera coherente si cuentan con una buena iluminación. El arena, el verde salvia o el gris cálidos son algunos de los tonos que funcionan en este sentido. “Lo esencial no es la fuerza del color, sino su capacidad de unificar el espacio y generar una sensación equilibrada y envolvente”, sentencia la experta.
Silvia Retana
Los errores más comunes a tener en cuenta
Como cabría esperar, teñir las paredes y el techo de una habitación en un tono profundo conlleva ciertos riesgos. Por eso, es importante tener en cuenta todos los factores que condicionan el espacio antes de tomar una decisión precipitada. De todos ellos, Eva González apunta a la luz como uno de los más importantes: “La orientación, la temperatura de la luz natural y el tipo de iluminación artificial pueden alterar por completo la percepción del color, haciéndolo parecer más frío, oscuro o saturado de lo previsto”.
Por último, la interiorista hace hincapié en la importancia de valorar el conjunto del espacio, de los textiles a la iluminación, los muebles o el estilo decorativo que impera –tanto en la casa en general como en la estancia–. ¿El objetivo? Conseguir una coherencia visual. “Cuando todos los elementos dialogan, el resultado es equilibrado y el color se convierte en un hilo conductor que da identidad al espacio”.