3 hábitos atómicos con los que he conseguido hacer más ejercicio a diario
Nunca me ha gustado hacer deporte –aprobaba raspada educación física en el colegio–, pero la necesidad de querer sentirme bien me ha hecho experimentar pequeños coqueteos con el ejercicio que nunca terminaban bien, más que nada porque no conseguía mantener su práctica en el tiempo. O bien porque eran clases con horarios rígidos que no me atraían, o porque me empeñaba en hacer entrenamientos que no me gustaban y que siempre abandonaba. O porque lo de empezar ‘poco a poco’ no iba conmigo. Sin embargo, la pandemia trajo a mi vida (y a la del resto del mundo) demasiados días encerrados y la necesidad real de encontrar mi manera de hacer deporte en casa. Tres años después de esos experimentos con entrenamientos varios y la lectura del superventas Hábitos atómicos, de James Clear –porque los grandes cambios en la vida se hacen con pequeñas variaciones–, me han servido para aprender a encontrar la motivación para hacer ejercicio casi a diario y en vacaciones (de hecho, hago más ejercicio a los 40 años que a los 20). He aquí algunos de esos hábitos en forma de pequeños cambios que me han ayudado. Eso sí, hay que tener paciencia, ya que como afirma Clear, “los pequeños cambios con frecuencia parecen no tener ningún efecto hasta que logras cruzar el umbral crítico. Los resultados más poderosos de cualquier proceso acumulativo suelen retrasarse. Debes aprender a ser paciente. Y trabajar para lograr ser un 1% mejor cada día cuenta mucho a la larga”.
#1. Practicar la disciplina que me gusta (y no lo que está de moda)
Para que un cambio se mantenga en el tiempo (dice Clear) hay que hacerlo atractivo (eso implica asociarlo a sentimientos positivos) y hacerlo sencillo. Por eso, para conseguir hacer deporte con regularidad, ha sido determinante no imponerme qué práctica deportiva hacer simplemente porque es recomendable. Sino experimentar hasta encontrar una que verdaderamente me gustaba y motivaba. En este proceso he huido de las clases de HIIT por mucho que sus bondades estén más que comprobadas (lo siento, no me gusta) y he apostado por disciplinas cuerpo-mente hasta hacerme incondicional del barre, una mezcla de pilates, yoga y movimientos de ballet que ha conseguido engancharme porque me resulta atractiva y sencilla. Además, como nos explicó la psicóloga Ana Morales, “el ejercicio debe ser algo que disfrutamos, no un castigo. Si, por ejemplo, levantar pesas te parece un tormento, difícilmente lo mantendrás como una rutina a largo plazo. Pero al elegir un ejercicio que nos guste podemos mantener una práctica regular y sostenible”.
#2. Encontrar el momento (y planificarlo en mi rutina diaria)
Ritualizar el proceso ayuda a convertirlo en hábito y encontrar el momento que se ajusta a tus necesidades (y a tu realidad) es fundamental para automatizarlo. Y aunque haya estudios varios que sugieran que para determinados objetivos físicos es mejor hacer ejercicio en ayunas o por la tarde, lo verdaderamente importante, tal y como me explicó el entrenador Juan Ruiz López, es encontrar la hora que nos viene mejor para generar adherencia. En mi caso es por la mañana, nada más levantarme, para no encontrar excusas y evitar que el día me lleve por delante y me haga postergar la práctica de ejercicio. Cada uno sabe cómo encontrar ese momento.
#3. Entender que el ejercicio no puede generarme estrés (y que poco es mejor que nada)
Otra de las recomendaciones que da Clear en su libro es la reducir la tensión asociada a las buenas conductas. “Cuando la tensión o resistencia es elevada, los hábitos son difíciles”, afirma. Por eso, y aunque la constancia es clave para generar disciplina, he intentado que la práctica de deporte me resulte beneficiosa y no estresante por una autoexigencia excesiva. Por eso, cuando siento que necesito descansar y no puedo levantarme a hacer ejercicio, escucho mi cuerpo y no me obsesiono. Y en esos días en los que no he podido hacer mi rutina, incremento la actividad cardiovascular rutinaria con un buen paseo, subiendo o bajando escaleras y repitiéndome que ‘poco es mejor que nada’.