Si continuamos en dirección al casco antiguo, nos espera el Monasterio Dominicano de Dubrovnik (también conocido como Monasterio de Santo Domingo), uno de los monumentos más antiguos de la ciudad (data del siglo XIV) donde elementos románicos, góticos y barrocos convergen a la perfección. Mención especial a su patio interior custodiado por naranjos, palmeras, bellos arcos y un pozo central donde tomarse un respiro antes de continuar visitando el resto de la urbe.
Apenas nos separan unos 200 metros de la calle Stradum, la arteria principal de Dubrovnik que une las dos puertas de la ciudad a través de sus 300 metros de longitud. Está repleta de edificios que son puro patrimonio con la Plaza de Luža en el centro, todo tipo de comercios y sucesivos locales de hostelería que versan entre coquetas cafeterías, animados bares o restaurantes con encanto donde disfrutar al caer la noche. ¡Ojo que también estamos ante la calle más cara de todo Dubrovnik!
¿Qué no perderse en sus inmediaciones? El Palacio Sponza (también llamado Divona) que data del siglo XVI y a lo largo de la historia ha servido de casa de la moneda, armería, escuela y aduana. En la actualidad es un archivo cultural (con más de 7000 documentos) donde además acoge en una de sus salas, un memorial a las vidas perdidas durante la Guerra de la Independencia de Croacia.
La iglesia más relevante de Dubrovnik es la de San Blas, en honor al patrón de la ciudad. Levantada en 1715, representa a la perfección el barroco veneciano a manos del artista italiano Marino Groppelli. Muy próxima a esta, localizamos la catedral de Dubrovnik de estilo barroco y construida en 1713. En su interior alberga los restos de San Blas (patrón de la ciudad), alrededor de 182 reliquias que versan desde el siglo XI al XVIII y la gran joya de la corona: el cuadro ‘La Asunción de María’ de Tiziano.
Jorg Greuel