Pasar por la menopausia puede afectar de muchas y diversas maneras y algunos síntomas pueden ser muy frustrantes, incluso limitantes. Y aunque este mes como cada año se celebra el Día Mundial de la Menopausia (el 18 de octubre), esta etapa de la vida de todas las personas menstruantes sigue rodeada de misterio.
Yo empecé a notar signos de perimenopausia hace unos seis meses, poco después de cumplir 45 años, aunque es difícil saberlo a ciencia cierta cuándo porque los síntomas son muy amplios y no siempre evidentes. Hay indicadores comunes: sofocos, sudores nocturnos, periodos irregulares, hinchazón, aumento de peso y cambios de humor… pero también otros menos conocidos como dolores de cabeza, picores en la piel, pérdida de memoria, dolores musculares, rigidez articular, depresión y disminución de la libido.
Yo sufría una mezcla de molestias comunes –sofocos, bajo estado de ánimo, hinchazón y aumento de peso– con otros síntomas que no asocié inmediatamente con la menopausia, como picor en el cuero cabelludo y la piel, sensibilidad en los senos, dolor en caderas y rodillas, fatiga, manchas en la piel, dolor en las encías y niebla mental. Tardé un tiempo en darme cuenta de que estaba pasando por la perimenopausia, y durante un par de meses pensé que tendría que vivir para siempre con esos achaques, causados en gran parte por una hormona sexual, el estrógeno, que fluctúa durante la perimenopausia y disminuye enormemente después de la menopausia.
Pero después de unas semanas sintiéndome otra persona, nada que ver con cómo soy normalmente –motivada, sana y centrada–, decidí intentar atajar algunos de esos síntomas. Soy entrenadora personal y coach nutricional, por lo que conozco bien el funcionamiento del cuerpo femenino. Así que decidí investigar un poco, hablar con expertos en el tema y, como resultado, introducir algunos cambios sencillos en mi estilo de vida. Tres meses después, estos pequeños ajustes han reducido mucho los síntomas y algunos incluso han desaparecido por completo. A mí me han funcionado, pero como cada cuerpo es un mundo, es posible que no ocurra así en todos los casos. Estos son los nuevos hábitos que puse en práctica.
Añadir un probiótico y aumentar la cantidad de alimentos prebióticos
Cada vez son más los estudios que relacionan la salud intestinal con los síntomas de la menopausia. Un estudio reciente de la empresa científica y de nutrición Zoe, que analizó a más de 70.000 mujeres en etapas peri y posmenopáusicas, concluyó que una dieta sana y una buena salud intestinal se relacionan con una menor probabilidad de experimentar los síntomas de la menopausia.
Esto se debe en gran medida a los cambios intestinales que se producen durante la menopausia y a su papel en la regulación de los estrógenos. «El microbioma intestinal, formado por billones de organismos microscópicos llamados microbios, entre ellos bacterias, virus y hongos, interviene en el metabolismo y los niveles de circulación de los estrógenos», explica Katie Ward, especialista en salud intestinal y directora general de Microbz, cuyo probiótico Women, a base de bacterias del suelo, se ha diseñado teniendo en cuenta los cambios hormonales. “Y viceversa”, continúa. «La cantidad de estrógeno que producen los ovarios puede influir en la composición del microbioma intestinal, y dado que el intestino también está relacionado con el cerebro, un microbioma sano puede ayudar a reducir todo tipo de síntomas de la menopausia, desde la hinchazón, los gases y el estreñimiento hasta la fatiga, los sofocos, el aumento de peso, la disminución de la libido y los cambios de humor».
