Clara, con su propio uniforme y junto a su libro (‘Leche, fermento y vida’, editorial Debate), preparando una tabla de quesos.Cecilia Álvarez-Hevia Arias.
Para hacer realidad el local han vuelto a colaborar con Cobalto Estudio, el mismo estudio de arquitectura barcelonés que creó el diseño de la propuesta de Chamberí. Este matrimonio de expertos queseros también se mantiene fiel a la paleta de colores tierra tan cálidos que predominan en la marca como un reflejo de las características del producto con el que trabajan. “Los materiales naturales son los que se llevan todo el peso, como la madera o el granito madrileño, que es propio del centro de España”, describe, hablando sobre el mostrador grande, la pieza central del espacio. La diferencia sustancial con su primera tienda radica en el acero inoxidable: “Nos da un punto extra de modernidad y profesionalidad. Además, es fantástico para trabajar con productos alimentarios». En línea con su apuesta en Chamberí, el piso inferior de Castelló también acogerá encuentros, catas y otro tipos de eventos. Sin embargo, contará con pequeñas novedades: “Tendrá un pequeño espacio de cocina, sobre todo con la idea de que el tipo de actividades que se puedan hacer sea más amplio y permita recibir a más gente”, expone. En esta parte del recinto también se podrá encontrar el mobiliario que planteó para ellos la compañía danesa de interiorismo Ferm Living: “Nuestra sede está en Madrid, pero la idea de Formaje siempre ha sido tener una visibilidad internacional. Así que para nosotros son muy importantes estas sinergias con marcas que también son referencias a nivel europeo”.
Estos cuatro años de experiencia les han servido para ir afinando la selección de quesos que puede encontrarse tanto en su tienda física como online, y consideran que es la mejor que podrían ofertar. Por este motivo, la propuesta base a nivel alimentario en el nuevo espacio será exactamente la misma, si bien introducirán alguna ligera variación: “Hemos empezado a valorar alguna referencia específica para este nuevo barrio porque sabemos que el público va a ser diferente”, comenta la vallisoletana. ¿Se puede adivinar acaso de dónde procede un cliente por el tipo de queso que pide? “No es ninguna tontería. No se puede generalizar, pero tengo claro que ese tipo de cosas se pueden percibir”, dice Diez, divertida. “Por poner un ejemplo, hay un barrio que parece que desarrolla una preferencia por un perfil de queso comté, con una maduración de 18 meses, y en otro público pa- rece que funciona mejor una curación de 24 meses. Estos matices también son muy interesantes, porque al final nos permiten jugar con esa variabilidad sin salirnos de nuestra selección”, medita. “El queso es un producto que evoluciona y desarrolla diferentes perfiles de sabor. Creo que poder trasladarlo al cliente es muy interesante. Hace que la marca sea dinámica, y el producto lo acompañe”.