La actriz Penélope Guerrero (Jerez de la Frontera, 1997) hizo su maleta, voló a Argentina y volvió a su país con un primer protagónico en cine previo paso por el Festival de Cannes. Ahora, Transmitzvah, pues así se llama el filme, se podrá ver a partir del 22 de noviembre en Netflix, aunque ya se ha lanzado en el país en el que se grabó y no son pocos los que han conocido a Mummy Singer, el personaje al que da vida la actriz. “Llevaba tiempo queriendo [grabar un largometraje]. De hecho, el año anterior que estuve rodando Vestidas de azul me propusieron hacer una película también, pero tuve que rechazar porque me coincidía. Esta estaba propuesta antes de empezar el rodaje de Vestidas y ya estaba dentro. Tuve tiempo para prepararme porque tampoco el guión daba muchas vueltas, el tema de la música no quedaba claro…”, cuenta la actriz a esta cabecera días antes del lanzamiento. “La música se grabó después de rodar la película, que al menos para mí fue algo también complejo de gestionar. Eso sí, fue una megaoportunidad porque no solo es un protagónico, sino que se me ha dado también el chance de poder abrirme en otros aspectos como la danza y el canto, que era algo que siempre había querido hacer. Como currículum es una maravilla”.
Además de haber pasado por la mencionada Vestidas de azul, Penélope Guerrero se fogueó en series como Nacho, Sky Rojo o la diaria Mercado Central. Curiosamente, es esta Transmitzvah la que ha cosechado, con diferencia, mejores críticas. La actriz se atreve aquí a dar vida a la hija de una familia judía ortodoxa que triunfa en España antes de volver a su país natal para reencontrarse con quienes un día la cuestionaron. “He aprendido de ella que a veces volver no está mal y que perdonar es el tema más complejo al que se puede enfrentar al ser humano. El perdón, al final, no se trata de una cuestión del otro, sino de una propia para poder avanzar, evolucionar, convertirte en algo mejor y soltar”, comparte la actriz. “El papel de Mummy me llegó directamente por [el director de casting] Luis San Narciso. Llevaba mucho tiempo buscando a alguien, necesitaba también que cantase y bailase. Existía la posibilidad de doblar la voz, pero en mi caso era algo que no quería que sucediese, buscaba poder ser yo la que le pusiera voz a todo”, explica. “Luis encontró mi perfil, tuve una reunión con él en los estudios de Mediapro y directamente me ofreció el papel. No fue un casting. A las tres o cuatro semanas vino Daniel Burman, el director, a conocerme y ahí se confirmó todo”.
Fotografía: Carlos Villarejo. Estilismo: Freddy Alonso. Maquillaje: Berta Fort. Peluquería: EU Scissors.
Fotografía: Carlos Villarejo. Estilismo: Freddy Alonso. Maquillaje: Berta Fort. Peluquería: EU Scissors.
El trabajo de Guerrero al frente de este filme supone un salto cualitativo en su carrera. La actriz es aquí una artista integral que canta, baila y triunfa sobre los escenarios. Es una estrella del pop. “Yo venía un poco aprendida porque desde muy pequeña he bailado siempre, ya sea en mis clases de danza urbana o de salsa. La música es así mismo algo que siempre ha estado muy pegada a mí, la considero una forma increíble de comunicarse, de expresarse y de conectar con la gente”, cuenta la actriz. “No hubo ninguna formación muy marcada, fue todo un poco a la virulé, no te voy a mentir. Ya habría agradecido sentirme un poco más sostenida en ese aspecto, lo que pasa es que todo se dio en Buenos Aires, durante dos meses y medio, con un par de semanas de preparación, donde no solo tenía que bailar, sino que tenía que aprenderme canciones. Y además eran en hebreo”, añade. “Era un montón, un montón. Estoy acostumbrada a que me pasen estas cosas porque he hecho castings en otros idiomas que no eran el mío, no solo en inglés que lo domino, pero en latín antiguo o en catalán. Yo este tipo de retos los agradezco porque siempre quiero tratar de superarme a mí misma”.
El salto del Atlántico ha supuesto el contacto de Penélope Guerrero con otra manera de hacer las cosas tras las cámaras. La actriz se mudó a la capital argentina durante algo más de tres meses para rodar la mayoría de escenas. “Fue un montón, como dirían ahí mis compas argentinos. No me sorprendió mucho la ciudad porque se nota el colonialismo, en la arquitectura, los espacios y las calles. Caminas por allí y hay veces que parecía que estaba en el Paseo de la Castellana. Sucede también con la gente”, rememora. “Los argentinos son personas muy hospitalarias, abiertos, siempre te acogen y hablan contigo. Me recuerdan mucho a la gente de mi tierra, Andalucía. Fue muy interesante, pero también un tanto agridulce. Llegué en un momento en el que se estaba viendo un cambio social y político muy fuerte, justamente con las elecciones”.