Nuestra más calurosa enhorabuena a Jack Wall O’Reilly, que el fin de semana pasado ganó 20 libras en un concurso de parecidos: si lo vieras fugazmente por el retrovisor de tu coche en un día nublado y lluvioso, podrías confundirlo con Paul Mescal. Pero lo cierto es que en el hemisferio norte hay cientos de hombres altos y de tez pálida que podrían haberse subido al carro.
Analizar la vestimenta de las multitudes del Broadway Market o del Neukölln berlinés es adentrarse en un ecosistema de pendientes diminutos, grasientos cortes mullet, collares ligeros, cazadoras más pequeñas de la cuenta y vaqueros al tobillo. A poco que te fijes, las calles están llenas de dobles de Mescal. Y es que resulta fácil identificarse con su estilo. Es la viva imagen de cierto prototipo de hombre heterosexual, ese que llama a su madre cada domingo, probablemente mientras se bebe una Guinness sin usar las manos (por desgracia no podemos controlar todo lo que nos atrae), alguien a quien todos conocemos y reconocemos. Su ropa es poco llamativa, pero les otorga un aura notable. Paul Mescal, ¿el hombre normal?