Tal y como está el patio de mi casa, que es particular, y el patio de la política, llovido, mojado y remojado, me atrevo a contarles una cosa. Soy el ganador legítimo del premio Nobel de Literatura 2024. Quizá hayan leído que la Academia Sueca otorgó su reconocimiento a la escritora surcoreana Han Kang. Pero eso se debió a una trama poderosa de presiones, comisiones, traiciones y recomendaciones encaminadas a arrebatarle el honor a este servidor. Un académico rubio había presentado mi candidatura con argumentos sólidos: soy un poeta más importante que Federico García Lorca, he volado en la lírica contemporánea por encima de Verlaine y Rubén Darío. Los argumentos de una académica morena llegaron a emocionarme más por mi declarado amor a los clásicos. Afirmó que Cervantes, Lope de Vega y Quevedo estaban muy por debajo de la maestría y el humor con el que ejerzo los sermones, las emociones y el vibrar de las canciones hasta conseguir las bendiciones. Y fui por unanimidad reconocido como el candidato que se merecía el premio, una elección que llevó a todos los profesores, traductores, empapeladores y lectores suecos a brindar con pasión e ilusión por una decisión que unía la razón y el corazón. Chimpón.
Entrada siguiente
Los aprendizajes de Madrid: más de un año del paso de la dana gestionada por Ayuso | Noticias de Madrid
Lun Nov 25 , 2024
Comparte en tus redes sociales Hay una mujer en un pequeño pueblo de Madrid, a 385 kilómetros de Valencia, que llora cada vez que pone la televisión. Llora cuando ve a gente amontonando muebles, cuando ve a los vecinos barriendo calles o a los voluntarios con botas de goma llenas […]
