Hace apenas unos días se celebraba en Los Ángeles la XV edición de los Governors Awards, el arranque oficioso de la carrera a los grandes premios. Una cena en la que se dan cita aquellos cuyos nombres más suenan de cara a la ceremonia de los Oscar que se celebrará el próximo mes de marzo. Y la lista de invitadas no sorprendió. O, en realidad, lo hizo porque la mayoría de ellas podría haber formado parte de este mismo evento, pero en la edición de hace una década o, de haber existido, tres. Nicole Kidman, Jennifer Lopez, Angelina Jolie, Tilda Swinton, Julianne Moore, Pamela Anderson, Demi Moore o Sharon Stone pisaban la alfombra de una velada en la que también estaban Jennifer Lawrence, Elle Fanning, Selena Gomez o Margaret Qualley, sí, pero ninguna de las jóvenes le hizo sombra a las veteranas. En 2024, los largometrajes que aspiran a los galardones más importantes han contado en sus filas con nombres que son conocidos desde hace tres y cuatro décadas en Hollywood.
El relevo de quienes hicieron brillar a Hollywood durante los años dorados del cine comercial tal y como los conocemos ahora rompían con todo lo establecido por las generaciones anteriores. Se apuntaban a la modernidad, pero nunca abandonaban ese halo de misterio que acompaña a las grandes estrellas. Esas mismas actrices ponían el coto donde querían: no existían las redes sociales en las que se comparte a diario y los tabloides no eran tomados en consideración por nadie que tuviera dos dedos de frente. Llegaron hace algunos años a asomarse a Instagram –sigue siendo noticia cuando alguna de ellas se abre una cuenta–, pero la espontaneidad de la que hacen gala las jóvenes aquí brilla por su ausencia: algunos de los perfiles son meros lugares en los que compartir detalles profesionales decididos por equipos de relaciones públicas.
El biopic de María Callas que protagoniza Angelina Jolie; el electrizante thriller erótico en el que Nicole Kidman se desmelena, Babygirl, o La habitación de al lado, con Tilda Swinton y Julianne Moore como protagonistas, son tres de las películas que a buen seguro terminarán en premios y las tres se pudieron ver en el Festival de Venecia. En Cannes debutó La sustancia, una cinta que ha roto todos los esquemas y la taquilla, y que protagoniza Demi Moore. La conversación, copada por actrices que se acercan o han pasado los 60. “El nivel de fama de las actrices y actores de los 90 es muy difícil de emular. Tiene que ver con el tipo de proyectos, el tipo de perfil de intérpretes y la propia relación del público con ellos”, cuenta a Vogue España la periodista y cinéfila irredenta Raquel Piñeiro quien añade: “Tiene que ver también con la forma en la que nos relacionamos con el cine. En los 90 y un poco a principios de los 2000 lo era todo; hoy en día, nuevas formas de ocio han ocupado su lugar. No hay tantas películas fenómeno. Recaudan más que nunca, las grandes, pero la inmensa mayoría no tienen el impacto que tenían hace veinte años muchas otras, quizá de tipo medio”. Manuela Partearroyo, investigadora en los campos de la literatura y el cine y autora del libro Luces de varietés: Lo grotesco en la España de Fellini y la Italia de Valle-Inclán (o al revés), coincide con esa idea desde otra óptica: “Sin duda, detrás de ello están la progresiva desaparición de las salas, la decadencia de las revistas en papel y el ritmo que impone lo digital: en este constante y apabullante exceso de información, se requiere algo nuevo a una velocidad inaudita, sin posibilidad de que los carismas calen definitivamente”, reflexiona. “Lo que el año pasado parecía de oro, este ya no tiene espacio en nuestra memoria. Las actrices de moda no duran más que una temporada de alfombra. De ahí la ventaja con la que cuentan aquellas que sí guardan espacio en nuestra retentiva, es decir, las que pisaron alfombra durante la última década dorada: los noventa. Ni te cuento si nos vamos más atrás –el efecto Jessica Lange, podríamos llamarlo–”.
Podría ser que el retorno a la primera fila de nombres como el de Demi Moore o el de Pamela Anderson –quien ha recibido el aplauso de la industria en The Last Showgirl, la última película de Gia Coppola, y roza su primera nominación al Oscar– tuviera no poco que ver con el momento post #MeToo. El nuevo feminismo que se abre paso en Hollywood, que intenta poner fin a las conversaciones sobre la apariencia física o abrir el abanico de directoras que trabajan en Hollywood, sería la causa de este renacer, si es que en algún momento llegaron a irse, de las estrellas de los 90 en palabras del dúo de prescriptoras Las entendidas. “En nuestra opinión, el resurgir de estrellas femeninas que lo fueron en los 90 está íntimamente ligado a una mirada feminista y a un cambio de paradigma para las mujeres actrices es que su carrera no acaba a partir de cierta edad”, comparten. Inciden ambas en la idea de que hace tres décadas no se sabía prácticamente nada de aquello en lo que estaban trabajando. “Desfilaban por las alfombras rojas, sí, pero la atención hacia ellas no trascendía tanto por motivos derivados de su trabajo. Durante varios años la atención hacia esas actrices no era tanto por su trabajo, como sí está ocurriendo por ejemplo esta temporada con papeles interesantísimos”, comentan. “¿Será entonces que estas actrices de una cierta edad pueden tener papeles protagonistas interesantes que no les hagan abandonar su carrera sino todo lo contrario, que consigan retener el foco de atención por delante de otras compañeras llamadas a ser su relevo, y que encima los motivos de esa atención recaigan en el peso de sus trabajos? ¿Tendrá algo que ver en todo esto que de algunas de las películas que promocionan esta temporada [Babygirl o La sustancia] estén dirigidas por mujeres? Todo esto no puede ser solo casualidad”.
Todas las mencionadas arrollan allá donde van –no hay más que echar un ojo al paso de Nicole Kidman por los premios Men of the Year de GQ que se celebraron hace unos días en Londres– y es innegable que no hay alfombra que luzca mejor que cuando ellas llegan. Partearroyo explica así esa diferencia generacional que vertebra este artículo. “El problema nunca ha sido la falta de talento ni de carisma de la nueva generación, sino que no les da tiempo a quedarse en nuestra memoria emocional. Pienso en Lupita N’yongo, Kristen Stewart, Amanda Seyfried e incluso en Jennifer Lawrence. Parecían intocables pero en el lapso de poquísimo tiempo han ido dejando de ser estrellas”, cuenta la escritora. “Se salva, tal vez, Emma Stone, pero porque se ha reaparecido instalada en la faceta ‘actriz’ más que en la de estrella, sus decisiones profesionales así lo demuestran”.
“Durante años, los grandes proyectos de Hollywood han sido las películas de superhéroes, en las que la estrella es el producto, no el intérprete”, cuenta Piñeiro introduciendo otra de las variantes en la conversación. “Y no solo de superhéroes sino franquicias. Pienso en que, por ejemplo, los protagonistas de Crepúsculo son un ejemplo claro de lo que ha pasado: los dos se hicieron tan famosos como cabezas visibles de semejante monstruo, que cuando tuvieron control sobre sus carreras, optaron por caminos diferentes, más de autor (y eso que él ha hecho Batman). Al estar ligados a Crepúsculo son uberfamosos para una generación (o varias), pero, por ejemplo, mis padres no sabrían reconocerlos ni ponerles nombre”.
Si hay espacio o no para ese relevo que parece pedir paso, solo el tiempo y el devenir de la industria parece que lo aclararán. “ [Las jóvenes] son una nueva generación, tanto ellos como el público al que se dirigen, sobre el que sienten que deben rendir cuentas por su trabajo (y el privilegio que trae consigo) de otro modo”, reflexionan Las entendidas. “Quizá también esa idea de recambio avivada por los medios y por normas no escritas dentro de la industria es fruto de vivir bajo un paraguas capitalista en el que se apele de manera constante a la necesidad de una renovación y un relevo rejuvenecedor por parte de las siguientes generaciones”, continúan. “El peso de actrices veteranas ahora mismo en la industria del cine es muy relevante, sus trabajos interesan al gran público y, en muchos casos, han adoptado posturas mucho más activas que las que acostumbraban las actrices al saltar también a la producción. Y de una manera un tanto orgánica eso convive al mismo tiempo con el foco que también se vuelca sobre los protagonistas de una nueva generación de actrices y actores, como esta temporada estamos viendo sobre Paul Mescal, Timothée Chalamet o Selena Gómez”.
Es Manuela Partearroyo quien también señala el inesperado mundo de la producción y apunta desde ahí al de las series, un universo al que no pertenecían hasta hace pocos años las actrices de Hollywood. “Big Little Lies contrató a Shailene Woodley como estrella en alza, para atraer al público joven, y en cambio las mayores le comieron la tostada. Nicole y Reese [Witherspoon], que no por casualidad decidieron hacerse productoras, tomaron ese camino en un impasse de sus carreras, pero ahora vuelven a ser ellas las determinantes para que el proyecto salga adelante. El caso de Demi es similar, y Ryan Murphy lo sabe”, comenta. “Por eso siempre recupera a esa franja, tanto las estrellas como las de reparto –Jessica Lane, Penélope Cruz, Kathy Bates, Diane Lane, Susan Sarandon o Patti LuPone– . Además de ser buenas, que es indiscutible, se comen con patatas a los jovenzuelos”. Piñeiro se muestra más optimista acerca de ese mencionado relevo: “Creo que sí hay espacio para que algunas estrellas lo sean más en el futuro. Timothée Chalamet, Margot Robbie o Zendaya representan ese tipo de intérpretes que protagonizan películas lo bastante masivas y proyectos de prestigio como para conseguir la fama, impacto y repercusión que se pide. Sin embargo, representarán otro tipo de estrellas, de igual modo que los Tom Cruise y Nicole Kidman no son Marlon Brando ni Elizabeth Taylor, ni Marlon Brando y Elizabeth Taylor eran Jean Harlow ni James Cagney”.