Las Llaves, por Beatriz Serrano
Este relato de Beatriz Serrano forma parte de la serie ‘En el punto de partida’, publicada en el número de diciembre 2024 de Vogue España.
Sentada en la terraza del bar de enfrente de la que en otro tiempo fue su casa, esa en la ambos que solían emborracharse todos los miércoles después de trabajar, ella le ve salir del portal a la hora de siempre y, como un acto reflejo, se lleva la mano al bolsillo de la gabardina y acaricia el juego de llaves antes de pedirle la cuenta al camarero. La gabardina, las enormes gafas de sol, el periódico sobre la mesa: todo forma parte del ritual. A ella le gusta transformarse en un cliché de cine negro y disfruta disfrazándose en todas y cada una de las ocasiones en las que regresa a escondidas a casa de él para intentar volverle loco. Incluso ha mirado pelucas por internet para completar el atuendo, pero resulta que son carísimas (sobre todo las buenas).
Fue un par de semanas atrás cuando se atrevió a confesarle a su mejor amiga lo que desde hace meses se traía entre manos.
-Estás loca –Exclamó, pero notó en su mirada la chispa de la admiración.
-Ya.
-¿Y qué haces cuando estás ahí? –Preguntó.
-Pequeñas putadas –Respondió, encogiéndose de hombros. -Un poco lo que se me ocurra en ese momento.
-Estás loca –Repitió su amiga, y alzó la copa de vino para brindar.
Cuando subió el precio del aceite, por ejemplo, tiró un litro entero por el fregadero, dejando poco más que un chupito al fondo de la botella. Él siempre fue un poco rata, las cosas como son. Por ese fregadero también ha desfilado ese líquido tan caro de farmacia que usaba cada noche para no quedarse calvo y su colonia preferida, que luego rellenó de agua del retrete. En otra ocasión, torció todos los cuadros del salón. También cambió el retrato de su padre, que en paz descanse, por una foto de Jack Nicholson en El Resplandor (porque lo cierto es que siempre tuvieron un aire). Otra, robó un par de muñequitos de su colección de Marvel (los más difíciles de encontrar). Una de las últimas veces abrió una lata de sardinas y la lanzó por el hueco de detrás de la nevera. Pero cada día es una nueva aventura.