Cómo llevar botines Chelsea, sea cual sea tu estética

Los botines Chelsea son un clásico por una razón: nunca pasan de moda. Por supuesto, los diseñadores pueden introducir algunos giros inesperados cada temporada –como una suela de tacos gruesos o, tal vez, piel metalizada–, pero año tras año, la silueta sigue siendo un calzado básico por excelencia.

De hecho, este modelo esencial tiene una larga historia. Definidas por su tacón bajo, la caña por el tobillo y unos elásticos laterales que facilitan su colocación, las botas Chelsea existen desde la época victoriana. El primer par fue diseñado en 1837 por el zapatero de la reina Victoria, Joseph Sparkes Hall. Llevaban una plantilla elástica y una cómoda suela plana. Según Halls, a la reina le gustaban tanto que «caminaba con ellas a diario».

La historia mod de las botas Chelsea

En la década de 1960, otros británicos influyentes se hicieron adeptos a este estilo. En ningún lugar era tan evidente como en el barrio londinense de Chelsea, donde todo el mundo, desde los Beatles hasta los Rolling Stones, pasando por Jean Shrimpton, las llevaban con pantalones pitillo y el pelo alborotado.

Estas novedosas botas –con tacón cubano bajo y elegante puntera almendrada– fueron creadas por encargo y a medida de los Beatles por los zapateros de danza Anello & Davide. En aquella época se consideraban increíblemente vanguardistas. En 1980, Andy Warhol recordaba cómo le impresionó ver a David Bailey y Mick Jagger, de los Rolling Stones, con las botas puestas en una cena en Londres dos décadas antes: «Cada uno de ellos tenía una forma distintiva de vestir… era la forma de combinar las cosas lo que era tan genial: este par de zapatos con ese par de pantalones que a nadie más se le habría ocurrido llevar. Y, por supuesto, Bailey y Mick llevaban botas de Anello & Davide, el zapatero de danza de Londres», reflexionaba Warhol.

Más recientemente, diseñadores como Proenza Schouler, Prada y Valentino presentaron sus propias versiones de las botas Chelsea en las pasarelas de otoño 2024. La inquebrantable popularidad de este estilo –como bien detectó la reina Victoria hace un siglo– se debe a su practicidad. Eso, y el hecho de que también son maravillosamente unisex, aptas por igual para hombres y mujeres, como demostraron los iconos de los Swinging Sixties antes mencionados o, recientemente, Timothée Chalamet.

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