Esta entrevista con María Trénor forma parte del número de enero de 2025 de Vogue España, a la venta el próximo 17 de diciembre.
Fue durante el pasado mes de junio cuando María Trénor (Valencia, 1970) conseguía un hito para el cine de animación español. La directora presentaba su primer largometraje, Rock Bottom, en el Festival de Annecy, la cita más prestigiosa del mundo en ese campo y donde también recaló el pa- sado año Robot Dreams. “Imagínate, con la primera película. Fue realmente importante estrenarla mundialmente en la sección oficial, una pasada”, rememora a través de llamada telefónica antes de que el largometraje llegue a los cines el 13 de diciembre. “Éramos, creo, trece películas y estábamos entre las más importantes del mundo de animación de ese año. Es una auténtica satisfacción, un subidón y una carta de pre- sentación para la película increíble”. La cinta se iba tristemente sin premio, pero arrancaba así la promoción de un trabajo que también se ha podido ver en L’Etrange Festival de París, en el Festival de San Sebastián o en el In-Edit de Barcelona.
Es Trénor directora y guionista de un largometraje musical que toma como punto de partida la vida de Robert Wyatt en un momento cumbre, durante la composición de su obra magna, el disco Rock Bottom, en el pequeño pueblo de Deià, en Mallorca, meses antes de sufrir una caída que lo obligó desde entonces a vivir en silla de ruedas. Pero que nadie se lleve a engaño, esta no es una película biográfica sino un retrato de un momento clave para la contracultura de los años 70 a través de Wyatt y su pareja desde entonces, la también artista Alfreda Benge. “La película no es un biopic”, sentencia rotunda la cineasta. “La pareja que aparece representa más a su generación. Sí tenemos pinceladas de su vida, sobre todo la caída, pero en realidad ha sido una excusa para representar lo que era la generación hippie de artistas noreuropeos que, buscando esa libertad que los norteamericanos encontraban en California, a ellos les llegaba en costas españolas como las de Ibiza, Mallorca, Almería o Cadaqués”, apunta. “Representamos a esa comunidad en un momento muy determinado, en ese instante final de la decadencia de la era hippie. La conclusión del largo verano del amor, donde se ve que la revolución sexual no había servido de nada para las mujeres porque seguían limpiando y cuidando a los niños en unas comunas en las que se ve que el efecto de las drogas –que en los 60 se vendían como muy buenas y que abrían la mente– era en realidad profundamente negativo”.