Yvonne Blake, creadora de divinos trapos

Si el vestido es la piel del personaje, Yvonne Blake es el alma del vestido.
Esta cualidad hace que algunos directores desalmados como yo se atribuyan méritos
que no les corresponden. Por ejemplo, la poesía, el humor y la imaginación
que emana de esta extraordinaria y querida creadora de divinos trapos.

Gonzalo Suárez

Hace unas semanas se acababa la exposición Yvonne Blake. Dressing Spain and Hollywood, una retrospectiva de esta enorme figura internacional del vestuario que ha albergado la Casa de la Panadería de Madrid. Un homenaje realizado con cariño y respeto por parte de muchos profesionales del sector que ha contado con el archivo personal de la figurinista y nos ha permitido descubrir los figurines y recuerdos de casi cincuenta años de trayectoria.

A la pregunta de cual es su oficio, Yvonne Blake inmediatamente observaba: un figurinista no hace moda. El trabajo de vestuario se centra, ante todo, en conocer íntima y poéticamente a los personajes y tratar de presentarlos ante la cámara: contarlos, defenderlos, mostrar sus peculiaridades a través de los detalles de sus trajes. Su oficio se aleja, por tanto, de la mirada abstracta de las pasarelas para convertirse en un modo de observación narrativa —casi sociológica— de aquello que el guion ofrece. Tampoco creía Blake que el vestuario fuera un modo de calcar figurines históricos a modo de cromo arqueológico, sino un espacio creativo donde al figurinista, tras un profundo estudio, también se le permitiese volar, abrirse a otras referencias y —¿por qué no?— jugar. No en vano uno de sus directores fetiche, Gonzalo Suárez, reservó para ella estas tres virtudes: poesía, humor e imaginación. Su entusiasmo desvela un evidente diálogo colaborativo: aquel en que el director no impone sino que invita a su figurinista a conversar; ese respeto solo puede significar un magnífico resultado.

Pero vayamos al principio de todo. Yvonne Blake, oriunda de Manchester como las fábricas de confección de algodón que revolucionaron la industria un siglo antes, comienza su andadura con apenas dieciocho años en la sastrería Bermans. Blake había dejado la teoría, el Regional College of Art de Manchester, para arremangarse en el corazón del oficio. Allí prestó atención a cómo Cecil Beaton preparaba los figurines de Audrey Hepburn en My Fair Lady y escuchó atentamente las directrices de Cynthia Tingey respecto de la confección. Ese será precisamente un rasgo esencial a lo largo de su carrera: que cada tela cuente su historia, que le dé al actor el peso y la tensión real y poética del tejido, y para ello exigirá en casi todas sus producciones confeccionar los figurines desde cero.

Son los años del Swinging London, con sus minifaldas de Mary Quant, sus colores psicodélicos y sus delirios metalizados… la calle estaba llevando a la moda hacia una auténtica odisea espacial, y en medio de todo ello está nuestra Yvonne, quien tiene las agallas de salirse de los historicismos del cine convencional para llevar la modernidad a sus primeros trabajos firmados como diseñadora. Su complicidad con Truffaut haría posible un milagro titulado Fahrenheit 451 (1966); donde crea un mundo futuro que resulta creíble desde el presente, con esos bomberos con aires de las SS y esa Julie Christie a medio camino entre una groupie y una diosa pagana. Después de ese trabajo, a Blake se le abriría el mundo: en su primera década ya habrá vestido a Sophia Loren, Albert Finney, Liza Minelli, Omar Sharif o Michael Caine, nada más y nada menos.

Con apenas treinta años, le llega la consagración: un Óscar de Hollywood por un trabajo incontestable y de enorme dificultad: Nicolás y Alejandra (1971). Una cinta que va de la ostentación de un palacio de invierno a la oscuridad de un sótano ensangrentado. Y después, lloverían las ofertas: el delirio hippie con aires de Bonny M que llevó a la Judea de Jesucristo Superstar (1973), la delicadeza de un amor sereno como el de Robin y Marian (1976) o un vestuario para la historia: el primer Superman (1978), donde fue pionera en el uso de la licra y en la reformulación hacia la realidad de un diseño de cómic.

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Farándula y Moda

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