Hay dos frases legendarias de Kim Cattrall (no de Samantha Jones, que tiene muchas, sino de la propia Cattrall). Una de ellas es: «Yama kippi yay bo / Sedda rayfa kayba / In dog Latin he quoth / You jay safa sou-RAY!» . Y la otra, más conocida quizá, la dijo en una entrevista de 2019 con el diario The Guardian: «No quiero estar ni una hora en una situación en la que no esté disfrutando».
Esta última todavía sale de vez en cuando aquí y allá. Pero cuanto más la miro, y cuanto más vieja me hago, más cuenta me doy de que tiene razón. Siempre ha tenido razón. ¿Por qué digo que sí a las cosas cuando en realidad quiero decir que no? ¿Y por qué he participado tantas veces en actividades que no me divierten ni me satisfacen? «Quiero elegir con quién paso el tiempo en lo personal y en lo profesional. Es mi vida», llegó a decir Cattrall. «No queda mucho tiempo».
Me habría venido bien este consejo antes. Si lo hubiera escuchado, quizá no me habría quedado en casa de ese hombre que tenía rampas de skate haciendo las veces de encimeras en la cocina. O quizá no habría pasado cinco horas en un pub de Pimlico -Pimlico- a principios de año con un grupo que que no pasaba de la categoría de conocidos. Probablemente no me habría gastado tanto dinero en salidas nocturnas de medio pelo cuando podría haber estado en casa, viendo Mujeres desesperadas… y viceversa. Si cierro los ojos, puedo ver en un espejo de feria varias situaciones en las que podría haberme ido antes, o directamente no haber ido.
Pero los remordimientos no siempre son útiles. Y en el nuevo año, voy a seguir los pasos de Cattrall y hacer solo cosas que me motiven. No estoy hablando de hedonismo sin tregua (trabajo a jornada completa y no tengo intención de acabar con gota), sino más bien de conocer mis límites y preferencias y prestarles más atención. Por ejemplo, diciendo que no a un viaje en grupo que ni me interesa ni ni puedo permitirme. O pidiendo una pila de tortitas a las diez de la noche y comiéndomelas en la cama con mi querido TikTok. La cuestión es que muchas veces nos dejamos llevar por las obligaciones o por las expectativas de otros en lugar de por nuestras apetencias y predilecciones. O, parafraseando a Cattrall: solo se vive una vez.