‘Santuario’, la (ultrainquietante) distopía que podría no estar tan lejos como parece

¿Qué futuro nos espera con un cambio climático que parece imparable? ¿Cuándo adquiere algo conciencia? ¿Cuándo algo deja de ser algo para convertirse en alguien, aunque solo sea un poquito? ¿Deberíamos humanizar la inteligencia artificial? ¿Deberíamos, también, ser privados de nuestro libre albedrío si lo que está en juego es la supervivencia? ¿El fin justifica los medios?

Estos son solo algunos de los interrogantes que arroja Santuario, la nueva y esperadísima serie de Atresplayer: Pilar, una joven embarazada, ingresa en un centro aparentemente idílico donde un grupo de expertos cuidará de ella hasta que dé a luz, porque “lo más importante es el bebé”. Las alarmas no tardarán en sonar… Una distopía que que no se antoja tan lejana y en la que sus guionistas, Carmen Pacheco y Manuel Bartual (autores, también, del podcast homónimo), han volcado temas como el potencial destructivo del cambio climático, la lucha de clases y los (¿deseables?) límites de la inteligencia artificial y los poderes fácticos. Con ecos a novelas seminales como El cuento de la criada, de Margaret Atwood, o Hijos de los hombres, de P.D. James, Santuario es una historia trepidante y ultraemotiva en la que, como señala Manuel, nada es lo que parece. Atención a la puesta en cuestión de la tesis de Herbert Marcuse en El hombre dimensional, según la cual, por compleja que sea su programación, una máquina jamás sería una réplica de un ser humano, sino solo una simulación. Abramos ese melón.

Uno de los temas principales de la serie es la maternidad. En el caso de Manuel, llama la atención que decidiera abordar un tema tan intrínsecamente femenino. ¿Qué aportó cada uno de vosotros al asunto?

Carmen: Yo estaba leyendo El vientre vacío (editorial Capitán Swing), de Noemí López Trujillo, y tenía esa idea en la cabeza, pero es curioso porque todo el conocimiento sobre las distintas fases del embarazo lo tenía Manuel: él tiene un hijo y yo no. Manuel venía con un Excel en el que constaba la evolución por semanas de cada embarazada de la serie para que todo tuviese coherencia. Él lo tenía todo en la cabeza y yo, cero. Yo soy la mujer, pero el padre es él, así que nos complementábamos muy bien para ese tema.

Muy ligado al de la maternidad está el tema de la infertilidad y la viabilidad de los embarazos, a su vez consecuencia del deterioro del medio ambiente, que es el detonante de todo lo que sucede en la serie. ¿Cómo creasteis ese escenario?

Carmen: A lo largo de todos estos años de trabajo juntos Manuel y yo nos enviamos el uno al otro muchas noticias de prensa que nos daban ideas para desarrollar la historia. Una de las suyas hablaba de un estudio que concluía que la contaminación medioambiental puede dañar al feto. El cuento de la criada, de Margaret Atwood, ha sido una influencia, y también Hijos de los hombres, la novela de P.D. James que llevó al cine Alfonso Cuarón: nos encanta a ambos. Al mismo tiempo, además de El vientre vacío yo había leído Quién quiere ser madre, de Silvia Nanclares. Ambos libros hablan sobre el negocio de la reproducción asistida, y me quedé en shock al ver hasta qué punto pueden llegar algunas mujeres en su deseo de ser madres y hasta qué punto eso es importante para la sociedad, que por otro lado es un tema que ahora mismo está a la orden del día.

Manuel: En Santuario el relato avanza de forma paralela a como fueron avanzando nuestras ideas para el podcast. La primera era tener ese amplio espacio en el que se juntan todas esas mujeres embarazadas, y a partir de ahí fuimos definiendo por qué estaban allí y quiénes eran realmente. Cuando pensamos que podía ser la contaminación encontramos noticias que validaban esta hipótesis: muchos embarazos no llegan a término a causa de la toxicidad ambiental, no es algo que nos hayamos inventado nosotros. Y dado que la ciencia ficción, que es el género al que pertenece Santuario, se diferencia del género fantástico en que parte de una base real, decidimos tomar ese punto de partida y luego extrapolarlo para armar esa historia de ciencia ficción.

La relación entre las dos protagonistas, la embarazada y la psicóloga del centro, es bastante ambigua: va de la afinidad al antagonismo una y otra vez. ¿Era importante para el relato que el enfrentamiento principal se produjera entre dos mujeres con intereses distintos?

Carmen: No era nuestra idea desde el principio, pero quizá inconscientemente nos gustaba contraponer a Pilar, una mujer para la que lo más importante es su bebé y su embarazo, y a Valle, que tiene unas convicciones muy distintas pero que también es humanista y empática, por lo que le preocupa que las mujeres que lo deseen puedan ser madres. Ambas visiones se complementaban y se contraponían al mismo tiempo. Nos gustaba que una fuera madre y que la otra no, y el viaje que hacen juntas: no son antagonistas todo el tiempo. Y al final, aunque ella misma no sea madre, para Valle también es gratificante crear algo.

Manuel: Los vaivenes en la relación entre Pilar y Valle también son un juego a nivel de trama, por lo que al principio puede parecer que están más alejadas de lo que realmente acaban estando. Valle y Pilar afrontan la maternidad desde dos puntos de vista muy diferentes.

Valle se presenta como la psicóloga, como el apoyo de las mujeres embarazadas del centro, pero realmente es una herramienta de control. ¿Era una alusión un poco velada al papel que a veces acaba ejerciendo la psiquiatría, que más que ayudar a sus pacientes lo que busca es que no molesten?

Carmen: Santuario tiene un poco de eso, sí. En la serie se trata a las mujeres que están allí con una condescendencia muy obvia, con frases como: «Son las hormonas», que es como muchas veces se trata a las embarazadas en la vida real. Es como si de repente dejaran de ser personas completas y se convirtieran en un bien de la sociedad que hay que cuidar de un modo paternalista, lo que se manifiesta, por ejemplo, en el exceso de amabilidad hacia ellas. Todo eso es intencionado. También queríamos tratar cómo a menudo es la sociedad quien decide lo que deben hacer las mujeres en relación a sus derechos reproductivos, que es algo que está muy presente en otras distopías y que al mismo tiempo es muy actual; por ejemplo, de repente en Estados Unidos se vuelve a cuestionar el derecho al aborto porque hay unos señores que deciden que para la sociedad es mejor que ese derecho no exista. Ojalá estuviéramos hablando de distopías y no de la realidad pura y dura.

La serie hace alusión a un punto de inflexión que genera la coyuntura que vemos y al que se alude como “El desastre”: no se especifica qué es, pero sabemos que está relacionado con un cataclismo climático y medioambiental. ¿Hasta qué punto es relevante el aquí, y hasta qué punto os preocupa personalmente?

Manuel: No quisimos entrar en mucho detalle, pero en las primeras notas del proyecto incluimos datos reales de cómo el cambio climático podría llegar a provocar efectos parecidos a los que se ven en la serie. Escribimos Santuario en 2019 con la idea de grabar en 2020, pero de repente nos vimos todos encerrados en nuestras casas por la pandemia. Y durante esos meses todos pudimos ver en las noticias lo que pasó: bajaba el nivel de contaminación en las ciudades y los animales tomaban las calles. Comprobar que al eliminarse la actividad humana la naturaleza florecía de esa manera fue algo que me descolocó muchísimo: acabábamos de escribir el guion y de repente teníamos un ejemplo evidentísimo del incalculable deterioro ambiental que provoca la especie humana.

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