El banquete se celebró en un salón de estilo rústico, con elementos ecuestres. Por este motivo, los novios eligieron una mantelería neutra en color blanco con cristalería transparente que no entrase en conflicto con la estética de este espacio. Añadieron un toque de color con 300 claveles de floristería Adhoc que se dispusieron dentro de 80 jarrones diferentes que la novia fue comprando en Wallapop y algunos que le dejó una amiga. “Fue una decoración muy sencilla pero nos encantó el resultado”, dice la pareja. En las mesas, cada invitado contaba con una servilleta con su nombre bordado por la madre de la novia.
Para Garbiñe y Antonio, la parte gastronómica de la boda era muy importante. “Tuvimos muchísima suerte con todos los proveedores de la boda pero, sin duda, el gran acierto del evento, teniendo en cuenta que no lo conocíamos previamente, fue el catering de Campuzano. El trato de Luisa durante todo el proceso, la atención a los detalles, su capacidad para adaptarse a todas las peticiones y, sobre todo, la calidad tanto de la comida como del servicio en el día de la boda nos pareció insuperable. Lo recomendaría una y otra vez”, dice la novia. Además Campuzano les ayudó a orquestar una mesa en el cóctel con productos de Jaén y Navarra, para que los invitados pudiesen disfrutar de productos de las zonas de origen de la pareja.
“La disfrutamos de principio a fin: desde los preparativos, que nos vestimos en la finca con nuestras familias y fue muy guay tener esos momentos previos a la boda todos juntos, a la barra libre, donde acabamos, literalmente, volando por los aires. Al ver las fotos me di cuenta de que en la mayoría salía riendo, bailando o cantando, y me hizo muy feliz tener ese recuerdo”, comenta Garbiñe.
Un vestido de novia de lo más especial
Garbiñe decidió ponerse en manos de su tía, Miriam Doiz, para su gran día. “Ella es modista y cuando le propuse hacerme el vestido aceptó sin pensarlo”, explica. El resultado fue un look de dos piezas, formado por un vestido de cintura baja de seda salvaje con una chaqueta de tweed que llevó durante la ceremonia y parte del cóctel. A la chaqueta le añadieron unos botones muy especiales, de cristales en color negro. “Supongo que el proceso de diseño y confección de un vestido de novia siempre es especial, pero hacerlo con mi tía fue muy especial. Tiene una visión y unas manos increíbles y me siento muy afortunada”, dice la novia. Para hacer todavía más especial el conjunto, añadieron un lazo XXL en el pelo para completar el look. “Soy amante incondicional de los lazos y tuve claro desde el principio que quería incorporarlo a mi look. Creo que a nadie le sorprendió”, recuerda entre risas la novia.
María Espinosa
María Espinosa
El look lo completó con unos zapatos metalizados de Carel. “Tuve claros los zapatos antes de saber cómo sería el vestido. Fui comodísima y sé que los voy a usar sin parar”, confiesa la novia. También llevó unos pendientes de circonitas que le prestó su tía y un anillo de brillantes de su prima pequeña. “Cuando me quité el lazo del pelo y la chaqueta me puse unos pendientes de lazo que me hizo Beatriz Palacios. Tuve un match con los pendientes y con ella”, dice. Por la noche, también llevó una toquilla de lana Mattui.
María Espinosa
María Espinosa
El ramo fue el toque de color en el look nupcial de Garbiñe. “Me lo hizo Clara, de la floristería Adhoc. Me la recomendó Cecilia Casero, redactora jefe de Vogue, y fue todo un descubrimiento. Tiene un gusto exquisito. Yo tenía bastante claro que quería un ramo de Anturium y decidimos hacerlo en blanco y rojo. Para anudarlo, mi amiga Ana me bordó una cinta de lino con nuestras iniciales, la fecha de la boda y algunas flores y dibujos en recuerdo a mis abuelos”, zanja.