Aplicaciones de citas: ¿a un clic de tu amor verdadero?
Hace algunos años, tras dar por terminado un intento de relación fallido, decidí dar el paso y descargarme Tinder, una app que nos ha dejado historias de todo tipo. Por aquel entonces todavía compartía piso y mi compañero –fiel usuario de Grindr, la versión para público LGBTIQ+– me lo recomendaba sin parar. ‘Hazme caso, te va a encantar. Es como jugar a la lotería con todos los boletos, ¡hay premio asegurado!’. Espóiler: mentira. Durante mi corta experiencia como usuaria viví el día de la marmota en cada nuevo chat. ‘De dónde eres, qué te gusta hacer en tu tiempo libre, en qué trabajas…’. Conversaciones de ascensor sin demasiada trascendencia. Y aunque reconozco que fue una experiencia divertida y que conocí algunos perfiles interesantes, en mi caso ninguno llegó a convertirse en nada más.
Aquello estaba lejos de ser el ‘catálogo de Abercrombie’ que me prometían mis amigas. Dicho esto, tras algunas semanas (27 días exactamente) terminé exhausta. Demasiados matchs, demasiadas citas, demasiado ego. Así, sin despedidas, explicaciones ni arrepentimientos, eliminé de mi smartphone todo rastro de ‘casi algos’ y seguí con mi vida con un poquito más de apatía emocional y un poquito menos de dopamina. “A nivel fisiológico y bioquímico, este tipo de aplicaciones aumentan la producción del neurotransmisor del placer y la recompensa –esto es, dopamina–, que hace que nuestro cerebro recuerde esas sensaciones placenteras y tienda a buscarlas repetidamente. De hecho, muchas de las personas que acompaño en terapia entran en estas aplicaciones cuando no están bien emocionalmente como forma inmediata de regulación o incluso para lidiar con el duelo por la ruptura de otra relación. Esto puede ser delicado; si necesitamos y buscamos siempre la validación externa apenas dejaremos espacio para nuestra validación interna y, en este caso, nuestra autoestima puede verse comprometida y sometida al juicio de otras personas. Ocurre algo similar con las redes sociales tradicionales, donde los usuarios son cada vez más conscientes de este tipo de efectos secundarios”, argumenta María Gómez-Escalonilla, psicóloga sanitaria colaboradora del centro Madrid Psicólogos. No hace falta más que echar la vista atrás para confirmar las palabras de la experta.
El amor digital en cifras
En Instagram, cada vez más usuarios esquivan el influjo del like fácil y prefieren borrar sus anteriores publicaciones (casualmente, las más producidas) en pro de otro estilo de posts más orgánicos, más de andar por casa. Irónicamente, los que más corazones acumulan. O para ser meramente voyeurs en línea, la nueva tendencia al alza de Internet. Porque en este contexto la definición de lo cool ha cambiado sensiblemente: ahora, las redes sociales son menos sociales que nunca y estar a la moda pasa por ser un buen observador. Una tónica que se ha trasladado a las apps de citas: mucho like, pero poco ‘me gustas’ cuando llega el momento de dar el paso e iniciar la conversación. Con esta premisa, la duda es obvia: ¿estarán las nuevas generaciones deslizando a la izquierda las apps de citas online? En realidad, 300 millones de personas en todo el mundo continúan utilizándolas, 20 de ellas en sus diferentes versiones de pago. Pero, si nos regimos por lo que dicta Wall Street, todo parece indicar que sí.
Traduzcámoslo en datos: según plasmaba El País el pasado octubre, Tinder, donde el 84% de los usuarios son hombres, tocó máximos en bolsa en diciembre de 2021. Desde entonces Match Group –grupo propietario de gigantes del amor como el propio Tinder o Match.com–, acumula un retroceso del 79 %. En febrero de ese mismo año llegó Bumble –aplicación en la que son ellas quienes toman la iniciativa– alcanzando un crecimiento del 85 % en su primer día, cuando pasó de 43 a 78,89 dólares por acción. Hoy por hoy están en 8,27 dólares. En el caso de Raya, la aplicación de ligue más exclusiva y discreta (se dice que Demi Lovato, Emilia Clarke, Harry Styles, Cara Delevingne o Ben Affleck son algunos de los muchos famosos que la han usado), el funcionamiento es ligeramente diferente. Para empezar, solo es posible descargarla desde iOS (iPhone o dispositivos de Apple) y se necesita tanto una invitación de un miembro actual como la aprobación posterior de un comité ‘altamente cualificado’ para pasar a formar parte del club. Pero no solo de peces gordos vive el mar: otras variantes como el ya mencionado Grindr, con más de 14 millones de usuarios activos al mes; Feeld, promocionada como la app de citas open mind; Twine, que empareja a personas basándose en parámetros más allá del físico; o Hinge, ideada para que el usuario conozca a su media naranja con matches de calidad, buscan devolver la fe en las conexiones online a todo tipo de perfiles.
Los límites como clave para huir de la apatía emocional
“Es cierto que las aplicaciones de citas pueden ser una buena herramienta para conocer gente si se utilizan de la forma correcta. Esto es, limitando el tiempo y la frecuencia de exposición y dedicando un espacio al trabajo individual, donde se desarrolle el autoconocimiento, la propia autoestima y gestión emocional. Es importante establecer límites para controlar el uso de la app y no dejar que esta nos controle a nosotros”, recuerda Aurora Vallejo, psicóloga del centro madrileño Psicolink. Un trabajo de introspección cada vez más prioritario que evidencia una tendencia hacia la vuelta al mundo offline. Ahora la meta sigue siendo conectar, pero hacerlo de verdad; encontrar soluciones fuera de las pantallas al desencanto generalizado y la desconexión de la realidad. Si en este contexto hablamos de nativos digitales, la cuestión se complica. Las nuevas generaciones han nacido con esa tecnología a su servicio y es su realidad diaria, pero también son más reticentes a pagar por suscribirse a estas apps por su fácil acceso a espacios sociales donde conocer gente de forma natural y por su baja autonomía económica. Sea como fuere, la realidad es que cada vez se habla más abiertamente de esta forma de ligar, otrora tabú.
Eso sí, tanto para bien, como para mal. Noah Centineo, protagonista de A todos los chicos de los que me enamoré, trasladó su opinión al respecto al medio cultural americano Vulture. “Somos una generación acostumbrada a deslizar y decir, ‘ah, eres mono, vamos a enrollarnos’, y ya. ¿Dónde está la conexión sincera y genuina que nace cuando pasas tiempo de calidad con otra persona? Quiero que vuelva la intimidad, que volvamos a conocer a la gente de verdad”. En el bando contrario, Sharon Stone y su perfil de Bumble en 2019: “Me han bloqueado la cuenta porque algunos usuarios la denunciaron alegando que no era posible que fuera yo. No me excluyáis de la colmena”, publicaba en su cuenta de Twitter. ¿La respuesta de parte de la app? “Parece que nuestros usuarios piensan que eres demasiado buena para ser verdad”. Quizá sea eso.