El hábito que causa distensión abdominal: respirar mal
La distensión o hinchazón abdominal es algo que nos afecta a las mayoría de las mujeres. Ya lo hemos dicho en otras ocasiones: las hormonas, los problemas de circulación, una alimentación desequilibrada o el estrés tienen buena parte de culpa de que a las dos de la tarde sintamos la tripa como un globo. A lo que hay que sumar otro hecho que pasamos por alto: “La anatomía pélvica femenina es más compleja debido a la presencia del útero y los ovarios, lo que hace que cualquier cambio en estos órganos (ovulación, quistes, endometriosis) pueda generar sensación de hinchazón”, explica a esta cabecera Inmacula Vicente María, farmacéutica, experta en longevidad y autora del libro Salud Infinita. Precisamente por todo ello no debería obsesionarnos esta situación y aceptar que el vientre plano es bastante inalcanzable con todas esas circunstancias. Sin embargo, sí hay ciertos hábitos que pueden ayudar a sentirnos menos hinchadas y uno de ellos es la respiración. Tal y como explica la experta, la respiración superficial, tan habitual en estados de estrés, “reduce el movimiento del diafragma, lo que afecta a la función intestinal y puede favorecer la hinchazón”. Por eso para ella un manera de evitar esa situación es haciendo ejercicios de respiración diafragmática.
Además, si vamos más allá y no buscamos solo la relación causa-efecto sino los beneficios colaterales, tal y como nos explicó la nutricionista Mireia Cabrera, respirar de forma consciente, es decir, lentamente, sin acelerarla, nos ayudar a comer de forma más consciente y probablemente a comer en menor cantidad y de forma pausada. Además, decía la experta, “el hecho de respirar incorrectamente puede agravar la sintomatología en pacientes con reflujo gastroesofágico. Esto nos demuestra que claramente tienen relación y que por tanto de forma indirecta podría hacernos sentir más hinchados. La respiración diafragmática por ejemplo, ayuda a mejorar estos síntomas digestivos”.
Respiramos mal (y cada vez peor)
El estrés suele estar siempre sobrevolando muchos de nuestros males diarios. Y el hecho de que respiremos mal de forma normalizada es un ejemplo de ello. Según explica James Nestor en su libro Respira, la manera en la que respiramos ha empeorado notablemente desde los albores de la Revolución Industrial. De hecho, el 90% de las personas respiramos de forma incorrecta y eso, afirma, “esta causando o agravando una lista interminable de enfermedades crónicas”.
Según Myriam Campelo, directora de la aplicación de meditación Petit BamBou en España, “la mayoría respiramos por arriba, con el pecho, y provocamos así una insuficiencia respiratoria: creamos una inhalación corta, lo cual significa que hay menos oxígeno asimilado y que la espiración no consigue evacuar completamente el dióxido de carbono, algo que se agrava con el estrés y produce la sensación de falta de aire. Este patrón de respiración torácica es un hábito que conviene romper. La buena noticia es que podemos volver a aprender a utilizar el músculo respiratorio correcto: el diafragma”. Y añade: “Al favorecer la respiración diafragmática permitimos que los pulmones optimicen toda la amplitud de su capacidad”. Al final se trata de respirar más despacio para ralentizar el ritmo cardiaco, el típico ‘respira profundamente’ que se nos dice desde pequeños para que nos calmemos. Esa es la explicación básica, porque hay diferentes técnicas de respiración para mejorar el bienestar. Pero teniendo en cuenta que el movimiento del diafragma al respirar tiene lugar en nuestro interior unas 50.000 veces al día, parece justo y necesario hacerlo bien.
Cómo practicar la respiración diafragmática para mejorar la distensión abdominal
Si practicas pilates puede que te suene esta secuencia de respiración diafragmática. Se trata de inhalar por la nariz y empujar el abdomen hacia fuera y al exhalar el abdomen debe moverse hacia dentro. Las primeras veces se puede practicar esta respiración tumbada, poniendo una mano en el abdomen y otra en el pecho para comprobar el movimiento. Nuestro cerebro (y nuestra tripa) nos agradecerán respirar así.